Mientras dure el verano

Capítulo 17

Siempre me han gustado los aviones. Todos mis compañeros de clase en el pequeño pueblo en el que crecí decían que preferirían viajar en coche o en tren. Yo no. Yo siempre preferí montar en avión. Para mí, un avión era especial. Solo me pude subir dos veces, para dos viajes, pero es una experiencia que mantendré en mi corazón para siempre. La adrenalina del despegue, las vistas desde la ventana —siempre me tengo que sentar en la ventana—. Si pudiera, viviría en un avión toda mi vida.

 

—¿Miedo a las alturas? —pregunta Nate, poniéndose a mi lado. Acaba de llegar, porque aún tiene la maleta en la mano. 

 

Me giro sonriente para darle un abrazo y un pequeño pico en los labios —porque estamos en un sitio público, y quedaría un poco raro que siendo su novia no le salude con un beso, ¿no?—. 

 

—Que va, todo lo contrario. Si pudiera, viviría en un avión y sería la chica más feliz del país.

 

Un señor, que supongo será parte del equipo de Vogue que nos está acompañando en el viaje, se acerca para tomar su maleta. 

 

—A lo mejor compro un jet privado de esos para que puedas vivir en él —bromea, y yo me río de verdad.

 

—Que bonito debe ser tener tanto dinero como para hablar de comprar un jet privado de esos.

—Algún día tú tendrás tanto o más dinero que yo —dice, y suena convencido. Como si para él no cupiera duda de que voy a llegar muy lejos en mi carrera.

 

—Tú ejército de fans nunca dejará que me ponga a tu liga —aseguro—. Además, ser modelo tiene fecha de caducidad. No voy a ser joven y guapa toda la vida —bromeo, guiñando un ojo—. Pero ya me gustaría a mí…

 

—Para eso existe el botox y esas cosas, ¿no?

 

—Ya, pero yo no quiero ponerme botox ni hacerme ningún retoque. Excepto, tal vez, la nariz —admito, señalándola con descaro—, que es demasiado grande para mi gusto. 

 

Nate se ríe. Se ríe de verdad, del tipo de risas que llenan todo el lugar y hacen que tú también te quieras reír.

 

—A mí tu nariz me parece adorable —comenta, y yo me río—. ¿Y qué harás cuando ya no quieras ser modelo? ¿Dedicarte a la fotografía?

 

—No, que va. No tengo ojo fotográfico —admito, algo avergonzada—. Y, antes de que lo digas, soy un cero a la izquierda en maquillaje y peluquería —advierto, apuntándole acusatoriamente con mi dedo—. Dejaría a mis clientes calvos para ahorrarme problemas y lo más que sé hacer de maquillaje es la raya del ojo y un poco de colorete.

 

—Ya es más de lo que yo sé hacer —bromea, divertido—. Pero siempre te ves guapísima —me dice, y hay algo en su tono que hace que mi corazón haga el amago de revolotear—. No diría que eres un cero a la izquierda en esas cosas.

 

—Eso es porque Andy siempre está ahí para salvar el día —guiño el ojo.

 

—Oh, Andy. La nueva novia de Shane —recuerda, frotándose la nuca.

 

—No es su nueva novia —apunto.

 

—Aún —añade Nate—. Al final acabará aceptando con tal de que Shane la deje respirar en paz. Se pone muy pegajoso.

 

—Entonces es perfecto para Andy, porque nunca he conocido a persona más pegajosa —comento, entre risas.

 

La verdad es que creo que Andy y Shane hacen un match perfecto. Ciertamente es mejor que el capullo de Dereck —pero, de nuevo, hasta un palo es mejor que Dereck—, y complementa a Andy muy bien. 

 

El único motivo por el que Andy no ha aceptado ya ser su novia es porque le gusta el tira y afloja de no estar en una relación. Le da miedo que pierda el interés en ella una vez la relación se formalice, así que le mantiene enganchado y a la espera, para que la llama del deseo no se apague. 

Pero, viendo lo visto, no me extrañaría que pronto acabe cediendo a las insistencias de Shane. Al fin y al cabo, se muere por decirle que sí. Solo se está haciendo la interesante.

 

—Si no quieres ser fotógrafa, ni estilista, ni peluquera, ¿qué demonios quieres ser? —cuestiona.

 

—Pues… no lo sé. Pero tengo tiempo para decidirlo. ¿Tú alguna vez te planteaste un plan B?

 

Niega con la cabeza, casi de inmediato, y yo me siento levemente avergonzada.

 

—Siempre tuve muy claro que quería hacer música. Si el grupo no hubiera funcionado, habría encontrado la manera de seguir en la industria, aunque no fuera de cara al público. Hay muchas maneras de hacer música.

 

—Supongo que sí. Siempre podrías convertirte en profesor de secundaria. Yo fantaseaba con mi profesor.

 

—¿Con tu profesor de secundaria? —pregunta, atónito. Yo sonrío inocentemente.

 

—Estaba cañón. Por él toque la flauta, el piano, el xilófono y el triángulo —enumero, y antes de que termine de pronunciar «triángulo» él ya se está riendo a carcajadas—. ¡Ey! —me quejo, dándole un golpe en el hombro para llamar su atención—. Siempre he sido una chica de armas tomar. Si la manera de llamar su atención era tocando instrumentos que ni siquiera me gustaban, que así fuera.




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