Capítulo 14. La princesa perdida.
ISA
Todos mis pensamientos se bloquean al instante en el que siento la intensidad con la que el chico de cabellos blancos del que he estado enamorada desde hace dos años me besa.
En un principio me paralizo.
Esta vez no he podido evitarlo porque me ha tomado por sorpresa. Me imaginé que al reunirnos me echaría rayos por no obedecerle e incluso imaginé que no me dejaría volver a involucrarme por exponerme de la manera en la que lo hice, pero jamás imaginé que me besaría.
El instinto de echarme para atrás está allí, pero esta vez es más grande la necesidad de finalmente caer y dejarme llevar por lo que siento que la opción de apartarme queda más que descarada.
Y es así como caigo en el más dulce y peligroso pecado.
Lo beso con toda la pasión que he estado reprimiendo durante tanto tiempo.
De pronto el beso sorpresivo se convierte en una lucha por ver quién es el que más desea al otro; el baile de nuestros labios es lento pero duro e intenso, su lengua se adentra a mi boca y me roba el aliento cuando se enreda con la mía, su aliento fresco se mezcla con el mío y el mundo deja de girar por un instante en el que le entrego todo, con un suave mordisco le dejo en claro lo mucho que he deseado este momento y el gruñido que se le escapa me eriza la piel. De pronto sus manos abandonan mi rostro para dirigirse hacia mi cintura, me acerca a su cuerpo hasta que nuestras anatomías se pegan a más no poder, ahogo un gemido que pugna por salir de mi garganta al sentir la presión posesiva y firme de sus manos alrededor de mi cintura. Apenas soy consciente de que he soltado mis tenis, pero he aferrado bien mi teléfono pese al estado de ensoñación al que Zed me ha sometido.
Mi mano libre se ha enredado en su cuello y mi boca no hace más que reclamar la suya con desespero.
Zed me besa de una forma en la que nunca antes había sido besada; es como si estuviera enojado conmigo por mi desobediencia y estuviera descargando su enojo a través del beso, pero al mismo tiempo es como si quisiera dejarme en claro lo mucho que se contuvo para poseer mi boca, como si él también hubiese estado reprimiendo las ganas de besarme todo este tiempo. Poco a poco el beso comienza a bajar de intensidad hasta que nuestros labios terminan en una lenta danza, probándose, saboreándose, tentándose sin querer soltarse, hasta que lastimosamente la unión de nuestros labios debe acabar.
Por unos breves segundos su frente descansa sobre la mía mientras ambos luchamos por recuperar la respiración, mis ojos no se separan de sus labios sonrojados, un furioso sonrojo invade mis mejillas al ser consciente de que la culpable de que se encuentren así soy yo. Pero de pronto el miedo y la incertidumbre de lo que va a pasar a continuación comienza a invadir mi agitado pecho, me preparo mentalmente para ser rechazada por él pero... eso no ocurre.
Zed da dos pasos hacia atrás alejándose de mi, mis manos caen flojas a los lados de mi cuerpo a la vez que mis ojos lo observan temerosos, inseguros. Él me mira pero a la vez no; es como si su mente estuviera pensando en mil cosas a la vez, de nuevo puedo ver la tormenta interna a través de sus ojos pero no puedo descifrarla, por más que quisiera... no puedo descubrir su alma, ni lo que piensa o siente.
El sonido de un auto pasando por la calle interrumpe el silencio tenso en el que nos hemos sumido y los ojos azules del peliblanco recorren lentamente el entorno a nuestro alrededor, fríos y calculadores, se asegura de que no haya peligro alguno cerca. Apenas me mira cuando habla, con voz profunda y algo ronca.
—Debemos irnos.
Parpadeo asintiendo torpemente.
—Si... —balbuceo agachándome para tomar del suelo mis pobres tenis que han sufrido caída tras caída esta noche.
Lo sigo dando pequeños saltitos mientras lucho por ponerme los zapatos, cuando lo logro agilizo el paso para colocarme a su lado. Caminamos en silencio aproximadamente unas tres calles abajo hasta llegar a un auto que reconozco a la perfección; es el auto de Dexter. Mi primo asoma su cabeza por la ventana del conductor y sus ojos verdes me barren de pies a cabeza con seriedad, su gesto se suaviza al ver que no estoy herida y suspira aliviado, le doy una sonrisa tensa.
Zed abre la puerta trasera para que yo pueda entrar al auto y se sube a mi lado un poco distanciado, Tayana me sonríe desde el asiento del copiloto.
—¿Todo bien, barbie pelinegra?
—Todo de maravilla, barbie sirena.
Dexter gira su cabeza rápidamente hacia atrás para mirarme con asombro.
—¡¿Lo lograste?! —pregunta incrédulo.
Alzo una ceja.
—¿Tenías dudas acaso? Lamento decirte que cuando me propongo algo, no me detengo hasta que lo consigo. —alardeo palmeando mi bolsillo donde guardé mi teléfono con las fotos hace un minuto—. Me decepcionas primito, pensé que me conocías.
Dexter bufa e intenta refutarme pero Zed lo interrumpe.
—Arranca el auto Dex, no quiero permanecer aquí más tiempo del debido. No quiero exponernos más esta noche, la gente de Gideon podría aparecerse en cualquier momento y no sería nada bueno que nos encontraran aquí.
—¿Qué crees que pase cuando descubran que les robamos la información? Irán tras Isabella. —comenta Dex arrancando el auto. Los ojos de mi primo me miran con seriedad a través del espejo retrovisor—. Es la única que ha estado en la casa de ese ñoño hoy.
Suspiro recargando mi espalda contra el asiento.
—Es un riesgo que acepté tomar al hacer esto Dexter, lo importante es que lo conseguimos.
—Si, tonta, pero ahora estarás en peligro.
—Igual que tú. —me cruzo de brazos—. De todas formas no se darán cuenta de que sabemos todo, no robé la información; solo le tomé fotos.
Dexter resopla inseguro.
—Sabes que no permitiré que les pase nada a ninguno de los dos. —le dice Zed a Dex—. Anne ya sabe lo que tiene que hacer, pero ni tú, ni ella podrán bajar la guardia cuando salgan de casa.
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Editado: 11.04.2025