Mientras menos me gustas (mÁs Te Quiero)

DIECIOCHO

Pasé el resto de la tarde con una vergonzosa cantidad de crema depilatoria. Mi maquillaje me llevó otra ridícula cantidad de tiempo, pero observando el resultado en el espejo prestado de Helga creí que esas horas invertidas valieron la pena.

Mi peinado y vestuario fueron elegidos bajo la estricta supervisión de mi compañera, quien se había alistado en un parpadeo, aunque su maquillaje lucía incluso más elaborado que el mío. Sus habilidades me aterraban.

Sus ojos delineados en un rosa neón evaluaron el look completo, rodeándome con su bastón cubierto de brillos. No podía hacer más que permanecer paciente, aguardando el veredicto final.

Mi cabello usualmente sujetado en un moño desordenado ahora caía en cortas ondas castañas que rozaban mis hombros. Una de las ondas se adelantó a mi rostro, cortando mis cejas recién depiladas debido a la insistencia de Helga, tenía que admitir que la diferencia era notable.

Quién lo diría.

—Erguida, niña —me regañó Helga mientras regresaba frente a mí. Hice lo que dijo, obligándome a enderezar mi espalda, aunque eso hacía que mi busto resaltara gracias al escote en corazón de la blusa térmica que llevaba. Hacía años que no usaba dicha prenda y el hecho de que ahora me quedaba mucho más ajustada que cuando la compré no pasaba desapercibido.

La temperatura había descendido drásticamente en el transcurso del día, la idea de salir de la cabaña sólo con mi blusa y mi único abrigo decente (que no era una sudadera) me resultaba risible por lo que me tragué mi orgullo y pedí prestado la menos llamativa (y brillante) gabardina de Helga. La prenda del color de las ciruelas maduras era sorprendentemente cálida y me refugiaría del hostil clima sin necesidad de lucir como un perchero andante. Terminé el look con mis mejores vaqueros oscuros y las únicas botas con tacón que había empacado, sólo en caso de emergencias.

Y esta era una, claramente.

Mi maquillaje no era la gran cosa, aunque teniendo en cuenta que me había presentado al set sin corrector de ojeras prácticamente se podría decir que era otra persona. Tuve que seguir los consejos de Helga para saber dónde aplicar cada producto y la manera correcta de hacerlo, ahora mis ojos resplandecían en el gris más brillante para nada siendo confundido con el verde apagado que solía devolverme la mirada en el espejo todos los días. Había aplicado meticulosamente labial borgoña que le daba a mi rostro un aire seductor que jamás creí que asociaría a mí misma.

Estaba…sexy.

Esperaba que lo suficiente como para que Finn decidiera que era la mujer de sus sueños apenas pusiera sus ojos en mí, pero podría conformarme simplemente con llamar su atención.

—Estás ardiente, niña —aprobó Helga con un firme asentimiento —. Tus ojos lucen impresionantes con ese sombreado, te regalaré esa paleta de sombras.

—No es necesario, Helga —iba a comprarme esa paleta de sombra apenas volvamos a casa.

Descartó mi renuencia con un movimiento de su mano, un golpe en la puerta nos dijo que Dixon ya estaba aquí para llevarnos con el resto del equipo. Me tragué el nerviosismo con dificultad mientras seguía a Helga fuera de la cabaña.




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