Por muy extraño que parezca, esa mañana casi toda la familia se encontraba desayunando en la misma mesa, algo no usual en las mañanas. Mariam observaba de reojo tanto a su madre como a su hermana. Ambas comían en completo silencio, silencio que por primera vez en mucho tiempo no era molesto ni tenso. Al contrario, el ambiente se sentía agradable, tranquilo, incluso cómodo.
Nuevamente su padrastro no había vuelto a casa. Mariam sentía que su presencia realmente corrompía el ambiente. Suspiró aliviada deseando no volver a verlo nunca más.
Apenas finalizaron con el sustancioso desayuno cada uno continuó con sus actividades diarias, Marial tomó sus cosas y salió para la universidad, apenas y había intercambiado palabras con su progenitora y hermana. Desde el día de la fiesta Marial se había mantenido demasiado silenciosa, ignorando incluso a Mariam en un par de ocasiones. En cuanto a su madre, ella continuó con las actividades del hogar, en su rostro claramente se notaba la preocupación por no saber nada de su marido en tantos días. Y Mariam, risueña por el precioso momento acontecido salió de casa tarareando algunas canciones.
Durante sus clases se mostró mucho más animada e incluso más participativa. Finalmente, estas terminaron y Mariam debió dirigirse a casa, con una sonrisa aún más amplia debido a la perfecta calificación que había obtenido en uno de los cursos que más se le complicaba.
En algún momento Sam había tratado de hablar con ella, pero Mariam fue clara, solo quería disfrutar de la vida, de su amigo y de su hermana. No necesitaba a Sam, continuando su recorrido se encontró con Jhon, quién se ofreció a acompañarla.
La relación entre ambos parecía haberse resquebrajado un poco, ambos se sentían un tanto nerviosos y Mariam un poco más incomoda. A pesar de ello mantuvieron una conversación bastante interesante sobre una de las tareas, en poco tiempo llegaron a una de las esquinas desde donde se podía visualizar la casa de Mariam, ambos venían un tanto ensimismados cuando se toparon con unos ojos apuntando hacia ellos, era Marial, quien se encontraba en la otra esquina.
Marial dio pasos cortos hasta ellos. De repente Jhon fue consciente del sonido de una sirena de policía. Dirigió su vista hasta dar con el paradero de tres patrulleros en la casa de sus mejores amigas. Los tres corrieron para enterarse lo más pronto posible de lo que estaba sucediendo.
En cuanto ingresaron a casa escucharon el llanto desconsolado de la madre de ambas hermanas. La mujer apenas podía sostenerse y mantenerse erguida. Sus lágrimas corrían apresuradamente por todo su rostro. Su cuerpo se sacudía con violencia, mientras algunos agentes trataban de brindarle consuelo.
Los agentes les informaron de lo que había ocurrido. Habían hallado a un hombre muerto, en una casa abandonada a las afueras de la ciudad. El hombre había sido torturado violentamente mientras estaba vivo, y en cuanto su corazón dejó de latir, el asesino había mutilado su cuerpo, su rostro era irreconocible cubierto de moretones, golpes con diferentes objetos, y cortes.
No se habían hallado pruebas del posible asesino en el lugar del crimen y se le había identificado porque se encontró la billetera con toda la información de la víctima en la ribera de un río cercano a la casa donde ocurrió los datos.
Se había comprobado todo y se confirmaba que el fallecido era el padre de familia.
Aquella noticia provocó un constante palpitar en el corazón de Mariam, quién hace apenas unas horas había deseado con todo su corazón que su “querido padre” no volviera. La culpabilidad recayó en ella, sus piernas se debilitaron, y estuvo a punto de caer, sino fuera por su amigo. Jhon trató de brindarle todo el apoyo que podía. Abrazó a Mariam y se concentró en realizarle unos ligeros masajes en la espalda. Del rostro de Mariam empezaron a caer grandes gotas de gruesas lágrimas.
Marial, al contrario, luego de escuchar la noticia, retrocedió hasta dar con una silla donde tomó asiento, su rostro se endureció por completo y de repente pareció un ser destruido por el dolor. Solo Jhon llegó a observar esa sutil y pequeña sonrisa que se formó en su rostro, una que apenas duró unos cuantos segundos.
Los agentes se conmovieron ante la escena, toda la familia parecía destruida, y lamentaron desde lo profundo la pronta orfandad de ambas jovencitas y la viudez de la madre. Parecía una familia tan unida y con un profundo cariño hacia el ser querido que había partido de este mundo. Se veían realmente destrozados ante lo que había ocurrido y se horrorizaron cuando relataron algunos detalles de como habían encontrado al cadaver. Se retiraron, no si antes indicarles que harían todo lo posible para hallar al o a los asesinos.
Nadie quedaría impune.
Pronto capturarían al culpable.