Mikrocosmos

Capítulo 9: Unos días

— Sorpresa —dijo el chico con una sonrísa.

Los demás estaban cuchicheando, sobre lo que estaban viendo, especialmente Marcela y María Alejandra por lo atractivo que era Manu.

— Pero, ya va, no entiendo —sonrió— ¿qué haces aquí?, ¿desde cuándo estás y... por qué... ? —Susan no sabía qué decir, simplemente no se esperaba esto.

— Bueno, antes que nada, dame un abrazo porque no vine aquí a no pasar tiempo contigo.

Manuel la abrazó, pero ella se quedó rígida como una tabla, no estaba acostumbrada a recibir abrazos, la cara era de asombró, como si estuviera asimilando lo que estaba pasando. Lentamente los brazos de Sus se fueron moviendo hasta corresponder el abrazo y relajarse, la sensación que le daba estar así era de seguridad, le gustaba eso. Para él ese hecho fue satisfactorio pues sabía que ella no lo hacía. Se fueron a lejando y ella ya estaba un poco más cómoda.

Ricardo se aclaró la garanta y Susan y Manu voltearon— Susan, no estamos pintados en la pared —comentó,

— Lo siento, ehm, chicos él es Manuel, Manuel ellas son: Marcela —saludó la chica—, María Alejandra.

—Hola —dijo.

— Ricardo —dijo Susan señalando al moreno el cual solo observaba al ojiverde.

— Y ella es Camyla, que ya te he contado de ella.

— Al fin conozco al chico con el que Sus habla hasta la madrugada —se acercó Camyla a saludar.

— Camyla, he escuchado de ti —se saludaron con un apretón de manos.

— Está para darle toda la noche... —escuchó Sus a sus espaldas.

— ¿Tendrá novia?, porque está para caerle —ese comentario hizo que Susan volteara lentamente y viera a Marcela y a María Alejandra comentando eso que acababa de escuchar. Solo las miró con una ceja levantada.

— Ni lo piensen, bájenle a sus hormonas —respondió a lo cual los demás rieron.

— Disculpame que he llegado así tan de repente —Manuel tomó la mano de la castaña, ella solo miró las manos juntas y luego a su amigo.

— ¿Eres español? —preguntó Ricardo al notar el acento.

— Si —sonrió un segundo—, lo soy, pero no vivo ahí, vivo en florida —Ricardo solo asintió, su cara era inexpresiva.

— Quería ver qué posibilidad hay de que hagamos algo hoy.

— ¿A dónde van? —preguntó Camyla.

— Esperate, no puedo estar, así como si nada contigo...—le dijo Sus a Manu.

Mentira no era, mucha confianza y todo, pero igual debía tener cuidado.

— Tú tranquila, Sus —respondió Camyla—, el simple hecho de que él esté aquí y junto a ti es muy lindo, que venga con nosotros, si quieres —le dijo a Manu.

Pasearon un rato por las tiendas, a veces cuando Sus sabía que se iban a tardar, se quedaba afuera de los locales, ahí aprovechaba para hablar con él, aunque estaban hablando bastante.

Manuel ya le había explicado todo a Susan, y ya le había presentado a Yony.

— Ok, déjame ver si entendí todo —habló Sus y Manu asintió—, tu cuñado tenía asuntos de trabajo y te trajo porque te gusta la profesión y así vas aprendiendo.

— Si.

— Pero también sabía que tú me conocías.

— Bien.

— Entonces mandó a Yony.

— Vale.

— Y si Yony no ve nada raro, nos dejará, pero pendiente de lejitos.

— Básicamente.

— Y yo que pensaba que el día no sería interesante —desvió la vista un segundo—. Aún no puedo creer que estés aquí, es que solo no me lo creo —dijo la chica con emoción—, me esperaba cualquier cosa hoy menos esto.

— Yo tampoco me esperaba estar aquí, que estoy flipando, real que si —habló el chico con una sonrisa—, sois más bonita en persona que a través de la cámara.

— Ay por favor —dijo con sarcasmo—, no empieces.

— Lo dijo en serio, ¿eh?, esos cachetes de tu cara provoca aplastarlos —tomó los cachetes de Sus y comenzó a apretarlos levemente.

— Deja mis cachetes de Hanster —dijo la chica riendo y quitando las manos de Manuel de su cara.

— Tengo que confesaros algo —Sus le prestó atención—, cuando venía en camino no sabía lo que haría cuando os viera o cómo reaccionarias, también me llamó mucho la atención salir un rato, ya sabéis, conocer un poco aquí, y quiero que me des un pequeño recorrido.

— ¿Cuánto tiempo te quedas?

— Me voy el domingo.

— Ok, creo que podemos hacer unas cuantas cosas estos tres días, pero todo depende de lo que diga tu hermano.

— Creo que dirá que si a todo —respondió el chico— ¿Hay algún lugar al que pueda ir saliendo?

— En este momento pudieramos empezar —Susan sacó su teléfono y vio la hora—, son las cinco, podemos ir a un lugar.

— ¿Y qué esperamos?, vamos.

— No puedo irme sola contigo.

En eso llegó Yony, el moreno estaba haciendo una llamada con el cuñado del chico, informándole sobre lo que estaba haciendo.

— Ya hablé con tu representante, dice que los acompañe por los momentos —anunció el moreno.

— ¿Y si llevas a alguien? aunque te juro que no te haré daño.

Ah, traumas e inseguridades, traumas e inseguridades que se aprenden...

— Vamos —dijo Manuel.

 

...

 

— ¿Segura?

— La verdad es que mi mente dice que si, pero los traumas dicen que no.

— Pues, no sé, marica, no tiene cara de malando —Marcela comentó.

— Marcela, no te puedes guiar por apariencias —reprochó Mariale.

— ¿Ustedes qué harían?

— Amiga, para lo que tú me cuentas, yo si iría. Porque no creo que haya venido desde Florida para hacerte algo malo —Marcela otra vez.

— Ese es un buen punto. Pero no me convence del todo, ¿qué tal si todo es trampa? —Mariale ahora.

— Ya dejen de meterle ideas en la cabeza —intervino Camyla.

— Sorry, es que ninguna aquí ha hecho amigos de internet que han venido a visitarnos sin avisar —dijo Mariale.

Duraron unos minutos deliverando, Marcela era la que estaba sacando los puntos positivos, y Mariale la que hacía ver el lado negativo. Fueron unos minutos bastante largos. Buscaban opciones.




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