Cuando veo una llamada entrante por parte de mi agencia de modelaje siento que se me para el pulso y que el mundo entero se pone patas arriba. Después de haber reorganizado todo mi portfolio antes de enviarlo a un total de tres campañas publicitarias, espero que mi manager tenga buenas noticias —esas buenas noticias siendo, en el mejor de los casos, que me dan el trabajo, o que quieren verme en persona para hacer una prueba de cámara y de vestuario antes de la sesión oficial—.
—Dime —contesto, intentando no sonar demasiado entusiasta—. ¿Tenemos novedades?
—No —responde, escuetamente.
—Ah.
Intento que no se me note demasiado la desilusión y fallo estrepitosamente. Soy tan expresiva que incluso en mi tono de voz se nota mi decepción. Qué vergüenza.
Top motivos por los que nunca podría ser actriz.
—Pero tengo algo mejor —anuncia, y yo siento que mi corazón vuelve a latir desenfrenado.
¿Mejor? ¿Qué puede ser mejor? A mí ya me parecía maravilloso ser aceptada en cualquiera de las portadas a las que he enviado el portfolio. Me cuesta imaginar algo mejor, pero supongo que en esta industria, el cielo es el límite.
—Cuéntame más —pido, con mejor ánimo.
—Ha llamado Vogue.
—¿¡Vogue?! —repito yo, medio gritando. No he podido contener mi emoción.
—Sí, Vogue.
Intento serenarme. Si cuento hasta cinco capaz consigo que no me tiemble la voz de la emoción al contestar. Capaz.
Uno… Dos… Tres… No puedo más. Necesito gritar. Dios, dios, dios.
—¿Y qué querían?
Muy bien, Scarlett. Eso ha estado bien.
Hazte la interesante. La desinteresada.
—La pregunta es a quién —Y su tono no deja lugar a la duda.
Nuevo gritito de emoción. No puedo contenerlo. Siento que, ahora mismo, podría hacerle competencia a Spider Man subiéndome por las paredes y trepando por ellas. La adrenalina recorre mi cuerpo y siento que podría llegar hasta la luna con tan solo un salto.
—Detalles —pido.
—Quieren que su nueva edición sea acerca de las últimas tendencias de moda que están resurgiendo, sobre todo la rockera. Y creen que tú serías perfecta como modelo principal.
Me pincho el brazo yo misma para asegurarme de que esto no es un sueño. Cuando siento el dolor en mi brazo y mi móvil sigue en el mismo sitio, con la llamada, creo que podría desmayarme. Parece bastante real. Estoy casi un cien por ciento segura de que es perfectamente real.
—¿A qué esperamos? Díles que sí.
—Para, para, para —pide mi manager—. Aún tengo que darte algunos detalles. Y comentarte una sugerencia que han hecho.
—Vale. Dime.
—Tendrías que irte tres días a París a hacer la sesión fotográfica. Todos los gastos de avión, transporte y alojamiento corren por su parte. En el set habrá servicio de catering para evitar tener que ir de restaurantes y poder aprovechar al máximo el tiempo. Es una campaña que están haciendo contrarreloj, así que necesitan exprimir cada minuto de cada día.
—Vale, eso puedo hacerlo. No tengo ningún compromiso.
Y, aunque lo tuviera, lo cancelaría. Es Vogue. Nadie le dice que no a Vogue, a menos que sea super famoso o tenga algún tipo de trastorno que le haga tomar malas decisiones.
—El otro tema es que… compartirás la portada —lo dice cautelosamente, como probando el terreno para medir mi reacción.
—Oh —pronuncio, sorprendida—. Vale —acabo por decir. No tengo problemas con compartir la portada con alguien. De hecho, pensándolo detenidamente, es bastante esperable. Si es una portada tan importante para ellos, querrán a alguien más conocido para generar más ganancias. Ahora mismo mi mayor activo es ser la novia de. Y eso no da tantos clicks como muchos piensan.
Aún así, el simple hecho de estar en la portada es… wow. No puedo decir que no.
—Y ese alguien tiene que ser un hombre —dice, casi susurrando—. Quieren un estilo pareja de los años 80.
—No entiendo a dónde quieres llegar.
—Tienen un posible modelo en reserva, pero les gustaría que fuera Nate el que te acompañará en la portada —suelta, de sopetón, casi sin respirar—. Llevan meses queriendo conseguir una portada y les resulta imposible, así que pensaron que esta sería la oportunidad perfecta para volver a intentarlo.
Debería haberlo supuesto. Por supuesto que no me quieren a mí solo por mí. Quieren a Nate. Yo solo soy la intermediaria para llegar a él.
—¿Y si Nate no quiere? —pregunto, mordiéndome el labio.
Siento que podría ponerme a llorar en cualquier momento. Es un poco bastante doloroso darte cuenta que llevas años trabajando y soñando con algo y que, cuando por fin se cumple, ni siquiera es por lo mucho que te has esforzado.