—Brooke, deja de jugar con eso y cámbiate quieres —ordenó el pelinegro frente a mi acomodando su camiseta.
—Si ya voy, hadita —respondí guardando mi nuevo teléfono en el bolsillo del pantalón. Al fin luego de un mes de trabajo había reunido para comprarme uno. Si soy sincera fue un acto muy gratificante, comprarlo con algo que yo misma trabaje.
—Este es el cuarto apodo que me inventas en lo que va de mes, puedes dejar de hacerlo, es molesto —protesto entornando los ojos, como lo hace casi siempre.
—Ay por favor, a ti te encanta que lo haga, no lo niegues, me amas —exclame lanzando un beso en el aire, él lo rechazo. A lo que proseguí a poner mi mejor cara de indignación.
—Deja el drama y vístete, ya los otros están afuera. —indicó cruzándose de brazos con un semblante serio. Pretendía seguir la discusión sin embargo una compañera de trabajo aprecio en la escena.
Ella saludo a Hades con un beso en la mejilla y después se acercó a mi, pero en ves de darnos un simple saludo me abrazo con todas sus fuerzas. Y si que tenia fuerza aquella rubia.
—¡Hola! Brooki —saludo con entusiasmos sin soltarme. —Te extrañe —añadió soltándome al fin para dirigirse a su bolso.
—Si, yo también.
Esta chica era un poco extraña, siempre se la pasaba con una sonrisa y cantando como si viviera en un musical, a demás de que abrazaba a todo el que se le cruzaba en el camino. ¿acaso no le duele sonreír tanto?
Me acerqué al pelinegro mientras que la rubia seguía registrando en su bolso y cantando.
—Dime que no soy la única que piensa que ella es rara —susurre para que Adara no me escuchara, aparte de ser una caja de felicidad también era demasiado sensible y lloraba por cualquier cosa, tampoco soy un monstruo sin corazón que quiere herir sus sentimientos señalando la verdad.
—Pero mira quien habla, la señora normalidad ¿no? —respondió con sarcasmo acompañado de una diabólica sonrisa, esa que le queda también al desgraciado. Algo tenía el muy idiota que podría ser un ángel cuando quería y al mismo tiempo un demonio si problema alguno.
—Si, imbécil, se que yo no soy muy “normal”. —Hice comillas con mis dedos. —Pero ¿es que no le cansa sonreír tanto?
—Y a ti no te cansa insultar a las personas, no, no lo hace así que no creo que ella sea mas rara que tu —alego con seguridad de sus palabras. Lo peor es que quizás tenga razón, el maldito puede ser muy observador y en estos dos meses creo que me conoce más de la cuenta. Pero yo no me quedo atrás, también Lo conozco muy bien para saber cuando es que trata de irritarme y este es un momento así.
—Como sea, esperare afuera, cámbiate. —Ordenó de nuevo como si fuera mi padre, hace año que no tengo uno y ha estas alturas tampoco lo quiero.
—Y si no quiero. —rebatí cruzándome de brazos. Suspiro ante mi comentario y miró directo a mis ojos, se quedo así por unos segundo hasta que se dio cuenta de que enserio no me iba a convencer.
—Hazlo, deja el capricho —espeto cansado de la situación, negué con la cabeza y le di la espalda.
—Oh pelea de parejas, mejor me voy —comento la rubia manteniendo su sonrisa de siempre.
—¡No somos pareja! —gritamos Hades y yo al unisón.
—Si claro —dijo guiñando un ojo para después irse cantando, como siempre lo hace.
—¿Cuál es el empeño de las persona en pensar que somos parejas? —exclamó el pelinegro en medio de un suspiro.
—No lo se, tal ves somos tan geniales que cree que nuestra genialidad debe ser unidad. —brome tratando de aligerar el ambiente
—En eso estoy de acuerdo contigo, somos geniales. —concordó con una sonrisa
—Bueno, unos más que otros.
—Si digo que tu eres mas genial ¿te cambiarás? —inquirió. Y volvemos con el tema del trabajo.
—No, no lo haré, lárgate a trabajar a mi me dejas en paz. —Quería molestarlo mostrarle que no hay persona más irritante que yo.