Capítulo 18. Éxtasis = caída libre. PT 2.
ISA
La primera vez que vi a Zed supe que en sus ojos azules había un gran secreto oculto. Supe que era diferente al resto, que había algo en él que lo hacía resaltar de entre todos los que lo rodeaban y que no sólo se debía a su aspecto físico tan diferente a los demás, con su piel pálida y su cabello blanco; había algo más que me era difícil de descifrar. Pero ahora, teniéndolo frente a mi, luciendo tan desesperado por tenerme... solo puedo verlo a él, al chico que intenta ocultar su verdadero ser con frialdad y dureza. Puedo ver quién es en realidad.
Es apasionado, firme, algunas veces vulnerable, irritante y mandón, pero sobre todas esas cosas hay algo importante: siente.
No hay necesidad de responder a nada. Nadie es el primero en poseer los labios del otro, ambos nos buscamos al mismo tiempo, y cuando nuestros labios vuelven a encontrarse... ya no hay vuelta atrás.
Sus manos toman mi cintura atrayéndome hacia su cuerpo, me hace rodear su cintura con mis piernas y rodea la mía con sus brazos, presionándome contra su cuerpo. Está caliente... realmente lo está.
Me separo un poco.
—Zed, tienes fiebre, espera... —susurro luchando por volver a mi lugar, pero él parece haber recuperado su fuerza porque su fuerte agarre a mi alrededor no me deja moverme ni un solo centímetro.
—No es fiebre.
Mi frente se arruga pero no me da ni un segundo para preguntar nada cuando en un rápido movimiento cambia nuestras posiciones y me deja de espaldas contra el suelo, ahogo un grito y me sujeto a su espalda con mi ritmo cardíaco a mil por segundo al tenerlo encima de mi cuerpo, sus ojos brillan de una forma casi hipnótica y de repente me encuentro embelesada por ellos; nunca he visto nada igual, son hermosos.
—Dime que me detenga, dime que no sientes nada, dilo ahora mismo porque si no lo haces y me sigues mirando de esta forma no podré parar —ruega posando sus frente sobre la mía.
Una de mis manos tímidas acaricia su mejilla y no puedo evitar demostrarle a través de mis ojos lo mucho que anhelo ser suya hoy, mañana... siempre.
—No puedo —pronuncio ahogadamente.
Posee mis labios con rudeza robándome el aliento, su lengua y la mía se encuentran comenzando una lucha en la que no hay un ganador, el deseo es tanto en ambos lados que todo se convierte en una guerra donde los dos estamos desesperados por descubrir al otro. La tensión que por dos años se ha construido entre los dos finalmente ha llegado a su limite. Nunca se me cruzó la idea de que Zed Pietro pudiera llegar a sentir aunque sea una pequeña pizca de lo que yo siempre he sentido por él, y ahora está aquí, adorando mi cuerpo con sus manos, besando mis labios como si lo hubiera deseado desde siempre, como si estuviera perdido... por mi.
Lo inimaginable ahora sucede, lo platónico se ha desvanecido, ahora es una realidad.
La boca de Zed desciende desde mis mejillas hasta mi cuello donde deja besos húmedos y suaves mordiscos que me erizan la piel de pies a cabeza, sus manos acarician mi cuerpo sobre la ropa robándome suspiros, estoy absorta por el revoltijo de sensaciones que me hace experimentar.
Sus manos comienzan a desabotonar mi blusa de algodón de manga larga favorita, va desprendiendo botón a botón hasta que deja al descubierto mi sencillo sostén negro, mis mejillas se encienden cuando se incorpora un poco sobre mi para poder mirarme, de nuevo sus ojos brillan con intensidad y aunque al principio pienso que es por mi desnudez, luego me doy cuenta de que en realidad su atención está puesta sobre el collar con el dije de luna y sol que me dio el día del baile. Sus dedos lo toman con cuidado y lo observa con la respiración agitada.
—Aún lo conservas —susurra mirándome a los ojos. Sonrío un poco.
Nunca me lo quito, me hace sentir que una parte suya siempre me acompaña, me ha consolado todos estos días lejos de él.
—Lo cuido por ti, como lo prometí —murmuro tímida.
Sus manos ahuecan mi rostro con dulzura y acerca su boca a la mía.
—Me tienes, Isabella, completamente.
Quita mi blusa por completo y sus labios hacen un recorrido descendente hacia mi pecho donde van dejando pequeños besos sobre la piel expuesta, sus manos no se quedan quietas; bajan por mi piel hasta encontrar el botón de mis jeans, al desabrochando solo es cuestión de segundos para que desaparezca. Cuando su cuerpo vuelve a posarse sobre el mío un fuerte estremecimiento nos sacude a los dos al sentir nuestro toque piel con piel, la calidez de su cuerpo cubre el mío y la fría bodega se torna caliente.
Mis manos acarician y se pasean por su espalda mientras que mis ojos no lo pierden de vista intentando grabar el momento para no olvidarlo nunca, si esta es nuestra última primera vez quiero recordar cada detalle así lo pague caro cuando todo termine. Justo en este momento podría ser la chica más masoquista del mundo, pero cuando tus sentimientos te ciegan no piensas en nada más que vivir el ahora.
Aún así, en medio de mi ensoñación, una pequeña parte de mi cerebro que aún conserva un poco de sensatez me obliga a intentar una última vez detener esto, pese a que sé cuál será la respuesta.
—No podemos hacer esto... lo sabes, debemos parar —susurro en medio de un suspiro que me arrancan sus besos, Zed regresa a mi y esconde su rostro en mi cuello para poder susurrarme en el oído.
—Dime que me quieres lejos, que no quieres esto tanto como yo, pídeme que me largue ahora mismo, pídemelo y lo haré. Lo juro.
Mis uñas se hunden en la piel de su espalda cuando su entrepierna se presiona contra la mía, ahogo un gemido e inconscientemente muevo mi cadera para buscar de nuevo esa deliciosa fricción, Zed gruñe y comienza a moverse para seguir el ritmo de mis caderas, esta vez me es imposible no gemir. Entonces, al no recibir una respuesta mía, todo queda dicho.
#857 en Fantasía
#3544 en Novela romántica
fantasia magia aventura, romance amor novelajuvenil, traicion atraccion secretos miedo amor
Editado: 09.06.2025