Mientras dure el verano

Capítulo 23

—Podemos denunciarlo —indica mi agente desde el otro lado de la línea telefónica. 

 

Andy me toca el cabello, acariciándome, mientras yo lloro y sorbo mi nariz.

 

—No podemos. Tiene que denunciarlo. Es un jodido depravado —dice Andy, enfadada.

 

No he tenido que contarle nada de lo que ha sucedido. Cuando he llegado a mí casa ya estaba ella en la puerta, esperando a que llegara. Me ha abrazado fuertemente mientras lloraba y me ha intentado calmar. No me ha dicho cómo lo ha sabido, pero sé que la situación debe estar navegando todo internet. 

 

—Coincido —le da la razón mi agente— pero lo tenemos jodido. No sabemos su nombre, ni su edad. Sería como denunciar a la nada.

 

—Pues que se denuncie, joder. Hay vídeos y fotos que prueban que ha sido sexualmente agredida —Comienzo a llorar más fuerte ante sus palabras, y Andy me abraza—. No se puede pasar por alto. Que es una persona, no una puñetera muñeca. 

 

—Dejadme ver que puedo hacer —dice, y Andy asiente—. Mantén la cabeza alta, Scarlett.

 

Ya. Es difícil mantener la cabeza alta cuando unas fotos tuyas siendo agredida están circulando en Internet. 

 

Cuando tu supuesto novio, que no es tu novio pero estás enamorada de él, ha sido visto con su exnovia y el mundo entero cree que te ha convertido en una cornuda. 

 

No, no es nada fácil mantener la cabeza alta con todo esto. Solo quiero tumbarme en mi cama y llorar durante el próximo mes. Durante el próximo año. Solo quiero olvidarlo todo.

 

No puedo aguantar esto más. No puedo aguantar este acoso, todo por estar enamorada de alguien, por ser su pareja. Por ser la novia de después de una relación mediática. No he hecho nada. Nada de nada. Solo me he enamorado. No me merezco todo esto.

 

Y, sin embargo, todos están tranquilamente en sus casas, siguiendo con sus vidas, y yo estoy llorando en la mía, destruída, porque por fin me he derrumbado, por fin me han hecho daño de verdad.

 

Andy se mantiene a mi lado en silencio, abrazándome, reconfortándome. Al  menos sé que si el mundo me falla, la tengo a ella.

 

Cuando suena el timbre de mi casa levanto la cabeza como un resorte.

 

—Pedí unas pizzas —explica Andy, incorporándose y buscando su cartera en el bolso— para que te animes un poco. ¿Cenamos y vemos una peli?

 

—¿De qué es la pizza? —digo, aún con el tono bajito y ronco.

 

—Una barbacoa y otra pepperoni.

 

—Te amo —digo, volviendo a dejar mi cabeza entre las almohadas para ahogarme en mi miseria un poco más.

 

—Lo sé, tonta —bromea ella, sonriendo—. Y yo también te amo a ti.

 

Dejo que se vaya a recoger las pizzas. Hemos estado toda la tarde en mi cuarto encerradas. 

 

Mi apartamento sigue siendo pequeño —aunque estoy valorando mudarme ahora que tengo un trabajo más estable y me puedo permitir vivir en un sitio mejor—, así que si queremos ver una peli y cenar pizza tengo que conseguir los ánimos para salir al salón, donde hay una mesa, sillas y una televisión.

 

Ahora mismo, eso me parece complicadísimo. La cama es cómoda y las almohadas se están tragando mis lágrimas excelentemente. Pero no puedo permitirme seguir aquí en mi miseria, así que me levanto.

 

Andy aún no ha vuelto, lo cual es raro. Apenas puedo oír su voz en el pasillo, y me extraña que no le este diciendo nada al repartidor. 

 

Me dirijo al único espejo de la habitación para analizar mi cara. Tengo un aspecto horrible. El pelo lo tengo enmarañado, los ojos tienen unas bolsas horribles debajo de tanto llorar. Toda mi cara parece tener la pena estampada en ella. Me peino con los dedos mi pelo enmarañado y me hago una coleta. Mi aspecto mejora ligeramente, pero aún sigo viéndome de puta pena. 

 

—Lo siento, pero no —dice Andy. Es la primera vez en todo este rato que la oigo hablar—. No es el momento. Después de lo de las fotos, tú eres su última preocupación.

 

Frunzo el ceño. No suena a típica conversación con el repartidor de Domino’s Pizza.

 

—Andrea, por favor —pide una segunda voz, que reconozco demasiado bien. Es Nate—. Necesito hablar con ella. 

 

—Te estoy diciendo que no es el momento —repite Andy, frustrada—. ¿Sabes siquiera lo que le han hecho hoy?

 

Se forma un silencio. Casi puedo visualizar la cara de desconcierto de Nate.

 

—¿Qué le ha pasado? —Su tono es preocupado.

 

—Ha sido agredida…

—Suficiente —digo yo, entrando en escena e interrumpiendo a Andy, que estaba a punto de irse de la lengua un poco bastante. 

 

Sé que eventualmente Nate lo va a saber. Al fin y al cabo, está por todo internet. Escapar de lo que es publicado en Internet es prácticamente imposible. Te persigue a cualquier parte que vayas, como una sombra. 




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