Mil veces, tú (libro 2 de Perdido en ti).

Capítulo 13: Catástrofe y curación.

Rosé

Wonho tuvo que irse por un rato, debido a que tenía que traerme ropa y un par de pertenencias personales desde casa. Al estar sola, me sentía sin ningún sentido, nostálgica y me limité a recordar el principio de todo. Aquel momento en que me di cuenta que comencé a tener problemas mentales.

Regresé a casa llorando hasta el punto que sentía ahogarme con mis estúpidas lágrimas. Apenas llegué a la sala y me dejé caer sobre el sillón, nerviosa comenzando a jugar con mis dedos. La respiración se me estaba entrecortado y sentía que la cabeza iba a estallarme. El cuerpo se me hacía pesado, por lo que me costaba caminar. Quizá ya me estoy volviendo loca.

Filip había terminado conmigo, por una razón evidentemente estúpida. Estábamos en un restaurante en el centro y un desconocido, me pidió mi número porque deseaba conocerme con mayor profundidad. Él se murió de los celos, me dijo que yo le había permitido coquetear conmigo y que era mi culpa. Le dije que era un completo imbécil, y luego de escucharme, me mandó a la mierda y dijo que quería que termináramos con nuestra relación.

Yo amaba, corrección, yo amo a Filip enormemente. Mi estabilidad mental y emocional depende de su compañía y de los momentos que vivamos juntos.

En un intento por sentirme un poco mejor, me puse de pie y fui al baño a verme en el espejo. Cerré los ojos, desesperada, y noté en mi reflejo que el rímel se había corrido a lo largo de mi cara y que las lágrimas caían una tras otra.

—¿Qué te sucede, Rosé? —Lancé el bote de crema hacia el espejo, causando que este se rompiera y yo agarré ciertos mechones de cabello y comencé a tirarlos. Me resbalé lentamente en la pared del baño, y envolví mis delgados brazos alrededor de las rodillas y dejé que el llanto cesara por sí mismo. Aquel fue un proceso que me tomó mucho más de una media hora.

Cuando me calmé del todo, salí del baño ignorando todo lo que acababa de suceder y después de limpiar mi rostro, que demostraba el hecho reciente, salí a la farmacia y logré comprar unas cuantas pastillas tranquilizantes, dándole un dinero extra al chico que trabajaba en el lugar. Regresé a casa, y me fumé un par de cigarros antes de irme a la cama y conciliar el sueño.

Lo que sucedió hoy no estaba bien. Pero, tampoco se lo iba a contar a alguien como si estuviese hablando de las prendas que compré en el centro, porque prefería guardármelo como un gran secreto. Un secreto que solo fuese para mí, eternamente solo para mí.

Aleska

Salí del edificio en el que teníamos la empresa para dirigirme a una farmacia y comprar cualquier cosa que fuera capaz de moderar los nervios que se apoderaron de mi cuerpo apenas recibí la alarmante llamada de Wonho. Compré una pastilla y una botella de agua, y al mirar hacia abajo, noté que mis manos temblaban con fuerza. Tampoco me creí capaz de volver a trabajar, por lo que fui a una cafetería y ordené un late acompañado de un par de donas de fresa y chocolate.

No pasó demasiado tiempo hasta que recibí una llamada de Bruno, y la cual tuve la obligación de contestar para evitar que su preocupación siguiera avanzando:

—Aleska ¿Por qué no estás en la empresa? ¿Ha sucedido algo? No es común que salgas de tu oficina hasta la hora del almuerzo y todavía falta para que lo sea.

—Recibí una llamada que logró alterarme mucho, así que tuve que salir a comprar una pastilla para los nervios. Y ahora mismo, estaba en una cafetería porque no me siento capaz de trabajar en estas condiciones —Suspiré tomando un poco de mi late.

—Aleska, ya deja de darle tantas vueltas al asunto y dime de una vez qué demonios está pasando contigo o si le pasa algo a alguien que quieres —suspiró—Por favor Aleska, ya deja de dar vueltas.

—Es Rosé. Bruno, es Rosé —me tomé un momento para tomar un sorbo de mi café—Wonho me llamó, sonando desesperado, a contarme lo que pasó con ella; él fue a tomar una ducha y al salir, la encontró recostada en la cama sin tener movimiento alguno, apenas se dio cuenta que estaba viva debido a su respiración y porque parpadeaba.

—¿Y cómo está ahora mismo? ¿Ha habido un avance de cualquier tipo? Por Dios, no creí que algo como esto iba a volver a suceder, mucho menos con ella de por medio.

—No sé. No tengo idea de nada, lo último que me dijo antes de colgar la llamada fue que estaba a punto de hablar con el psiquiatra.

—¿Y qué esperas? ¡Llámalo para preguntarle si ha habido algún avance en el caso clínico de Rosé!

Rosé

7 de enero, 2021.

Fui capaz de dormir durante horas desde la noche anterior hasta la mañana del día siguiente. Y lo primero que vi luego de abrir los ojos, fue a una enfermera muy amigable:

—Señorita Kim ¿Puede oírme? —Me sonrió, cosa que me hizo sentir muy a gusto.

—Sí, lo hago —a pesar de todo, me encontraba un poco somnolienta. Supongo, que debe ser algún efecto de cualquier medicina que me han dado o de la misma anestesia.

—¿Cómo se siente, le duele algo? —Me preguntó.

—No, estoy bien —negué—¿Tal vez puede ayudarme a sentarme? Tengo un poco de dolor físico, pero, no pasa de eso.




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