Mi móvil comienza a sonar en medio de la sesión de fotos que estoy haciendo. Es para el anuncio de un perfume bastante importante y cuando mi agente me dijo que querían contar conmigo como única protagonista del anuncio, casi grito.
La sesión de Vogue ha supuesto un antes y un después en mi carrera como modelo. Mucha gente quedó fascinada con la elección de vestuario y la apuesta por parte de la revista a la hora de escoger la temática, pero Nate y yo también recibimos muchos cumplidos. Sobre todo yo, algo para lo que no estaba mentalmente preparada.
A raíz de eso, mi agente me mandó cientos de emails con ofertas de trabajo para pequeñas y grandes campañas. He intentado aceptar todas las oportunidades interesantes que me ofrecían, pero he tenido que dejar algunas ofertas por fuera y rechazar algunas otras por temas de tiempo. De la noche a la mañana he pasado de ser una Don Nadie que solo era conocida como “la novia de” a ser alguien por quien la gente se interesa de manera individual.
Incluso recibí una oferta para ser parte de una pasarela de moda, lo cual es… increíble. Aún estoy meditando acerca de si quiero aceptar esa oferta, porque sería mi primera pasarela y, la verdad, es que es de bastante prestigio y no me gustaría arruinar mi carrera antes siquiera de que comience.
Por eso, cuando mi agente me llama —pese a que sabe perfectamente que estoy en una sesión de fotos— pienso que tendrá algo que ver con la pasarela. A lo mejor necesitan una respuesta pronto y están esperando por mí —¿no suena loco que estén esperando posiblemente por MI?—.
—¿Qué pasa? —contesto, dándole una señal al fotógrafo para tomarnos cinco minutos. Él asiente, sonriente, y se va con su cámara al ordenador que tiene en la esquina.
—¿Has roto con Nate? —pregunta, acelerada. Y yo frunzo el ceño. ¿A qué viene eso?—. No pasa nada si habéis terminado, pero tengo que saberlo para actuar rápido.
Estamos a seis de septiembre.
Se supone que nuestra relación falsa seguirá hasta finales de mes. Desde que estuvimos en París hemos estado hablando por mensaje, pero no hemos tenido oportunidad de vernos en persona.
Yo he estado muy ocupada con las sesiones de fotos, cerrando tratos, en pruebas de vestuario y demás. Nate está metido veinticuatro horas en el estudio, terminando su álbum junto al resto del grupo. Lo sé porque a veces me envía fotos y vídeos graciosos a altas horas de la noche de ellos trabajando en un nuevo tema.
No hemos vuelto a mencionar lo de aquella noche, y no sé si es para mejor o para peor. Sospecho que el motivo por el que él no ha dicho nada es porque yo pedí que nada cambiará entre nosotros. No puedo estar segura.
Andy lleva intentando convencerme de que me confiese desde que le conté lo que sucedió entre nosotros en París. Sorprendentemente, no se puso como una shipper loca que suelta frases del tipo “Te lo dije” cada cinco minutos.
—¿Por qué piensas eso? —cuestiono, confundida. Que no hayamos sido vistos juntos no tiene porque significar que hemos terminado.
—Por las fotos —dice, escuetamente.
—¿Qué fotos?
—Las de Nate —Frunzo el ceño, sin comprender. Estoy a punto de abrir Google en mi teléfono para buscar el nombre de Nate y ver a que se refiere, pero ella se me adelanta— con Isabella.
Mi corazón sufre una caída en picado que no sé si podrá soportar.
—No las he visto —consigo decir, sintiendo que me tiembla el labio inferior.
Ni siquiera he visto las fotos y ya tengo que contener las lágrimas para evitar ponerme a llorar como una niña pequeña. Y lo odio. Lo odio porque Nate ni siquiera es nada mío —más allá de un amigo, un muy buen amigo— y tiene todo el derecho a verse con quien le dé la puñetera gana, al igual que yo.
Pero, de todas las personas del mundo, ¿tenía que verse con su exnovia? ¿La chica que marcó un antes y un después en su vida? ¿La chica con la que todos sus fans me comparan en internet día tras día?
—Espera, te las envío —dice mi agente, y yo quiero decirle que no hace falta, quiero suplicarle que por favor no lo haga, porque mi imaginación ya se ha encargado ella sola de imaginarse las fotos—. No te ha engañado, tranquila —intenta calmarme, cuando suelto un suspiro para aliviar el nudo de mi estómago.
No me puede engañar si no es nada mío, pienso.
Pero se lo pedí. Le pedí que no se viera con nadie más mientras estuviera conmigo. Se lo supliqué. No quería ser la cornuda, la segunda opción. Puedo soportar ser la rompehogares, el reemplazo, pero no la otra. Eso no lo puedo soportar.
—Ya está. Hablalo con él —sugiere, mientras oigo el sonido de las teclas de fondo—. Avísame si quieres que “filtre” información a la prensa explicando la situación.
Mi agente, como aparentemente todo ser humano en este mundillo, tiene ciertos medios de noticias en su lista de “páginas sobornables” a las que les venden historias que son provechosas para sus clientes.