Mientras dure el verano

Capítulo 30

Cuando termino de escuchar el álbum en Spotify, mis ojos siguen llenos de lágrimas y no puedo parar de llorar. 

 

Todo este tiempo, todos estos meses, yo he estado preocupada de estar enamorada de él y de que él no sintiera lo mismo por mí, mientras que él ha estado escribiendo acerca de mí. Acerca de nosotros. Inmortalizando cada momento vivido en canciones. 

 

Los ritmos de las canciones son pegajosos y buenos, muy cuidados musicalmente, pero lo que se lleva toda mi atención son las letras de las canciones. Son preciosas. Y hablan todas de mí.

 

Cuando consigo serenarme un poco, tomo mi móvil —que ya casi está cargado al cien por ciento— y marco el número de Andy. 

 

Cuando al tercer tono lo coge, pregunto directamente:

 

—¿Lo sabías?

 

—¿Supongo que eso significa que ya lo has oído? —contesta, emocionada. Sucia traidora.

 

—Sí, lo he oído.

 

—¿Y? ¿Has llorado como una magdalena?

—Sí —admito.

 

—¿Y por qué me has llamado a mí en vez de llamarlo a él? —cuestiona, con tono frustrado, como si no le cupiera la idea en la cabeza. 

 

—Porque no sé que decirle —admito, algo avergonzada, y Andy suspira, mucho más que frustrada.

 

—¿Cómo que no sabes qué decirle? ¡Pues lo que todos ya sabemos! Que estás enamorada de él —dice, como si fuera lo más obvio—. Qué quieres ser su novia de verdad para que así pueda hacerte el amor cada noche como aquel día en el hotel de París, y que quieres que sea el padre de tus cinco hijos.

 

¿De dónde ha sacado Andy la cifra de cinco hijos? Quiero preguntarle, pero ella me interrumpe.

 

—Así que ahora voy a colgarte para que hables con quien de verdad necesitas hablar.

 

Y me cuelga el teléfono. Si no la quisiera tanto, la estrangularía.

 

Mis manos tiemblan cuando busco el nombre de Nate entre los contactos. Lo presiono casi por inercia, antes de que pueda arrepentirme. No pasa ni un tono cuando alguien descuelga del otro lado.

 

Se forma un silencio por parte de los dos que no sé como responder. Me he quedado sin palabras, y siento que podría volver a ponerme a llorar en cualquier momento.

 

—¿Nate? —consigo preguntar, lo cual es ridículo, porque estoy llamando a su teléfono.

 

—Scarlett —dice, con su tono rasposo a través del teléfono. Mi corazón comienza a latir desenfrenado y siento que voy a desmayarme.

 

—Hum, quería decirte una cosa —consigo pronunciar, mordiendo mi labio.

 

—¿Te importa esperar un segundo? —pregunta, y yo pestañeo, confundida—. Abre la puerta.

 

¿Qué…?

 

—¿Que abra la puerta? —repito, confundida.

 

—Sí, abre. Me gustaría que me lo dijeras en persona.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.