Mientras menos me gustas (mÁs Te Quiero)

SEIS

—Tan hermoso como malvado —murmuró Helga y no pude más que estar de acuerdo con ella, porque Callan McEnroe, alias Sir Villeneuve, era hermoso. De una manera frustrante si me preguntaban.

—Se me ha otorgado el honor —comenzó Callan, su acento irlandés haciendo suspirar a Danielle —de anunciar el nombre del escritor ganador.

Todos nos inclinamos hacia adelante en nuestros asientos, cualquier rastro de broma huyendo por la puerta mientras los ojos del color del más salvaje bosque miraban directamente hacia la cámara, hacia nosotros.

—Agradecemos a todos los que participaron, fue una decisión difícil de tomar; sin embargo, tengo que admitir que pude echar una mirada al ganador y fue…interesante leer ese episodio. No veo la hora de darle un rostro al nombre —una sonrisa siniestra se apoderó de su rostro, estaba viendo nuevamente a Sir Villeneuve en toda su esplendorosa maldad.

—Dilo ya, maldita sea —masculló Helga mientras Danielle le reprendía.

—Felicidades, Max Hyde —sentí que aquellos ojos esmeraldas me miraban directamente, aunque eso era imposible —, espero con ansias conocerte.

No sé qué siguió a esas palabras, porque todo lo que podía pensar en que había dicho mi nombre. Por Dios. Había dicho mi nombre.

—¿Max?

Miré hacia Ron, notando que todos me observaban preocupados.

—¿Acaba…—tragué, forzando mi voz por encima de un susurro —…acaba de decir mi nombre?

—En televisión, niña —espetó Helga, su mirada extrañamente brillante —frente a todo el mundo.

Danielle asintió emocionada.

Inhalé.

—¿Gané?

—Creo que hay que zarandearla para que reaccione —murmuró Helga.

Me puse de pie mientras el programa llegaba a su fin, Ron y Danielle me siguieron mientras mi cerebro procesaba todo lo que acaba de pasar.

—Gané.

—Lo hiciste, cariño —murmuró Ron, la mirada de orgullo pesada en sus ojos mientras me atraía en un abrazo —. Lo hiciste.

Lo hice.

Sir Villeneuve era el bastardo de un Lord, tardíamente reconocido en la sociedad. Se había ganado su posición en batalla, escalando los cadáveres de sus enemigos que se iban acumulando mientras él avanzaba. Su objetivo siempre fue uno: matar al hombre que le había dado la vida, para abandonarlo a su suerte.

Y lo había conseguido; no sin antes ganarse su confianza. Después de todo, pensaba Sir Villeneuve, la traición le añadía satisfacción a la misma venganza.

Sir Francis Villeneuve era reconocido por todo el reino y las tierras sin rey, un nombre que viajaba con el viento, susurrando hazañas y maldiciones con el eco. Un hombre odiado, amado, admirado y temido por todos.

Una antigua amante había confesado una vez que era imposible no amar a Sir Villeneuve, como también era inevitable odiarlo al final. Después de todo eso es lo que tienen los hombres más poderosos. Amor y odio, a la par.

Y Sir Villeneuve lo sabía, que era odiado y amado, admirado y temido. Se regocijaba en ello. Sabía que su astucia era un talento que pocos hombres poseían, pero su verdadera arma era una que incluso menos hombres tenían; su belleza letal. Personas habían muerto por aquel rostro engañosamente angelical. Peligrosamente hermoso.

Para Sir Villeneuve, el mundo era de los hombres que no temían ser odiados, y él estaba dispuesto a demostrarlo.

Extracto de Juego de Mentiras, de Max Hyde.




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