Mirage: El Secreto de Zed

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Capítulo 10. Conexión.

ZED

Llego a La Cueva después de un día de clases muy pesado. Si no tuviera que fingir ser un adolescente normal juro por todo lo sagrado que nunca se me hubiese cruzado por la mente meterme a estudiar, pero parte de mi misión es mezclarme entre los humanos para así poder llegar a la princesa. Ella ni siquiera debe saber que es la heredera al trono de un país entero, ni mucho menos debe saber sobre el peligro en el que se encuentra ahora mismo con uno de los mestizos más poderosos y sanguinarios yendo detrás de ella. Si no llego a ella antes que Gideon... todo lo que he hecho hasta ahora habrá sido en vano.

Dejo mi mochila a un lado para dirigirme a la pared donde tengo toda la información que he recopilado en estos dos años. Del escritorio saco la nueva información que adquirimos esta semana: se trata del consejero real del difunto rey, él fue el encargado de sacar a la princesa del castillo. Lo único que sabemos de él es que cambió su nombre y vivió en esta ciudad hasta el día de su muerte hace unos cuantos años, para ese entonces él ya no tenía en su custodia a la princesa perdida. Suspirando, lleno de estrés y con miles de preguntas sin responder en mi cabeza, coloco su foto en medio de todos los papeles con la ayuda de un alfiler de color rojo

Me llevo una mano a la barbilla mientras pienso en todas las posibilidades de lo que pudo haber hecho con la heredera. La que más tiene sentido en mi cabeza es la que dejó a alguien más a cargo de ella; no creo que haya sido tan estúpido como para dejarla a su suerte, sabiendo lo que podía pasar con su reino si llegaba a ser encontrada por los Alarkíos. Debo descubrir con quién la dejó, quiénes fueron los encargados de esconderla después de él.

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando mi teléfono comienza a sonar con una llamada entrante. Lo saco del bolsillo de mi pantalón y contesto sin quitar la mirada de la cara del hombre de confianza del rey.

—Habla Zed.

—¡ZED! ¡NECESITO TU AYUDA! —grita Lin del otro lado de la línea con un tono de voz urgente y aterrado.

Me tenso de inmediato y sé que algo realmente malo ha pasado.

—¿Lin? ¿Qué ocurre? —pregunto temiendo lo peor.

—¡Es Isabella! ¡Ellos intentaron... ellos intentaron...! ¡Y ella se interpuso!

Ella solo grita y balbucea cosas sin sentido, intento calmarla y le pido que hable con más claridad mientras me apresuro a buscar las llaves del auto que Floyd me prestó hace algunos días.

—¡La mataron! ¡Mataron a Isabella! ¡Los Alarkíos la mataron!

Me detengo bruscamente y me quedo congelado con una mano sobre el picaporte y con la otra sujetando con una fuerza descomunal el aparato electrónico sobre mi oreja. Una punzada atraviesa mi pecho al escuchar lo que grita, mi cuerpo se estremece por dentro y mis manos tiemblan.

—¿En dónde estás? —logro preguntarle con la voz rasposa.

—Estoy escondida en un callejón, tengo su cuerpo a un lado, nos escondí detrás de unos tachos de basura por si regresan.

—La dirección, Lin. Dime la dirección.

Ella me dicta la dirección en medio de su ataque de ansiedad.

—Voy para allá.

En tiempo récord salgo de casa y me subo al coche, arranco rápidamente y sin más piso el acelerador a fondo, conduzco como un loco desquiciado por las calles de Queens, tomando varios atajos para así evitar el jodido tráfico de la hora pico en la que todos salen del trabajo o la escuela. Llego en unos diez minutos, pude ver el negocio de la madre de Dex a unas calles, lo que me explica el por qué Isabella Rossen estaba aquí justo en este maldito momento. Estaciono el auto frente al callejón subiéndome a la acera para evitar que alguien nos vea, al bajar corro hacia el lugar y comienzo a buscarlas por todos lados hasta que las encuentro casi al final.

Lin, quien se encuentra en una esquina llorando en silencio, se incorpora soltando un sollozo antes de lanzarse a mis brazos, me abraza con fuerza e intento contenerla antes de hacerla a un lado suavemente para poder ver mejor a la pelinegra dueña de mi estrés y mi mal humor. Me acerco a ella y me acuclillo a su lado para poder tomar su pulso colocando dos dedos en su cuello, respiro aliviado al sentirlo muy acelerado.

—Está viva —le informo a Lin, quien suelta un suspiro lleno de alivio, me volteo hacia ella—. Necesito que vayas al auto y abras la puerta trasera para mi, ¿puedes hacerlo?

—Si —ella se marcha rápidamente a hacer lo que le pedí.

Regreso mi atención a Isabella; su respiración es agitada al igual que su pulso, de pronto grandes lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas y una expresión de puro sufrimiento invade su rostro, comienzo a preocuparme de nuevo al ver su estado, aparto un mecho de cabello negro de su cara acariciando su mejilla húmeda de paso, endureciendo el rostro me apresuro a tomarla en brazos y me dirijo rápidamente hacia el auto, donde Lin nos espera mordiéndose las uñas de la preocupación. Acomodo a Isabella en los asientos traseros cuidando de no golpearla, luego de asegurarme de que estará bien Lin y yo nos trepamos al auto y comienzo a conducir de nuevo hacia mi casa. A este punto me sorprende que ningún policía me haya detenido ya y es que hasta Lin se sujeta con fuerza del asiento ante la gran velocidad con la que vamos, pero gracias a eso no tardamos mucho en llegar a La Cueva.

Una vez más tomo a la pelinegra en brazos y la llevo hacia el interior de mi hogar luego de que Lin nos abriera la puerta, voy directamente hacia las escaleras que llevan hacia mi dormitorio y dejo el frágil cuerpo de Isabella sobre mi cama. Ella luce aún más agitada, y ha comenzado a estremecerse, sea lo que sea que le hayan hecho está sufriendo y mucho.

Ryker es el único que está en el lugar, se acerca a nosotros alarmado.

—¿Pero qué mierda pasó? —nos mira sin entender nada.

—Dime qué paso, Lin. —susurro.




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