Míster arrogante✓

6. Un encuentro con el diablo

Meryl estaba atónita con lo que le estaba contando. No lo creía y estaba tan emocionada como yo con lo que había sucedido. Y aún más con la decisión de Elijah. Estaba convencida de que no me creería.

―Justicia divina, se llama ―expresa emocionada y yo sonrío chocando la cerveza que había traído para festejar.

―Aún no lo puedo creer, de verdad creí que le daría crédito a lo que ella decía.

―Bueno, ya ves que el señor arrogante es bastante justo ―repone haciendo un gesto de apreciación hacia el señor arrogante.

Debería conocerle mejor, eso que pasó fue justo porque no se limitó a creer lo que se decía y lo corroboró. Sin embargo, ¿por qué no hizo lo mismo con mi postulación?

―Solo espero que esto no traiga habladurías.

―¿Por qué?, si la verdad salió a la luz por las cámaras. No tuviste que rogarle para que te creyera.

―Tampoco lo iba a hacer ―repongo recordando que iba a renunciar si era necesario.

Si hay algo que odio son las mentiras, mi padre me enseñó siempre a hablar con la verdad así esta muchas veces no sirviera de nada.

―Me alegra mucho por ti, ahora tienes el puesto por el que fuiste allí.

―Sí ―expreso excitada―, y solo espero que no vuelva a pasar esto otra vez.

―Pero no fue tu culpa, es obvio que buscaban sacarte.

―Es lo que creo, pero no tengo idea por qué ―digo meditando por dentro que aun sigo sin entenderlo.

No conozco de nada a esa tal Catalyn, ni a sus amigas. Tampoco las había visto en mi vida hasta el día de la audición.

―Es obvio, Sel. Eres preciosa y más refinada que todas ellas ―Meryl dice y yo me echo a reír de soslayo.

Ella frunce sus labios como si me estuviera burlando de ella.

―Vale, vale, pero sabes que no me gusta vanagloriarme de lo que mi madre me hizo aprender, y eso obvio que no lo hizo para que terminara como mesera en un club. Su deseo es que me convierta en la mujer de un hombre rico pero conflictivo como Judah.

―Ay ni lo digas ―exclama.

―Meryl, no es que crea que me merezca a alguien mejor, pero si eso pasa, quiero elegirlo yo misma. Que me guste y me haga suspirar como Bill lo hace contigo ―manifiesto y ella se sonroja.

―Bill es especial, y a veces me pregunto por qué se fijó en mí.

―Porque también eres especial y son tal para cual ―afirmo con vehemencia―, aunque algo ruidosos ―añado con diversión y ella ríe aún más nerviosa.

―¡Sel! ―chilla poniéndose más colorada.

―Tranquila, no me molestan sus desfogues de pasión, a veces los envidio.

―Puedes unirte si quieres ―dice haciendo que abra los ojos, y luego ría porque sé que lo dice en broma.

Ella también ríe y niega, levanta su cerveza alzándose de hombros y las chocamos.

―Sabes, aun no es seguro, pero tal vez podrías quedarte aquí si quieres.

―Pero si ya me estoy quedando ―exclamo contrariada.

―Bueno, hablo de todo el piso para ti ―aclara con rostro apenado y nervioso.

Entonces capto a que se refiere.

―Eso quiere decir…

―Sí, estoy pensando aceptar la propuesta de Bill de vivir juntos ―dice y luego chilla como si le hubiera costado sacarlo de su sistema.

―Mer, eso es una decisión difícil pero muy increíble.

―Lo sé, y créeme que me asusta un poco.

―Entonces no te apures, Bill ha sido paciente, y no creo que no pueda serlo un poco más.

―Ese es el problema, en parte me agrada, pero por otra siento que estoy dilatando algo que podría ser fácil.

―Tonta, ninguna decisión es fácil, pero confío en que tomarás la mejor para los dos.

―Eso espero, porque creo que va a proponerme matrimonio ―explica y ahora la que grita soy yo.

―En ese caso, tómalo con calma ―digo incapaz de decirle a mi amiga que hacer, más que siga sus instintos.

Así que levanto mi cerveza con lo último que queda en ella y después de bebérnoslas, decidimos que es hora de dormir porque va a ser la una de la mañana. En mi habitación me siento en la cama rememorando lo que sucedió luego de que Greenwood me ascendiera inesperadamente. Para mí sigue siendo sorpresivo, sobre todo después que me hiciera sacar de las audiciones para mesera, por lo que nunca vio si tenía las cualidades que requiere el puesto. Era extraño, y más él. Por momentos un hombre arrogante y en otros, uno muy impredecible pero agradable.

¡Basta! 

Lo último que quiero es pensar en él de otra forma que no sea como un jefe exigente y antipático y atractivo.

¡Cielos!

Niego con mi cabeza riéndome por mis traicioneros pensamientos que seguro son producto de la cerveza que me tomé; pero ahora no tengo nada de sueño a pesar del cansancio, y tal vez es la adrenalina por sentirme en mi elemento. Meryl no mintió cuando dijo que era algo refinada. Eso fue lo primero que dijo cuando llegué al bar de Pete por el puesto de mesera que había vacante. Al principio todos me miraban recelosos, como si no fuera alguien que pudiera trabajar en un bar sirviendo mesas, y es que mi madre en su afán por convertirme en una princesa digna de un rey me hizo tener clases privadas en casa, e incluso de violín y piano. Eso hizo que cuando entrara en la escuela mis compañeros me consideraran odiosa. Pero para nada era así, por lo que tuve que empezar a hacer el esfuerzo de encajar y demostrar que no me creía nada, y todo aquello solo eran las exigencias de mi madre para aprender a ser una dama, y seguí todos sus caprichos hasta que tuve plena consciencia de que eso no era lo que quería. Además, que era demasiado esnob. No quería eso, y sigo en mi punto. No quiero ser alguien que sigue las pautas de los demás, sino una que se las forja así misma. No reprocho nada de ello, y de algún modo me ha servido para desempeñarme; pero algo si tengo claro y es que no seré lo que otros quieren, sino lo que yo quiera.




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