Es hoy, y aunque deseaba tener todas las energías a tope, no lo he conseguido. Nunca pensé que Meryl y su novio fueran incansables e insaciables y no fue grato escucharlos jadear casi toda la noche. Cielos, creí que nunca iban a acabar con sus juegos previos. Hasta estuve a punto de ir a empujarles yo misma a ver si llegaban.
Largo un suspiro, porque es ahora cuando debo subir mis baterías al cien y esforzarme por conseguir el trabajo, porque no creo que soporte muchas noches escuchando como ellos salsean sin parar recordándome que no tengo una vida sexual tan ardiente. Aunque en realidad es nula.
¡Rayos!
Esas cosas no son mi prioridad. Me espabilo y termino de meter mis cosas en la mochila mientras la cafetera termina de hacer el café.
―¡Preparada! ―Meryl aparece toda sonriente y vestida con la camiseta de Bill.
―Sí, ya casi me voy ―digo forzando una sonrisa que seguro me sale tétrica.
―Te ves mal, seguro no dormiste bien pensando en la audición, ¿verdad? ―dice, y luego parece meditar en que quizás se deba a otra cosa―, ¿no me digas que hicimos mucho ruido? ―pregunta espantada y aunque me encantaría gritarle que en parte es su culpa y de su insaciable vida sexual, me contengo, aparte porque ha sido amable en darme hospedaje en su piso y tengo una habitación para mí, aunque pegada a la suya.
Sonrío
―Sí, es por la audición. Debo hacerlo todo muy bien.
―Seguro que lo logras ―me anima.
Asiento, sirvo un poco de café y lo mezclo con un poco de nata fría para bajarle la temperatura y luego me lo bebo todo.
―Ya me tengo que ir ―digo llevando la taza al lavaplatos y lavarla para no dejarla sucia.
Una vez lo hago, recojo mi saco y la mochila.
―Espera, Bill dijo que puede llevarte hasta la estación, pero se está dando una ducha.
―Ah, no es necesario.
―¿Seguro? No demora.
―Tranquila, llegaré a tiempo, aunque mejor me apuro, y mejor ve con él, quizás necesite que le talles la espalda ―digo y ella ríe ruborizándose.
―No olvides pasarte por el local cuando termines, quiero que me cuentes como te fue.
―Vale ―digo y salgo dejándole allí con una sonrisa más optimista que la mía.
Me apresuro o si no llegaré tarde. En la calle me dirijo a la estación caminando lo más rápido que puedo para no perder el de las siete. Llego y encuentro donde sentarme. Al hacerlo me siento tan bien que me relajo. Por un momento dejo de pensar en lo que me toca hacer para no ponerme más nerviosa; pero la falta de sueño me pasa factura y termino durmiéndome y pasándome de la parada.
Maldigo mil veces porque me toca tomar uno de vuelta y lo cierto es que no tengo mucho dinero, y no dejo de hacerlo pensando en Meryl y su noche de pasión al estilo gatos salvajes. La audición es a las ocho en punto así que cuando veo en mi reloj de muñeca que faltan diez minutos casi que corro como loca frenética hasta las puertas de entrada del fastuoso club. Apenas llego tengo que serenarme y mirándome en la nítida y lustrosa puerta de vidrio trato de arreglarme un poco. En esas estoy cuando llegan un par de chicas todas elegantes con falda corta y tacones super altos. Miro mi atuendo y como no pedían una vestimenta especial para presentarse me vine en vaqueros y una blusa bonita. Supongo que me veía bastante informal frente a esas chicas. La más alta de todas era muy bonita y se notaba lo bien que manejaba los tacones al verle subir las escalinatas.
Eso me baja un poco la moral al ver que, aunque no había venido como una pordiosera si estaba bastante informal para un club de tanta categoría, pero luego me vuelve a subir al ver que no soy la única que llegaba en vaqueros y camiseta. Es una chica que se ve algo despistada y perece buscar la entrada.
―Es por aquí ―le digo haciendo un gesto de cabeza hacia la enorme puerta giratoria de vidrio. Ella luego de afirmarse los lentes viene hacia mí.
―Gracias ―dice―. Creo que llego tarde.
―No, estás a tiempo ―digo y ella medio sonríe aliviada―. Soy Selenne y vengo para la audición de meseras ―me presento y ella arruga un poco la cara―, ¿supongo que tú también?
―Sí, pero no para meseras.
―Ah, vaya.
―También contratarán personal para la limpieza, y creo que me irá mejor allí. No tengo el porte y la elegancia para ser una mesera.
―Quien dijo que no, eso se arregla usando tacones; pero por lo que dices, supongo que también parezco que vengo para eso, ¿verdad?
―Ya lo creo ―dice sin un ápice de compasión, pero mirándome con algo de pena.
―Debí ponerme tacones y falda ―murmuro abrumada.
―Bueno, tampoco es una exigencia para la audición, pero si quieres ser contratada debes impresionar al dueño desde el primer momento. Es quien tiene la última palabra.
―Parece que sabes mucho.
―Sé algo ―se limita a decir.
―Lo has intentado y no lo has conseguido, ¿verdad? ―me atrevo a suponer.
―No tanto así ―repone y no parece dispuesta a agregar nada más.