Mientras dure el verano

Capítulo 9

Entrar en el restaurante es prácticamente misión imposible. La puerta está rodeada de cientos de paparazzis que disparan sus flashes sin piedad y hacen preguntas entre gritos. 

 

Scarlett, ¿vas a acompañar a Nate a los premios de este domingo?

 

¿Cómo os conocisteis Nate y tú?

 

¿Qué opinas del vídeo viral que se difundió de vosotros hace algunas semanas?

 

¿Qué hay de Isabella?

 

Son tantos los gritos que siento que mi cabeza va a explotar. Nate me ayuda a pasar entre los paparazzis con relativa facilidad, tomándome la mano para mantenerme cerca de él en todo momento. Me sorprende la facilidad con que ignora sus descaradas preguntas, como si ninguna fuera con él, pese a que la mayor cantidad de cuestiones son dirigidas a él. 

 

Cuando llegamos a la recepción, el chico que nos atiende se queda pálido.

 

—No sabíamos que tendríamos dos invitadas más —se excusa, revisando a toda prisa su agenda. Parece desesperado.

 

Llama al gerente y comienzan a hablar entre ellos, preocupados. Los chicos de la banda, Andy y yo, esperamos pacientemente en la cola mientras los paparazzis siguen disparando sus flashes hacia nosotros —pese a que hay una puerta de cristal separándonos físicamente de ellos—.

 

—No entiendo cómo puedes soportar esto —comento, dirigiéndome a Nate.

 

—Sencillo: no lo hago —responde, completamente serio. Se ha puesto unas gafas de sol que no se ha quitado incluso dentro del restaurante—. Una vez le pegué con la puerta del coche a un paparazzi que me estaba tocando especialmente los cojones. 

 

—¿A propósito? —pregunto, sorprendida. 

 

—Mis publicistas dijeron que fue un accidente —contesta, simplemente, encogiéndose de hombros.

 

—¿Lo fue? —vuelvo a cuestionar yo.

 

Se queda en silencio por un momento. Veo cómo lucha la tentación de formar una sonrisa.

 

—Depende de cómo lo veas. 

 

El gerente y el chico de la recepción se acercan de nuevo a nosotros, ambos pálidos y claramente nerviosos. Miran a todos lados, sin querer establecer contacto visual con ninguno de los chicos.

 

—Lo siento, pero no contábamos con que hubiera dos invitadas más y la mesa estaba puesta para cinco. Podemos conseguirles una mesa de pareja, pero tendría que ser en la otra sala, la común.

 

La sala común es la que tiene a todos los demás comensales. Este es un hotel de lujo, así que la gente que se encuentra cenando en la sala común son gente acomodada económicamente, pero aún así siento que los chicos no se encuentran felices con la situación. 

 

Miro a Andy, que asiente levemente con la cabeza.

 

—Andy y yo podemos sentarnos en la mesa de pareja —anuncio, tratando de sonreír para aliviar la tensión de los empleados, que siguen pálidos y nerviosos—. No es problema.

 

—Ni de broma —zanja Nate, haciendo un gesto con la mano.

 

—No nos importa —aseguro yo, tratando de establecer contacto visual.

 

—No pienso permitir que cenes en una mesa separada de nosotros.

 

—He dicho que no me importa —susurro, para que solo él me oiga. 

 

Cuando nuestros ojos se encuentran, intento transmitirle que de verdad no me importa. Andy es mi mejor amiga, no una completa desconocida, y estoy segura que tendremos mucho de lo que hablar después de todo lo sucedido esta tarde. De cierta manera, sería hasta una ventaja que estuviéramos sentadas solas y separadas de los chicos.

 

—La mesa de pareja será para mí novia y para mí —anuncia Nate, dirigiéndose hacia los empleados—. Que sea lo más alejada de las ventanas posible. 

 

Ambos empleados asienten y desaparecen en el interior del restaurante. 

 

Observo a Nate indignada.

 

—Te he dicho que no me importaba.

 

—Y yo te he dicho que a mí sí —musita. No recuerdo haber oído esas palabras—. Además, así podremos conocernos mejor. ¿No querías eso?

 

Bueno, sí. 

 

—No me parece justo que no vayas a estar con los chicos del grupo por mí.

 

Mira a los chicos por encima de mi hombro. No parecen muy consternados por no tener a su compañero de banda en la mesa. De hecho, todos están buscándole conversación a Andy, que alterna la mirada entre cada uno de ellos, intentando contestar y mantener el hilo de la conversación.

 

—Creéme, prefiero estar contigo —asegura Nate.

 

—¿Y si te aburro con mis preguntas?

 

—Me cuesta imaginar aburrirme contigo. ¿Tanto te desagrada la idea de cenar conmigo? —pregunta, haciendo un gesto dolido.

 

—¡Claro que no! —exclamo, inmediatamente—. Solo… quiero que sea porque quieres estar conmigo, no porque te sientes obligado.




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