Misma sangre

Capítulo 4: Jueves

Amaneció con algunas nubes en el cielo, algo poco usual, normalmente las mañanas eran totalmente despejadas en especial durante la estación en la que nos encontrábamos. Me levanté lentamente, aún me dolía la mejilla. Traté de no pensar en eso y apenas vislumbré mi rostro en un espejo traté de no pegar un grito, mi mejilla estaba entre verde, morada y roja y se veía levemente hinchada.

Suspiré frustrada, a paso lento salí de mi habitación y fui a la de Marial. Mi hermana estaba sentada en su cama abrazando sus rodillas, sus hombros se sacudían a cada momento, lo cual me confirmó de que estaba llorando.

─ ¿Qué pasa hermana? ─ Pregunté cautelosamente, mientras acariciaba su cabeza. Marial no respondió, durante varios minutos continuó llorando hasta que poco a poco empezó a tranquilizarse, luego levantó la mirada y me observó con los ojos totalmente rojos.

─ No te preocupes hermanita, estoy bien. ─ Marial se levantó y se secó el rostro. Al igual que yo, su mejilla tenía una coloración entre verdosa y rojiza, además de una costra en el borde de sus labios.

─ ¿Qué sucede? ¿No me dirás nada?

─ No pasa nada, Mariam. Estuve pensando en Lulo, sabes que pensar en el me pone triste. ─ Marial salió de la habitación y se dirigió hasta el baño.

Ambas queríamos mucho a Lulo, nuestra única mascota, y ya había pasado muchos años desde que había muerto, Marial había dejado de llorar por el hasta mucho tiempo, cada vez que hablábamos sobre Lulo, la que lloraba era yo, no mi hermana, ella prefería recordarlo con alegría. Todo parecía un poco extraño hoy.

Busqué la crema que me había prestado mi hermana ayer, necesitaba cubrir mi rostro y evitar las preguntas de cualquier persona, busqué en la caja rosa, la cantidad que quedaba era mínima y no alcanzaría para ninguna de las dos, suponía que mi hermana debía de tener una reserva en alguna de sus otras cajas y las fui revisando, algunas estaban vacías, otras tenían papeles, pero, en la última encontré algunas tabletas de medicamentos, dos tabletas diferentes, y se notaba que mi hermana las había tomado recientemente, intenté levantarlas y verificar el tipo de medicamento que eran, cuando mi hermana abrió la puerta.

─ Mariam ¿qué estás haciendo? ─ Dijo Marial exaltada.

─ ¿Estas enferma?

─ Por supuesto que no. Estoy bastante bien, deja eso ahí.

─ ¿Entonces que es esto? ─ Pregunté señalando los medicamentos de la caja.

─ Me los dieron en la Universidad debido a una infección estomacal. ─ Mientras Marial hablaba su semblante se ponía pálido y podía notar claramente el nerviosismo que la embargaba. ─ Creo que deberías prepararte para el colegio, ya es tarde. 

─ Creo que ya no tienes la crema que me prestaste ayer. ─ Mencioné siguiéndole la corriente, si mi hermana no quería hablar, tendría que hacerle caso, aunque me preocupaba lo que pudiera pasarle.

─ Si te apuras podría ayudarte a disimular el golpe.

Marial me ayudó con el maquillaje y juntas salimos de casa, caminamos algunas cuadras y luego cada una se dirigió a su camino. Durante el recorrido pensé en Sam. Los últimos recuerdos bonitos los había tenido con él. La situación de los días anteriores se repitió, Sam no volvió a hablarme, me ignoraba en cada situación y en cada ocasión que trataba de acercarme a él. Parecía que los días se alargaban cada día más, mi cumpleaños se sentía cada vez más lejano y mi libertad también.

Salí del colegio triste y decepcionada. Hoy no había sido mi día, definitivamente no. Iba caminando sola a casa, muy pocos estudiantes tomaban la misma ruta que yo. La mayoría venían del lado opuesto. Continué caminando, de repente alguien me tomo por los hombros. Pegué un salto del susto y solté un gritito.

─ Mariam, no exageres. ─ Susurró una voz ya muy conocida.

─ ¡Jhon! ─ Voltee dándole un manotazo. ─ ¡¿Qué te pasa?! ¡Casi muero de un susto!

─ Discúlpame enana, pero siempre nos encontramos así. ─ Cierto siempre nos encontramos así.

─ Eres un tonto, ya no vuelvas a saludarme de esa manera, de lo contrario serás tú quien se ocupe de mi cuando muera.

─ Tranquila pequeña fiera. ─ Mencionó socarronamente. Solté un gruñido y me alejé. ─ Espera.

─ ¡No! ─ Empecé a correr. No quería hablar con nadie. Sentía que en algún momento explotaría y me pondría a llorar delante de él. Nadie sabía de lo horrible que era vivir en esta casa, incluso Jhon a pesar de ser hijo de uno de los amigos de mi padrastro no sabía nada.

─ ¡Mariam! ─ Gritó Jhon, pero no tenía la intención de detenerme.

─ ¡No me detendré! ─ Corrí aún más rápido, ya me encontraba cerca de un parque, cuando de repente sentí un peso sobre mí, alguien me agarro por la cintura y caí.

─ ¡Ay! ─ Abrí los ojos de golpe, golpearía a quien me había hecho esto.

─ Mariam, lo siento.

─ ¡Jhon! ─ Él había caído sobre mí. – Levántate o quedaré como pure.

─ No lo haré. ─ Y soltó una de esas carcajadas que me gustaban.  

─ Jhon, no seas tonto. ─ Traté de empujarlo levemente, él se sostuvo en sus brazos y me observó. Lo tenía tan cerca que podía sentir su respiración. Empezó a acariciar mi rostro, de una manera diferente. No sé porque me puse a llorar.



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En el texto hay: asesinatos, familia, venganza

Editado: 17.06.2022

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