Decido no pensar en las prohibiciones del señor Greenwood, al tiempo que me deshago de ese breve momento de cercanía. Sin embargo, debo admitir que, tanto en un lugar de lujo como en otro de menos categoría, es primordial comportarse y no dar signos de nada con los clientes. Pete también nos tenía prohibido fraternizar demasiado porque eso evitaba tener inconvenientes con los clientes intensos, sobre todo en un lugar donde cualquiera puede ingresar.
Lo que si me resulta excesivo es enseñar glamur. Sí Pete hiciera eso no tendríamos ganancias, todos sus fondos se irían en pagar a un maestro como Marcel, que se le notaba lo prestigiado y caro que era, y no solo porque trabajara con Greenwood es que sus lecciones resultaban extravagantes y dignas de una academia de etiqueta del más alto glamur; sin embargo, no reprocho nada y me dedico a seguir sus instrucciones, que cada que hace énfasis en algún comportamiento o movimiento, pienso que no resultaba tan innecesario. De todos modos, el lugar lo requiere por lo que sí, había que comportarse como una dama así fuera a limpiar una simple mesa.
Con las dos horas de clase los murmullos o comentarios sobre aquello que mencionaran las chicas quedó olvidado. Ellas se sentían a gusto atendiendo las indicaciones, a diferencia de las afamadas meseras que no parecían conforme con compartir con nosotras. Sin embargo, si parecían conforme con saber que nosotras, a pesar de estar en el mismo lugar, estábamos un puesto por debajo de ellas.
Es claro para mí que no era lo que buscaba, pero, al fin y al cabo, mi búsqueda por ser aceptada en ese club de lujo ha sido positiva, y, aunque no fuera en el puesto al que había aspirado estaba conforme y comprometida a dar lo mejor para no ser despedida a la primera. Algo que había dicho el señor Roussel es que el buen desempeño tenía recompensas, y en nuestro caso se llamaba, “ascensos”. Por dentro imagino que dirá algo como convertirte en la favorita del jefe, influenciada por lo que dijeran las chicas y eso casi me hizo reír. Sin embargo, guardo mi decoro frente a la cara seria del instructor que da las lecciones y el repaso del manual por terminado. Agradezco que hayamos llegado al final, y luego de ello, aunque la jornada había resultado en una bastante dura y llena de advertencias.
La señora Foster reaparece, viene acompañada de Aliah y el resto de las chicas asignadas para las otras labores de limpieza. Me resulta extraño que ellas no recibieran la instrucción al igual que nosotras. La siguiente indicación es para la contratación, algo que me causa duda ya que el señor Greenwood dijo que estaríamos a prueba, no obstante, mi duda es resuelta cuando es mi turno y la señora Foster me indica que, aunque seamos despedidas se nos dará una compensación para conformidad legal del contrato.
Eso solo aseguraba que no hubiera reclamos luego de ello y fuera cual fuere la causa del despido. La cláusula estipulaba que habría una recompensa por inconformidad de parte del contratante. Era un tema burocrático, Pete lo practicaba cuando no estaba conforme con una contratación, pero no daba sumas tan grandes como la que se estipulaba en la posible recisión.
Al salir de la oficina de la señora Foster con las ideas claras, mi copia del contrato firmado y mis tres libros manuales, me siento agotada. Veo a Aliah salir de otra sala y voy hacia ella.
―Así que eres familiar del jefe ―digo y ella entorna un poco la mirada tras la montura de sus lentes.
―Es una afirmación o un reproche ―responde y yo tengo que reacomodar mi postura.
―No para nada, solo me sorprendió ―digo y ella suaviza un poco su mirada, después me indica que caminemos.
―Sí te lo hubiera dicho, mínimo me habrías pedido que te ayudara.
―¡Claro que no!
―¿En serio? No creo que sigas conforme con el puesto de limpieza cuando venías por el de mesera ―repone y noto algo de sarcasmo en sus palabras.
―Pues te diré que te equivocas, mi objetivo era encontrar un empleo mejor pago y tienes razón, por limpiar pagan muy bien.
―¿Eso quiere decir que te resignaste?
―No, eso quiere decir que estoy conforme y haré lo posible por conservarlo ―respondo y ella luego de arrugar la mirada ríe de soslayo.
―Eres extraña.
―¿Por qué?
―La mayoría no viene solo por el empleo, sino por impresionar a Elijah.
―¿Se gana algo con eso? ―pregunto y ella ríe un poco más entusiasta.
―Eres la primera que pregunta eso.
―Pero es cierto, es alguien que impresiona a primera vista, sin embargo, no busco metérmele por los ojos.
―¿Lo juras?
―¿Qué?
Su pregunta me toma por sorpresa. Esperaba ver alguna burla en su rostro, pero parece bastante seria. Rayos, me pregunto porque piensa eso de mí cuando debería cuestionárselo a las demás que sí parece que ese sea su objetivo.
―Juras que no vienes a conquistarlo.
No sé de qué va su cuestión, pero se me antoja bastante seria.
―No, además, por qué piensas que alguna lo lograría. Él no parece alguien que se interese en alguna de sus meseras. Me resulta arrogante y bastante estricto.
―Elijah, es así ―admite―, y por eso me agrada ―añade y por alguna razón me da la impresión de que se regodea en sus últimas palabras.