Mientras dure el verano

Capítulo 11

 

La afterparty es el panorama más caótico en el que me he visto envuelta en toda mi vida. Desde que hemos entrado a la sala, que está a rebosar de gente, no he hecho más que suplicar por conseguir un pequeño hueco de soledad en el que conseguir un respiro.

 

Los camareros del evento pasean por toda la sala con bandejas llenas de bebidas de todo tipo. Los miembros de la banda tienen un vaso cada uno. Nate me ha ofrecido una copa, pero yo me he negado. Lo último que necesito es perderme en alcohol durante esta noche.

 

De cierta manera, el after party es un descanso. No hay paparazzis ni cámaras, ni siquiera presentadores. Solo un montón de gente famosa e influyente bebiendo alcohol y haciendo cosas que seguramente escandalizarían al mundo de ser publicadas en redes sociales. No está tan mal.

 

—¿Has quedado traumatizada de por vida? —pregunta Niall, sonriendo. Toma un sorbo de su copa mientras espera a que conteste.

 

—Sorprendentemente, no. Incluso me ha gustado.

 

—Wow. A casi nadie le gustan estas cosas —apunta Shane, divertido.

 

—Eso es que ella ha nacido para esto —apunta Danna, chocando su copa con mi vaso de agua.

 

Yo me río mientras observo a Nate de reojo. Está sospechosamente callado desde hace un rato, lo cual me desconcierta.

 

—¿Y tú qué? ¿Naciste para esto? —cuestiono, dándole un toque en el hombro para captar su atención e incluirlo en la conversación.

 

Cuando Nate se gira para observarme siento que el mundo a mí alrededor se para. Incluso dejo de respirar durante algunos segundos. Hay algo en su mirada que me deja sin aire y con las neuronas alborotadas.

 

—¿Repite? —pide, dedicándome toda su atención.

 

—¿Naciste para ser famoso?

 

—Definitivamente no —asegura, muy rápido. Tan rápido que me sorprende que ni siquiera haya tenido que considerar su respuesta. Ha sido inmediata, como un resorte o un mensaje automático de la contestadora de voz. Ni siquiera ha pestañeado.

 

—¿Por qué suenas tan convencido? 

 

—Si Nate pudiera, se retiraría ahora mismo del foco público —asegura Niall—. Odia todo lo que tiene que ver con nuestra profesión.

 

—No odio todo lo que tiene que ver con nuestra profesión —aclara el aludido.

 

—Déjame corregir a Niall —pide Danna—: odias a todo el mundo en general.

 

—Tampoco —asegura Nate—. Simplemente me gustaría poder hacer las cosas diferentes. Yo solo quería hacer música y divertirme con vosotros, no toda esta mierda.

 

Su tono es sorprendentemente serio. Tanto que me quedo observándolo fijamente, intentando descifrar lo que está pasando por su mente. Si pudiera tener un superpoder ahora mismo, me gustaría leer mentes como Edward Cullen en Crepúsculo para saber qué es exactamente lo que está pensando.

 

Pero no puedo, así que solo me dedico a observarlo. Niall se mete con él por lo que ha dicho, pero Nate no se ríe. Mantiene su expresión seria todo el rato, sin importar que le diga ninguno de sus compañeros de grupo.

 

El resto de asistentes debe de notar su mal humor, porque nadie se nos acerca a hablarnos o a pedirnos nada. Solo el camarero, que se encarga de rellenar las copas una vez estas se terminan. 

 

Yo tampoco aporto mucho a la conversación. Me dedico a observar mi alrededor —o, para ser concretos, observar a Nate— y oír lo que dicen los chicos de vez en cuando.

 

Cuando a Nate se le termina la copa, no hay ningun camarero cerca para reponersela. 

 

—Deja, yo voy —ofrezco, tomando la copa de entre sus dedos.

 

—Eso ni pensarlo.

 

—¿Por qué?

 

—No es tú trabajo rellenarme la copa.

 

—Pero me haría parecer una novia excelente, ¿no crees? —digo, haciéndole ojitos. 

 

Él no parece muy convencido, pero termina por dejarme ir con su copa a buscar a alguien que me la pueda rellenar.

 

Visualizo a un camarero. Está atendiendo a dos chicas, una rubia de cabello corto, alta y cuerpo esbelto; y una segunda de cabello negro y bajita. 

 

—Hola —saludo—. Disculpen por interrumpir, pero es que mi novio quiere una copa más. 

 

El chico asiente y se excusa para ir a buscar una bandeja con copas nuevas. Yo asiento y, cuando estoy decidida a salir de allí, las chicas llaman mi atención.

 

—Scarlett, ¿verdad? —cuestiona la rubia, examinándome.

 

—En persona. 

 

—¿Qué tal tu primera vez en una alfombra roja? Puede resultar muy intimidante —dice la pelinegra, con gesto amable.

 

—No ha estado mal —aseguro—. Nate me dijo que era horrendo, pero a mí no me lo parece del todo.

 

—Claro que no —concuerda conmigo la rubia—. Nate tiende a exagerar las cosas tooooodo el rato. A Isabella eso le ponía de los nervios.




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