Mientras menos me gustas (mÁs Te Quiero)

QUINCE

La sangre recorría el anguloso perfil de un enfurecido Lord Tylon mientras se ponía de pie, ni siquiera molestándose en limpiar los restos de barro y nieve de sus prendas. Su atención se encontraba en el causante de su caída y el autor de la marca ardiente en su frente, el arañazo de la espada enemiga recorría la cima de su rostro, hasta el nacimiento de su oscuro cabello cerca de su ceja izquierda. El dolor alimentaba la furia silenciosa que lo recorría, varios riachuelos rojizos alcanzaron su ojo, empañando y borrando por segundos la visión de su atacante, todavía con su espada extendida en su dirección; la mirada malvada y triunfante coronando ese diabólico rostro.

Sir Villeneuve.

Lo había perseguido a través de las heladas tierras del reino, lo había encontrado en este páramo olvidado, tan cerca de su meta; en las narices de la Capital. Sabía lo que intentaba hacer, impedir su audiencia con la corona real; evitar que Lord Tylon presentara las pruebas de que Sir Villeneuve no era otro sino el asesino de su propio padre. La estirpe maldita. Su propio bastardo. Lord Tylon sabía con seguridad que esta vez los reyes escucharían sus palabras, aprobarían la condena hacia el traidor, después de todo, Lord Villeneuve había sido en vida un amigo cercano de su majestad. No había encontrado motivos suficientes en el pasado para demostrar su perversidad, hasta ahora. Ni siquiera el hecho de que había robado a una dama heredera de las tierras sin rey para convertirla en su propia esclava sería razón suficiente ante la monarquía, lo sabía. Eso no le había detenido en su búsqueda, nada había sido capaz de menguar sus esfuerzos por descubrir las herramientas necesarias para al fin acabar con su enemigo.

Finalmente lo había encontrado, con la mala suerte de que Sir Villeneuve lo había encontrado a él.

—No puedo creer que estés escribiendo en este momento.

La voz acusadora de Helga me sobresaltó, la inspiración huyendo de mí, corriendo hacia el espeso follaje que envolvía este claro. Suspiré mientras escondía la libreta en mi mochila nuevamente, me aseguraría de terminar ese capítulo al regresar a la cabaña, me prometí silenciosamente.

No había planeado precisamente seguir escribiendo durante este viaje, después de todo eran como unas pequeñas vacaciones que planeaba explotar a fondo; sin embargo, no había contado con el factor emotivo de recorrer las mismas tierras heladas que contenían las historias que había estado escribiendo todo este tiempo.

Había algo mágico y cautivador en este helado rincón desconocido, algo que incentivaba a mi mente a trabajar, sorprendiéndome incluso con la facilidad con las que las palabras escapaban de mí, llenando las hojas de mi pequeña libreta de viaje. Agradecí silenciosamente a Danielle por habérmela regalado, en un principio no entendí el propósito después de todo no era una gran escritora de la realidad, nunca había llevado ninguna bitácora de viaje. En cuanto mi pluma tocaba la hoja siempre había surgido una historia, sí. Pero eran fantasías protagonizadas por otros personajes, a veces incluso en lugares que nunca había visitado.

Ahora entendía la inspiración de conocer la sensación exacta de la nieve rozando mis mejillas, los mismos copos que colgaban de las pestañas de mis personajes. Experimentar lo mismo que ellos, conocer sus sentidos a través de los míos. Era una droga. Y en este momento me sentía volando, la sensación volviéndome más ligera.

Helga esperó a que terminara de colgarme nuevamente la mochila para continuar con el sermón.

—Estás a unos metros del hombre de tus fantasías, ¿y prefieres esconderte detrás de ese cuaderno y —se interrumpió observando confundida mi aspecto —qué demonios traes puesto, niña?

Me encogí, asegurándome rápidamente que nadie nos prestaba atención antes de responder. Afortunadamente, todos estaban concentrados en la preparación de la siguiente escena. Habíamos estado así por horas, observando como la historia se desarrollaba; los actores concentrados en su trabajo, el resto del equipo asegurándose que todo salía bien. Nadie nos había prestado atención más allá de Dixon que se acercaba cada tanto a preguntarnos si necesitábamos algo, o trayéndonos bocadillos durante sus respiros. Los cuales parecían ser escasos. Celine Farrou era una mujer demandante.

Como sea, Helga y yo nos habíamos ubicado en sectores específicos a lo largo de las distintas escenas, siempre en la periferia, fieles expectantes de lo que sucedía. No escuchábamos mucho de los diálogos entre los personajes y sólo podíamos culpar de eso a Helga. Celine nos había invitado a observar la filmación desde los monitores, junto a ella. Rápidamente había deshecho la invitación al comprender que Helga no podía mantenerse en silencio durante los momentos de mayor tensión, siempre lanzando comentarios mordaces y alterando al equipo. Ahora estábamos excluidas, espectadoras silenciosas de la periferia.

No me molestaba, en absoluto. Después de haberme encontrado con Callan McEnroe más temprano y haber descubierto, para mi decepción, que Finn prefería a las damas más, bueno, femeninas; mi plan se había puesto en marcha. Desafortunadamente, no podía volver a la cabaña para cambiarme, o hacer algo más por mi apariencia desordenada después de una mala noche sin descanso. Por lo que tuve que improvisar y cuando Dixon se acercó a preguntar si necesitábamos algo, la idea me invadió.

—De hecho —dije, iluminándome —me preguntaba si tenías algún abrigo que pudieras prestarme. Y una bufanda.




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