ONCE

Había una gran posibilidad de que muriera. Ahora mismo.

Dixon parecía compartir el sentimiento. No es como si pudiera comprobarlo realmente, no cuando seguía observando boquiabierta hacia, un demasiado divertido, Callan McEnroe.

Las fotografías no le hacían justicia, y el por qué ese hecho me molestaba tanto estaba más allá de mí. Lo cierto era que Callan era, al igual que Sir Villeneuve, perversamente hermoso. Desde su mirada del verde más salvaje que había visto alguna vez, lo que me hacía preguntarme si usaba lentes de contacto, a las líneas duras de su rostro. Como si fuese tallado y perfilado, ninguna sola línea suavizada. Era hermoso, sí. No podía negarlo. Pero había más brillando detrás de esa traviesa mirada, había demasiado. Y todo ese abismo se escondía tras una actitud atrapante y engañosamente plana. La idea era simplemente risible. Nada en este hombre era tan sencillo como los tabloides aseguraban. Sus cejas oscuras apenas se movieron, ¿había estado hablándome todo este tiempo? Miré hacia la enfadada Helga, la intrépida anciana abriendo su boca para soltar quién sabe qué. Me apresuré a intervenir.

—Lo soy —tuve que aclarar mi garganta antes de continuar —. Max Hyde, quiero decir. Es…un placer conocerte.

Su boca, inesperadamente delgada pero atractiva como el resto de su rostro, se curvó. Como si adivinara que todo lo que acababa de salir de mi boca no era más que falsa cortesía.

—Por supuesto que lo es —se burló, antes de mirar rápidamente a mi compañera de viaje. Su mirada regresó a mí —, tengo que admitir que estoy sorprendido. Todos hicimos una apuesta por quién sería esta misteriosa escritora. Yo aposté por la versión anciana y amargada.

Escuché una inhalación que pudo haber sido de Dixon o mía, mi cerebro seguía analizando sus palabras cuando la voz engañosamente suave de Helga habló.

—Y nosotras apostamos si tenías similitudes con tu personaje o sólo eras un excelente actor —lo miró de arriba abajo, enviando toda clase de emociones a través de sus gruesas gafas —. Me alegra haber acertado, nadie es tan buen actor.

Me atraganté.

Miré alarmada hacia Callan, horrorizándome por las duras palabras de Helga, ¿qué demonios le sucedía? Ni siquiera nos habían presentado al resto del equipo y ya tendríamos que irnos porque no había manera de que Callan McEnroe no pidiera nuestra expulsión inmediata después de…

Una risa estruendosa interrumpió mis paranoicos pensamientos. Observé sorprendida como Callan echaba su cabeza hacia atrás y se reía abiertamente, sus dientes blancos brillando, noté fascinada como uno de ellos estaba un poco partido en una de sus esquinas, esa pequeña imperfección sólo haciéndolo más atractivo de ser posible. Maldito sea.

Helga le lanzó una mirada sospechosa, quizás tan confundida como yo por su comportamiento errático. Esperamos pacientemente hasta que su risa se detuvo, lo cual fue un tiempo absurdamente largo, entonces Callan habló, su voz afectada por toda esa carcajada.

—Es un placer conocerla, señorita Helga —haciendo uso de todas sus armas poderosas, Callan tomó la mano de mi compañera y la acercó a su boca, sus ojos atrayentes nunca abandonaron la mirada detrás de las gruesas gafas, sólo uno de los lados de su boca inclinándose hacia arriba mientras depositaba un casto beso sobre la tela brillante de los guantes de Helga. Las mejillas de la anciana se cubrieron con un suave rubor.

Dixon y yo compartimos una rápida mirada sin comprender qué sucedía.

—Estaré encantado —siguió hablando Callan, su atención regresando a mí —de ser su guía durante su estadía con nosotros. No es por presumir, pero conozco los rincones más interesantes de este maravilloso lugar. Házmelo saber si estás interesada.

¿Maravilloso lugar? No pude hacer más que asentir mientras Callan McEnroe lanzaba una última sonrisa deslumbrante en nuestra dirección y se despedía, alejándose hacia una camioneta plateada, lo observamos alejarse por el único camino de tierra.