Mientras dure el verano

Epílogo

—Tenemos que estar de vuelta a las seis como tarde —me recuerda Nate, siguiéndome por las calles. 

 

Yo le sonrío abiertamente.

 

—Que sí, que sí, pesado. No pienso secuestrarte y hacer que te pierdas tu propio concierto.

 

—Depende de qué planes tengas estaría dispuesto a perdermelo —indica, levantando sus cejas en un gesto sugerente, y yo le doy un golpe en el hombro.

 

—Pervertido —me quejo yo, intentando sonar seria, pero fallando miserablemente en el intento.

 

—Solo contigo, preciosa.

 

Sigo arrastrándolo por la ciudad. Vamos camuflados de arriba a abajo, y de momento nadie nos ha reconocido por la calle. Nate lleva una sudadera negra con capucha y unos pantalones largos negros, mientras que yo llevo gafas de sol, un gorro de lana —que me ha buscado y prestado él— y unos pantalones vaqueros largos.

 

En la calle ya refresca bastante, así que Nate me aprieta contra su pecho mientras seguimos caminando. Estamos entrando en las últimas semanas de otoño y se empieza a notar ya en el clima.

Cuando llegamos al lugar, sonrío abiertamente hacia Nate, que mira la fachada.

 

—¿Estás segura de que este sitio es legal? —cuestiona, frunciendo el ceño frente a la fachada.

 

—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? —cuestiono, divertida—. Es legal. Andy se lo hizo aquí.

 

—Perdona si no me fío de la opinión de Andy —dice.

 

—Ey, ey, ey. Cuidadito con  lo que dices de mi mejor amiga —le señalo acusatoriamente con el dedo—. Si no fuera por ella a lo mejor no estaríamos juntos —le recuerdo, y él asiente.

 

—Y por eso le debo la vida. Anda, entra —indica, abriendo la puerta.

 

Un señor de unos treinta años lleno de tatuajes hasta las cejas nos recibe amablemente.

 

—¿Teníais cita? —pregunta, y yo asiento—. Me dices tu nombre, por favor.

 

—Scarlett. Scarlett Byres.

 

—Vale, aquí estás. ¿Qué os vais a hacer? ¿Un tatuaje conjunto?

 

—Algo así —digo yo, arrastrando a Nate para que entre, que mira al chico desconfiado—. Quiero hacerme un tatuaje justo aquí —señalo la zona de mis costillas— que diga Destiny con su caligrafía.

 

—Vale, perfecto. ¿Y tú? —dice, dirigiéndose a Nate, que se tensa. Le dedico una pequeña sonrisa, porque no me ha querido confesar que es lo que se va a poner en su corazón.

 

—Yo quiero uno aquí —señala su pectoral izquierdo, y yo le observo extrañada—, justo encima de mi corazón.

 

—Oh, tío, eso está guay —dice el tatuador—, pero tienes que tener en cuenta que duele un huevo ya que la zona no tiene demasiado músculo ni grasa debajo y estamos cerca de la caja torácica. 

 

Lo miro preocupada. Lo último que quiero es que se haga daño haciéndose un tatuaje. 

 

Cuando le propuse, en medio de un arrebato de locura después de pasar la noche juntos, que nos hiciéramos un tatuaje que estuviera relacionado con el otro, no esperaba que dijera que sí a la primera. Pero, para mi sorpresa, no opuso mucha resistencia ante la idea del tatuaje en sí, sino en dónde nos lo íbamos a hacer, porque quería que fuera perfecto.

 

Andy me recomendó este tatuador, que es primo del amigo de un amigo suyo, y ella hace poco se tatuó una rosa en el brazo, así que me fío de su criterio. 

 

—¿Y qué vas a querer hacerte? —cuestiona el tatuador, claramente emocionado—. ¿Algún dibujo?

 

—No —niega Nate, de inmediato— Quiero tener escrito I’m yours. Con su letra —dice, señalándome a mí.

 

Y yo sonrío cuando nos da un papel para que escribamos la frase del otro. 

 




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