Pisaba lo más que podía el acelerador, debía perderlos rápido. No sabía muy bien que querían con nosotros, pero he de suponer que no era nada bueno.
Los chillidos de ella solo hacían que me preocupara más por alejarme de ellos, no permitiría que le hicieran daño.
—Tomaré la Autopista —Le dije y de inmediato tomé la intercepción que me lleva a dicha ruta.
Con suerte allí los perdería.
(...)
19 años atrás.
No sé de qué manera iniciar mi historia, se supone que está inicia cuando nacemos, pero como a todos nos pasa, no recuerdo nada de esos momentos. Por esa razón solo diré que todo comenzó una noche del 13 de abril.
Mi madre, Ana, se encontraba tranquila pasando una noche normal con mi padre, Miguel.
Mi padre es mexicano y mi madre es española, así que ya se imaginarán la mezcla que tengo en la sangre.
Regresando al tema, ellos pasaban una linda noche, pero según lo que me cuentan al parecer yo quería participar de ella y no me refiero a desde dentro del útero de mi mamá.
En ese instante se dio la primera contracción.
Ellos eran padres primerizos así que ante eso toda la tranquilidad que sentías se esfumó en cuestión de segundo y ambos se alarmaron, en especial mi padre, o al menos eso dice mi madre.
No perdieron tiempo y llamaron a mi abuela.
Ella tan sabia cómo siempre les dio el consejo de ir al hospital, yo venía en camino.
Y así fue.
Después de tres días de ir y venir al hospital nací a las 10:20 del 15 de abril en Madrid, España.
Mi infancia tuvo sus altos y bajos.
Mis padres pasaron algo de trabajo para criarme, pero con ayuda de mis abuelos lograron hacerlos de la mejor manera.
A los dos años de mi nacimiento llegó mi reemplazo... Digo, mi hermana.
Ella no lo acepta, pero es más que obvio que ella es adoptada.
A pesar de no recordar, me han contado que era algo celoso. Siempre trataba de llamar la atención de mis padres.
Parece que muchas veces gracias a mi hermana me sentía desplazado.
Creo que eso es algo que la mayoría de los hermanos mayores sentimos en algún punto de nuestra vida.
Y así siguió mi vida hasta que luego de cumplir mis cuatro años llegó mi segundo reemplazo.
Ahora no solo debía tratar con Cristal, sino también con una pequeña bebé llamada Daniela.
Ya se imaginarán lo que paso después de todo eso.
Cuando ingresé a primer año, a diferencia de otros niños, yo no llore en mi primer día, yo no era niño de mami... Bueno, solo un poco.
No era de los mejores, pero tampoco de los peores, era un estudiante promedio.
Pero creo que en esa etapa es lo que menos hay que tener en cuanta, después de todo a penas y estamos aprendiendo lo básico.
Pensado mejor... Creo que sí es importante. En fin, no importa. Continuemos.
No contaré más nada de mí en el colegio debido a que no pasó nada relevante. Pero si les contaré sobre un hecho que marcaría el rumbo de mi historia.
Verán, un día mi madre, Cristal y la pequeña Dany, que para ese momento ya tenía un año de edad, fuimos al parque.
Cómo siempre sucedía yo corría de un lado a otro. Mis padres siempre me han dicho que parecía que mi batería se cargaba con el sol porque eran esos montos en lo que más energía tenía.
Siguiendo con la historia, ese día corría de un lado a otro y jugaba con algunos niños que conocí allí mismo.
Eran lindos esos momentos en los cuales la vida se trataba de eso, jugar.
Jugaba con otros tres niños a las carreras hasta que llegó mi hermana junto a otra niña.
Era linda, muy linda. Pero bueno en ese momento en lo que menos me fijé fue en eso.
—Los niños no juegan con niñas —Fue lo primero que dije.
Era algo bobo, pero hay que aceptar que muchos pensábamos eso cuando éramos pequeños.
Que iluso era en ese tiempo, no sabía todo lo que me esperaba a causa de esa niña.
Y si se preguntan quién soy, pues, soy Milán, sí, como la ciudad italiana. Pronto sabrán la razón de mi nombre.