Mientras menos me gustas (mÁs Te Quiero)

CATORCE

Alejé mi mirada del hombre de mis sueños para encontrarme con el hombre de mis pesadillas contemplándome entre divertido y desilusionado. La razón de ésta última se me escapó mientras lo veía lanzar una rápida mirada burlona hacia donde Finn Hollande se reunía con un par de maquilladoras para perfeccionar su imagen, como si eso fuera posible.

Tuve que tragarme la amargura por haber sido interrumpida en mi embelesada contemplación, obligándome a mantener un humor amable que no sentía para nada.

—¿Disculpa?

Callan alzó una de sus oscuras cejas, sus ojos salvajes brillando con travesura apenas contenida.

—Que me has decepcionado. Terriblemente.

Debí perderme parte de la conversación, porque no tenía idea de por qué este hombre me estaba reclamando cualquier cosa.

—¿Lo siento?

Asintió, caminando a mi alrededor mientras seguía hablando. Helga y Dixon se alejaron sabiamente, dejándonos solos como si tuviéramos asuntos pendientes que discutir. No los teníamos.

—Deberías sentirlo —lanzó, la chispa ardía dentro de mí, mi paciencia y falsa cortesía apagándose con cada una de sus miraditas condescendientes —. Creí que serías diferente al resto, que verías más allá del personaje. No puedo creer que la persona que escribió el increíble capítulo con mi desafortunada, y muy ilustrativa, muerte sea la misma que ahora parece estar salivando por una cara bonita.

Detuvo su andar, su cuerpo interponiéndose en mi visual de Finn.

—Estoy tan decepcionado.

—Mira —comencé, mi voz alzándose por encima del sumiso tono con el que me había dirigido a él más temprano, sus ojos brillaron como si también lo notara —no sé de qué estás hablando, y para serte sincera, tampoco me importa demasiado.

La inhalación de Dixon me dijo que mis acompañantes se habían alejado, pero sólo lo suficiente al parecer. Callan lejos de sentirse intimidado sólo sonrió divertido con mi bravuconería recién descubierta.

—¿Estás enamorada de Finn Hollande?

Miré alrededor escandalizada, asegurándome de que nadie más había escuchado las palabras atrevidas de McEnroe, afortunadamente nadie nos prestaba atención. Nadie además de Dixon y Helga, claro. Incluso Celine se había alejado en algún momento y ahora rondaba alrededor del equipo de cámaras, gritando órdenes.

—No sé de qué estás hablando.

—Lo estás —suspiró, como si mi no respuesta sólo hubiera confirmado sus sospechas —. Lamento ser el que te diga esto, pero no eres su tipo.

Mis ojos se abrieron tanto que temí que se salieran de sus cuencas, ¿acaso estaba insinuando que Finn era…?

Su bufido me dijo que había seguido el hilo de mis pensamientos.

—No, cariño. Me refiero a que no eres su tipo de mujer. Finn Hollande jamás se fijaría en ti de esa manera.

Ahora me sentía insultada.

—¿Su tipo de mujer? ¿Por qué demonios no lo sería?

Callan sonrió, pero esta vez no había burla en su expresión, casi parecía apenado por lo que diría a continuación.

—Porque —dijo, moviéndose hasta detenerse a mi lado —ese es su tipo de mujer.

Aturdida miré en la dirección que señaló para ver el momento exacto en el que Finn envolvía uno de sus fuertes brazos alrededor de la cintura de una alta pelirroja, las prendas que llevaban también eran de época y en su caso revelaban que se trataba de una de las mujeres de la corte. El vestido carmesí se aferraba a su torso en un corsé que me quitaba la respiración y ni siquiera era yo quien lo llevaba puesto; la falda holgada solo le deba una estilizada figura curvilínea. Estaba demasiado confundida como para identificar a la actriz ahora mismo, sólo sabía que era hermosa, absurdamente hermosa, como Finn. Como Callan.

—¿Esta es tu manera de insultarme indirectamente? —pregunté, logrando controlar la humillante tristeza que me invadía. Gracias a Dios.

El rostro de Callan se mantuvo extrañamente serio mientras observaba a la pareja alejarse en dirección a la cabaña que hacía de taberna del pueblo, su mirada regresó a mí.

—No. Esta es mi manera de advertirte. Finn Hollande no te conviene. Sólo quise ahorrarte el mal rato.

—¿El mal rato?

Asintió.

—Parecías lista para ir allí y declararle tu amor eterno —se encogió de hombros, el abrigo de piel negra moviéndose —pensé que sería cortés de mi parte, advertirte que cometías un error.

Miré hacia la cabaña, las personas seguían moviéndose de un lado al otro, las indicaciones de la directora asegurando que la filmación comenzaría en breve.

—Quizás tengas razón —la mirada sospechosa que me lanzó me dijo que no creía que mi abrupta aceptación era algo de lo que debería fiarse —, no soy la clase de mujer de la que Finn Hollande se enamoraría.

Pero lo sería.




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