Mírame a los ojos

La última Carta

Querido Andrés:

Hoy fui a tu boda. ¿Sabe lo irónico que suena eso? Para mi mucho.

Podría no haber ido, era una decisión que no era tan difícil. Pero aun así no pude hacerlo, ¿soy débil no es cierto? Me da igual, nos conocemos de años, hemos sido el apoyo del otro durante mucho tiempo, soy tu mejor amiga… como te lo dije mirándote a los ojos.

¿Sabes algo? He estado recordando el tiempo en que nos conocimos por primera vez, en esa oportunidad que se escapó de nuestras manos. Incluso tuvimos una segunda oportunidad, pero yo fui la culpable de que se escurriera entre mis dedos.

Yo fui la cobarde en aquel entonces y lo fui hoy viendo como decías tus votos de amor a una mujer que no era yo.

¿Qué clase de masoquista soy que no salí corriendo?

¿Por qué eres tan importante para mi que odio el hecho de verte triste?

¿De que no me importa si amas a otra mujer si eres feliz?

¿Me estoy matando? Con certeza te digo que sí, pero no puedo dejarlo, este amor hay formado parte de mi piel tanto tiempo que ya sería muy difícil arrancarlo.

¿Te has preguntado alguna vez como sería ser egoísta? ¿Cómo se sentirá esa sensación?

Por un momento lo fui, cuando dejé a mi futuro marido en al altar, sabiendo que no me dolía porque tu estaba ahí.

Porque tú siempre estabas ahí, la tonta fui yo por tardar tanto en darme cuenta.

Ya no tengo mucho que escribir Andrés, todo está dicho, todo se dijo con los ojos pero no pudimos hacer nada. Yo fui muy cobarde y tú tenías que ser valiente frente a otra mujer, ya tu amor… no era mío.

Los viejo tiempos siguen acechando…

Recuerdo el primer día que huí de tu mirada, hoy volví a verte, pero hoy lo hice por última vez, como esta carta, será la última que escriba para ti. No es tu culpa, yo te dejé ir, mereces ser feliz, y por los dos… debo dejarte ir.

Lo sabías Andrés… ¿no es cierto? Cuando me devolviste la mirada a lo lejos sabía lo que quería decir, por eso, a pesar del dolor que vi en tus marrones ojos me diste una sonrisa, la más bella de todas.

Siempre he odiado las despedidas Andrés, odio el hecho de decir adiós aunque sea la última vez, aunque no te vuelva a ver. Pero ambos los sentimos, lo sé con certeza, de que siempre el recuerdo de esos dos niños tomados de la mano se iba a quedar ahí.

Quería darle la oportunidad a ellos dos de que en sueños vivan su amor, por eso odiaba decir adiós, porque eso era lo único que me iba a quedar de ti.

Un vano recuerdo, tan bello como doloroso.

Pero era hora, esos corazones se mantendrían enlazados mientras hacíamos caminos distintos.

Tu sonrisa lo era…

Ese gesto dulce era nuestra despedida no dicha.

Nuestro verdadero adiós.
















 

Y aquí llegamos al final de la historia. Sé que es corta y hay mucho más que decir, pero es la historia de ellos dos y creo que las palabras sobran.
Gracias por el apoyo que le dieron a la historia y por siempre estar pendiente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.