Mirage: El Secreto de Zed

XII

Capítulo 12. Confusiones y promesas silenciosas.

ISA

Acomodo los dos mechones finos de cabello que he dejado sueltos sobre mi rostro de forma que lo enmarquen y ajusto las dos coletas a los lados de mi cabeza para que ningún mechón rebelde se escape, la chica que me devuelve la mirada en el espejo se ve increíblemente atractiva, no queda rastro alguno de la tímida Isabella, y creo que eso me gusta. Por primera vez en mi vida me siento hermosa y un poco atrevida.

La temática de la fiesta de esta noche es basada en el juego de fútbol americano, así que he decidido vestirme como una porrista sexy gracias al consejo de Ryker quien lo sugirió cuando aceptaron mi ayuda; dijo que si quería tener a Greg comiendo de la palma de mi mano tendría que usar bien todo mi "armamento". Debo resaltar que Dexter casi se queda calvo del enojo cuando aceptaron mi plan, pero fue peor después porque casi le sale espuma de la boca cuando vio el uniforme de animadora que Tayana consiguió para mi. Nos tomó mucho trabajo convencerlo de dejarme hacerlo, pero entre todos lo logramos, aunque la charla que tuvo a solas con Zed tuvo mucho que ver. Nadie sabe qué fue exactamente lo que le dijo el peliblanco, pero funcionó.

Aplico mi perfume favorito en mi cuello y muñecas antes de retocar mi maquillaje, no suelo maquillarme mucho pero esta noche admito que saqué mi maquillista profesional interior y para ser la primera vez que intento hacer un maquillaje mucho más elaborado, me ha quedado bastante bien. Estoy satisfecha.

Tomo mi teléfono cuando vibra anunciando un nuevo mensaje, es Gregory, aparentemente ya viene en camino. Respiro profundamente intentando calmar mis nervios, me digo que solo se trata de mi torpe compañero de equipo y me recuerdo mi objetivo principal.

Además, es mi oportunidad de demostrarle a Zed... es decir, a todos los chicos, que puedo ayudarlos. Yo también puedo ser muy útil para la misión.

Unos suaves toques en mi puerta me sobresaltan haciéndome girar hacia ella, se encuentra abierta de par en par y Zed se encuentra de pie bajo el marco. Trago fuerte cuando sus ojos azules zafiro me barren de la cabeza a los pies lentamente con una intensidad que me cala los huesos y enloquece mi corazón ya de por sí acelerado. Intento sonreír pero sé que fallo, estoy muriéndome de los nervios y él con su escrutinio silencioso no me está ayudando mucho, al contrario, me vuelve una gelatina humana.

—Parece que ya estás lista. —murmura con una voz ronca que me deja sin palabras, nunca antes había escuchado ese tono en su voz.

Me sonrojo.

—Eso creo, ¿qué tal me veo?

Me doy la vuelta en broma soltando una risita y extiendo mis manos cuando vuelvo a estar enfrente suyo. Lo miro esperando una respuesta, paso saliva cuando tarda en responder; sus ojos no se despegan de mi y no veo desaprobación en ellos.

—Perfecta.

Es apenas una palabra, pero desata todo un zoológico dentro de mi.

Esta vez mis mejillas no son las únicas en calentarse, puedo sentir mi cuello y mis orejas hirviendo. Creo que voy a desmayarme.

Zed desvía la mirada de pronto y con sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón oscuro se adentra a mi habitación, se detiene justo frente a mi y de nuevo sus ojos regresan a los míos. No nos hemos visto desde hace dos días, cuando intenté ayudar a Lin y terminé con el cerebro hecho un lío, cuando estuvimos a punto de cometer una locura en su habitación.

—¿Cómo estás? —pregunta dejándome confundida—. Después de lo de... hace unos días.

Oh. Se refiere al ataque del... Ilusionador.

—Estoy bien. Tomará tiempo superarlo pero ya no estoy al borde de la locura, esa es una buena señal, ¿verdad?

Asiente relajando su tensa expresión.

—Yo... tengo un regalo para ti.

Mis cejas se van al cielo.

—¿Un regalo? Mi cumpleaños ya pasó y tú no sueles regalarme nada... nunca. —me río nerviosa, él alza su mano izquierda para rascar su nuca.

—Lo sé, iba a dártelo ese día pero pasó todo ese caos y no pude hacerlo. —dice intentando aparentar indiferencia, pero para mi sorpresa puedo notar una pequeño temblor en su voz, como si estuviera nervioso—. Sé que nunca te he dado nada, pero esta vez es diferente.

Ladeo mi cabeza observándolo con curiosidad.

—¿Por qué?

—Porque también es un pequeño detalle para disculparme por como te traté aquella vez en mi casa, antes del ataque. Lin me hizo ver que fui muy duro contigo, fui grosero, no fue la mejor manera de decirte las cosas. Así que... lo siento.

Mi mirada decae cuando menciona a la asiática, recordándome el por qué no permití que aquel acercamiento de hace un par de días en La Cueva se convirtiera en algo más, iba a ser un gran error.

—Ah. —susurro mirando mis manos juguetear entre sí.

No lo veo pero escucho el movimiento de su mano rebuscando algo en el bolsillo de la sudadera negra que lleva bajo su chaqueta de cuero, un segundo más tarde una pequeña caja de terciopelo rojo vino aparece frente a mi. La tomo despacio, intentando no tocar sus dedos, no me hace falta tocarlo para saber que el sentir su piel quizá solo provocará dolor en mi, porque su toque es algo que jamás podré tener así lo anhele con toda mi alma.

Al abrir la pequeña caja ahogo un suspiro al ver un dije de plata en forma de sol y luna sujeto a una cadena del mismo material adentro. Una sonrisa se forma en mis labios y no puedo evitar acariciar el dije con la yema de mis dedos, es simplemente hermoso; la media luna se entrelaza con el sol volviéndose uno solo.

—Es hermoso. —logro pronunciar absorta por cada pequeño detalle del dije.

—Era de mi madre. Solía usarlo cuando tenía algo importante que hacer, decía que esta cadena con su dije le daba buena suerte, cada vez que lo usaba... todo salía bien.

Alzo la mirada de golpe y lo miro alarmada.




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