MilÁn: Las Marcas Del Pasado

Segunda Marca: Su Amistad

—¿Tienes miedo de perder contra una niña? —Me dijo la pequeña pelirroja la cual para ese momento aún no sabía su nombre. 

—Te ganaría hasta con los ojos cerrados. —No me iba a dejar decir cosas por ella. 

—Pruébalo. 

Ella era muy madura para solo tener seis años. Puede que el hecho de que se apegaba mucho a su hermana mayor en ese tiempo tanga algo de influencia. 

—Bien. 

Ambos nos pusimos el uno al lado del otro. 

—El primero en llegar al árbol gana. —dijo ella señalando un pequeño árbol que estaba a unos metros de nosotros. 

—A la una. —Inicie a contar. 

—A las dos. —Continúa ella. 

—¡Tres! —Hablamos al mismo tiempo. 

Ambos iniciamos a correr y obviamente yo era más rápido que ella. 

—Lenta. —Dije girándome para burlarme.

Lo siguiente que vi después de eso fue el suelo acercándose a mí. Lo primero que hice fue meter mis manos. 

Un ardor en mi rodilla se hizo presente, dolía y mucho. 

—¡Mamá! 

Fue lo único que dije mientras sentía como mis lágrimas descendían por mis mejillas. 

—Te gané. —Dijo la niña llegando junto a mí. 

Lo que menos me interesó fue su burla. 

Luego de eso mi mamá llegó y me calmo.  

Solo era un pequeño raspón, pero yo lo sentí como si me hubiera partido mi piernecita. A consecuencia de eso me tocó quedarme junto a mi mamá mientras veía como los otros niños jugaban. Mi mamá estaba arrullando a una pequeña Daniela y yo simplemente estaba viendo la nada completamente aburrido. 

—Hola. —Dice la misma niña pelirroja llegando junto a mí. 

—Hola. 

—Ten. —dice mientras me extiende una galleta. 

Mire a mi mamá un momento pidiéndole permiso a lo que ella solo asintió.  

Tome la galleta y ella sonrió. 

—Esta es la galleta de las disculpas. 

Su hermana y ella tenían la costumbre de que cada vez que alguna cometía un error para disculparse debían darse algo, pero no cualquier cosa, debía ser algo que sea un reto de conseguir para así demostrar cuán importante es la disculpa. 

Esa galleta se la había quitado a su mamá sin que se diera cuenta. 

Luego de eso fue como si lo sucedido hace un rato se hubiera esfumado. Ambos pasamos la tarde jugando. 

Y eso provocó que esa tarde dijera algo por lo cual mi papá me molestaría por mucho tiempo. 

Al llegar a casa encontramos a mi padre y nos preguntó que tal nos había ido. 

—Hoy conocí una niña. 

—¿En serio pequeño? —Me pregunto mientras me tomaba para cargarme. 

—Si y mamá dijo que cuando este grande voy a poder casarme con ella. 

Él miro un momento a mi mamá y ella tenía una pequeña sonrisa. 

—¿Y cómo se llama? 

Yo bajé la mirada apenado. 

—¿Sucede algo? 

—Se le olvidó preguntar su nombre. 

Mi papá rio levemente. 

En la noche le insistí a mi mamá para ir al parque al día siguiente, pero ella simplemente se negó porque debía ir al colegio. 

Y así pasó una semana en la cual no supe de ella, pero más de una vez mi padre bromeó conmigo respecto al tema. 

El bullying en mi familia es algo a lo que cualquiera que se junte con nosotros debe soportar. 

 

(...)

 

 

Luego de una semana por fin llegó el sábado y ese día regresamos al parque y nuevamente la vi. Y está vez si me presenté.

 

Sofía, su nombre era Sofía.

 

Poco a poco se convirtió en mi amiga, y no solo mía, sino también de mis hermanas. Nuestras familias al igual que nosotros se juntaron, había una buena relación entre todos.

 

Y así pasaron seis años. 

 

Sofía y yo nos habíamos vuelto inseparables, éramos los mejores amigos, aunque ella se llevaba más con mis hermanas.

 

Mis hermanas... Si antes se llevaban la atención de mis padres ahora lo hacía más. Cristal era la representante de la clase, cosa que llenaba de orgullo a mi padre y Daniela o Dany, como le gustaba que le dijeran, había iniciado su carrera como actriz y era el más grande orgullo de mamá.

 

En otras palabras, yo estaba en la zona negra de la familia, era el más normal de los tres y digamos que no me importaba mucho, había cosas buenas de no ser el centro de atención.

 

Estaba buscando algo que ver en el televisor, todo estaba aburrido.

 

—¡Alto! —Grito la pequeña Daniela.

 

Era una mandona en esa época. Tenía la autoestima altísima para solo tener ocho años, a esa edad yo aún me comía los mocos. Lo sé hábito horrible.

 

—No quiero verte comer. —digo pasando el canal donde mostraban su comercial. 

 

¿En serio se emocionaba por aparecer de extra? ¿Y comiendo?

 

Si eso era actuar hasta yo lo podía hacer, pero como no me interesa ni un poco mejor ni lo intento.

 

—¡Mamá! —Dijo mientras corría en busca de ella.

 

Un regaño más, que importa.

 

Esa tarde me castigaron por eso.

 

Daniela era una niña malcriada.

 

 

(...)

 


Primer día en la secundaria como siempre baje del carro sin siquiera mirar atrás. Me gustaba tratar de que mi primer día siempre fuera el mejor. 

Lamentablemente ese día Sofía no pudo ir gracias a qué estaba enferma, pero siempre he sido bueno para hablar con las personas así que no estuve tan solo. 

Ese día conocí a un chico llamado Julio, el cual con el tiempo se volvería mi mejor amigo. 

 

 

 

 

 

 




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