Capítulo 7. La perfecta distracción.
ZED
Cuando llegué a esta ciudad no conocía nada más allá que el pueblo lejano en el que había nacido y crecido, no tenía ni idea de como era sobrevivir a una ciudad del calibre de Nueva York; tan inmensa, ruidosa y llena de humanos, humanos que se la viven en su propio mundo ignorando todo a su alrededor, concentrados en un solo objetivo que a su vez les hace ignorar que no muy lejos de ellos existe un mundo demasiado diferente al que conocen, un mundo asombroso y a la vez aterrador.
No me fue difícil encontrar un lugar para vivir, me las arreglé para que nadie preguntara por mi edad o por qué vivía solo. La sangre que recorre mis venas tiene un poder sin igual que me ayudó a convertirme en una sombra en medio de la multitud, una sombra que se paseaba de un lado a otro buscándola. Cada pista o pequeño detalle me mantenía en la ciudad hasta que todo me llevó al instituto Bernabeou en Queens. No era seguro que ella estudiara allí, pero debía arriesgarme.
Así que finalmente pude actuar como un chico normal de diecisiete años, aprendí a hablar como un estadounidense común, entré al tercer año de preparatoria y seguí buscándola, me enfoqué estrictamente en eso, encontrarla era mi misión, solo cumpliéndola podría volver a mi hogar. No podía tener distracción alguna que me desviara de eso; así que alejé a todo el que quisiera acercarse, no tenía tiempo para lidiar con amigos ni mucho menos con novias. El problema era que habían más de trescientas alumnas mujeres en el lugar y no podía simplemente ir investigándolas una por una, poco a poco fui perdiendo la fe ya que las pistas empezaron a desaparecer hasta que quedé en blanco, justo como había empezado.
Sin darme cuenta los meses habían transcurrido.
La desesperación por no poder avanzar me llevó a intentar usar mi poder para que de alguna forma me ayudara a encontrarla. Pero fallé; no la encontré, y solo logré que dos de mis compañeros me descubrieran, pues había olvidado por completo dónde me encontraba. Ese día tuve la magnífica idea de encerrarme en un salón abandonado en el sótano de la escuela después de clases, para mi desgracia no todos se habían marchado aún.
Dexter y Lin tenían que hacer un proyecto de química juntos y habían estado tomando suministros de la bodega del sótano, en una de sus visitas a dicho lugar se encontraron conmigo sumido en un trance con el cuerpo entero rodeado de mi poder, el cual había tomado el control sobre mi, y se dejaba ver como electricidad y destellos azules que recorrían cada parte de mi. Según Lin, mi aspecto daba un poco de miedo, mis ojos se volvieron completamente blancos e incluso en ellos las líneas azules de mi poder se hacían presentes, jamás había usado de esa forma mi poder y no podía controlarlo, hasta la fecha aún me cuesta hacerlo. No tengo ni idea de lo que hicieron para atraerme de nuevo a la realidad, pero desde ese entonces los tres fuimos inseparables.
Mi amistad con Dexter Rossen creció de tal forma que se volvió como un hermano para mi, él era consciente del riesgo y aún así se comprometió a ayudarme a cumplir mi misión. Lin es un caso aparte, soy consciente de su lealtad y siempre le estaré agradecido. Ambos se convirtieron en dos pilares importantes en mi vida, si aún no he perdido la cabeza sin duda alguna ha sido por ellos dos.
Lastimosamente la amistad con Dex traía un pequeño gran detalle que hasta la fecha me sigue sacando canas verdes: Isabella Rossen, su hiperactiva y demasiado curiosa prima. Mi mayor problema con ella era que cumplía con todo lo que había venido evitando desde que puse un pie en Nueva York.
Isabella Rossen era y sigue siendo una perfecta distracción.
Y cómo la detesto por ello.
Mi atención estuvo sobre ella desde el momento en el que cayó a mis pies la primera vez en aquel pasillo de la escuela. Mis ojos se perdieron por completo desde esa mata sedosa de cabello negro como la noche, hasta esos grandes e ingenuos ojos verdes, y esa jodida boquita que sin necesidad de algún labial siempre se encontraba de un color rojo cereza, apetecible y atrapante. Odiaba verla, detestaba estar cerca de ella porque cada maldito pequeño detalle de su persona atraía inmediatamente mi atención, en especial esa forma de ser suya, era como si desprendiera luz con solo una sonrisa. La veía en la escuela y cada vez que iba a casa de Dex y ella pasaba a lo lejos, a veces sin siquiera yo darme cuenta ya me encontraba mirándola, y es que esa pequeña diablilla aprovechaba cada oportunidad para recordarme que existía y que con solo pasar frente a mi ya lograba sacarme de órbita.
La odiaba.
Y claro que me daba cuenta de sus miradas hacia mi, ella no es la reina del disimulo para nada. Yo atraigo su atención, su curiosidad, su deseo. Pero vine aquí con un propósito, con una misión, e Isabella Rossen no tiene nada que ver en eso, ella no es mi prioridad y nunca podrá serlo.
Aún así, heme aquí, conduciendo a una velocidad inhumana por las calles de Nueva York, dirigiéndome directamente hacia mi posible muerte solo para salvarla del peligro.
Cuando Gideon se la llevó ella extendió su mano hacia mi y tuve la oportunidad de tomar brevemente su muñeca, no pude sostenerla pero pude tomar algo suyo: una pulsera de colores con el nombre de su mejor amigo. Parece algo insignificante pero esa pequeña pulsera fue mi guía hacia el lugar donde el mestizo se la llevó. Con mi don pude sentir la esencia de Isabella a través de la pulsera y solo así pude seguir su rastro, como un maldito canino.
Detengo el auto frente a un edificio a medias, la parte superior parece estar aún en construcción. No pierdo el tiempo y después de estacionar el auto a una distancia considerable, en un abrir y cerrar de ojos me transporto al interior del edificio, justo donde siento a la chica. Llego justo en el momento en el que ella rocía gas pimienta en el rostro de Quirril, y quedo sorprendido al ver que no conforme con hacerle mierda los ojos ella le lanza una jodida patada ninja mandándolo a volar. Isabella se echa a correr con tanta euforia que ni siquiera se percata de mi presencia detrás suyo. Tardo unos segundos en reaccionar y cuando lo hago corro detrás de ella, con una diminuta sonrisa incrédula en mi cara.
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Editado: 08.02.2025