Míster arrogante✓

3. Maldito demonio de ojos claros

«Sí es un error, si es un maldito error», me sigo diciendo atormentada. No me equivoqué de solicitud, estoy muy segura de eso. Ni loca que estuviera.

―No deberías enojarte, de todos modos, tendrás empleo y por limpiar pagan muy bien ―dice la chica un tanto alentadora.

―No vine a limpiar, y no me lo tomes a mal, se hacerlo, pero no me preparé para ello ―continúo derramando mi rabia desde que me dejaran allí y no me permitieran rectificar el error.

―Créeme que todas no nos preparamos para esto.

―Debí haberme puesto una falda corta y tacones altos ―murmuro derrotada, porque no hay manera de acercarme al señor “arrogante” Greenwood.

¡Que cuernos! Él mismo me envió allí.

―No tiene que ver con eso ―aduce.

―Pues es lo que vi en esa sala y no sacó a ninguna de ellas, solo a mí. Así que tiene que ser por eso. ―Vuelvo a quejarme.

―No tiene que ver con la ropa ―recalca.

―Que amable de tu parte que lo digas, igual fue lo que me advertiste ―digo frustrada y ella se encoge de hombros como si sintiera que nada de lo que diga va a animarme.

Al igual que en la otra sala para las audiciones de mesera, este salón auditorio también tiene graderías. Están ocupadas con todas las chicas que aspiran al puesto de limpieza. Nadie usa tacones ni faldas cortas, pero las caras son en su mayoría juveniles. Es como si fuera el puesto para las señoritas de la limpieza. Me río por dentro con ese mal chiste, y lo cierto es que este no es el trabajo por el que vengo, pero si a la final me sirve para entrar y abogar por mi verdadera opción, lo aceptaré.

La puerta se abre acallando todas las voces y murmullos cuando la mujer que se sentara al lado del dueño en la audición de meseras entra haciendo resonar sus pisadas con mucho estilo.

―Y bien señoritas, basta de charlas ―habla la mujer con autoridad, acentuando el silencio en el ambiente―. Soy Charleen Foster, la jefa del personal de limpieza y más les vale que se comporten a la altura de lo que requiere este trabajo.

«La jefa», Tal vez pueda hablar…

―Tú ―me señala espabilándome de mis pensamientos. Después hace un gesto con su cabeza para que vaya a donde está. Me pongo en pie y voy hacia allá caminando algo ansiosa como si también me fueran a sacar de allí―, ¿nombre? ―prosigue sin bajarle un decibelio a su tono autoritario.

«Quizás no», me abrumo. No parece alguien a quien se le pueda hablar con confianza. Su modo de hablar marca con claridad la diferencia entre jefa y empleados. Ni Pete con todo lo gruñón era así de mandón.

―Selenne Fisher ―respondo cuando entorna la mirada esperando por mi respuesta.

―Ponte allí. ―Señala luego de mirarme de arriba abajo hacia el otro costado desconcertándome un poco.

No estoy entendiendo nada, pero algo entiendo y es que de momento me queda claro que no puedo abogar por mi causa y preguntarle por qué me asignaron aquí. Ella sigue llamando chicas y agrupándolas. Son impares así que no deduzco de que se trata esa división. La chica con la que entablara una cuasi amistad no fue llamada a ninguno, por lo que pienso que no será contratada.

Le observo y no parece decepcionada, yo lo estaría porque eso significa que no obtendría nada.

―Aliah, ven conmigo ―llama la mujer y todas empiezan murmurar preguntando a quien se refiere. Después nos quedamos sorprendidas cuando precisamente mi cuasi amiga pasa a ponerse a su lado―, espero que esto esté a la altura de lo que pediste ―añade Charleen.

―Me parece bien, y ya le dije a Elijah que lo tomaré ―dice la chica y yo me estoy preguntando que sucede con ella que puede llamar al dueño por su nombre.

―Bien, presten atención ―prosigue la mujer dirigiéndose ahora a nosotras―. Aliah Greenwood será mi asistente en esta área. Ella será su conducto directo conmigo y deben obedecerla como si fuese yo o el mismo dueño. ¿Entendido? ―pregonó la mujer, y todas respondimos: si señora Foster, aunque no nos lo hubieran indicado; sin embargo, ese de que la chica lleva el apellido del dueño me toma por sorpresa.

Le miro y no parece tan excepcional, pero al parecer es familiar del señor Greenwood. No creo que esa coincidencia en el apellido sea una casualidad y fijándome bien, hay un cierto parecido entre ellos. Algo que no se nota a leguas porque no parece alguien muy ostentosa. Entonces mi rostro se ilumina. Ella me mira cuando hago eso y a diferencia mía, no sonríe ni hace ningún gesto. Se muestra adusta, neutra. Eso me resulta irritante porque en primer lugar nunca mencionó nada de su cercanía al dueño y que sería alguna especie de subjefa.

Después de esa aclaración, la señora Foster le pide a Aliah que proceda explicar cuál será nuestra labor y el porqué de la distribución.  La chica lo hace y es tan elocuente cuando habla que me quedo un poco muda. Es como si se transformara en otra persona. Ella da las explicaciones y así es como sé que los tres grupos están denominados por orden en uno: quienes servirán en la parte principal del club. Allí estoy yo y estaremos al servicio de las meseras principales. Lo que quiere decir que nos encargaremos de mantener impecable zona de atención principal, y de paso estar atentas para limpiar todos los desastres que ellas causen. Formaremos parte también de la atención al cliente, pero no serviremos bandejas ni mesas. No sabía si alegrarme o enojarme. Estaré en el área principal que incluye la terraza abierta, pero no puedo aspirar a propinas.




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