Mi madre estaba loca si creía que iba a enredarme con ese tal Judah. En que cabeza le cabe eso. Además, ya basta de pensar que solo un hombre puede darnos todo lo que nos hace feliz en la vida. No juzgo ese pensamiento, pueda que haya mujeres a las que les encante eso y se mojen solo de ver hombres como Judah, o míster arrogante, pero no es mi estilo. No cuando tengo mis propias metas, aunque no niego que me gustan los detalles, sin embargo, no de toda clase. A veces solo pueden ser cosas simples.
Quizás hay quienes les impresiona una joya cara y hermosa, yo en cambio pensaría que si tengo una preferiría venderla y estaría feliz con el dinero que usaría para cumplir mis metas de independencia y volver a retomar las clases de piano. Mamá nunca se enteró que ese era el pensamiento de papá para cuando no estuviera. Cuando ya no pudiera complacerle los caprichos. Y es obvio que ahora que ya no está, ella necesita a alguien que le siga manteniendo y creo que piensa que seré yo.
Si tanto lo anhela, me pregunto por qué no se convierte ella en la amante de Judah. Mamá no es tan vieja y sigue siendo bella. Algo que no puedo negar porque me le parezco mucho. De ella heredé su cabellera en antaño larga y negra, y de papá los ojos azules. Papá decía que eran más vivaces que los suyos, y era obvio, yo estaba empezando a vivir y él estaba muriendo.
―¿Lista para empezar en tu puesto oficial de mesera? ―Cara camina hacia mí espantando mis pensamientos, pongo en su lugar una forzosa sonrisa.
―La verdad sigo sin creérmelo.
―Parece que le impresionaste.
―Basta, más bien fue que alguien no le impresionó ―exclamo con picardía y ella asiente riéndose, adentrándonos en el vestidor.
Ya la mayoría ha llegado y están preparándose, yo me dispongo a hacer lo mismo.
―Sabes, me alegro de que la hayan echado, se lo merecía ―Cara manifiesta nada comedida, adentrándose a uno de los cubículos disponibles de cambio.
Hago lo mismo con mi nuevo uniforme de camisa blanca y lazo negro. Al salir le pido que me ayude con el lazo. Jules llega y le dice que no lo haga así, que según el manual debe quedar recto siguiendo la línea de los botones. Me da un poco de coraje haberlo perdido, y ni siquiera sé si lo dejé tirado por allí en medio de mi carrera. Meryl me dijo que estuvo mirando y no encontró nada. Tampoco era probable. Solo espero que no lo encuentre el fuego o alguien de su personal. Cada manual es personalizado y obvio sabría que fue a mi quien se le perdió, aunque eso es solo una suposición, no imagino a Elijah Greenwood visitando el bar pub de Pete.
Es demasiado bajo para su categoría. De solo pensarlo me causa gracia, y no es que al bar no vayan personas de clase, solo que no multimillonarios dueños de exquisitos clubes como estos, donde serían capaces de decir que la cerveza de Pete le sabría a agua de cañería.
¡Diantres!
―Parece estúpido, pero creo que hay que acatar las normas ―reflexiona Cara haciendo que vuelva mi atención a ella―, menos mal tenemos ese manual.
―Chicas ―llamo su atención, tal vez puedan ayudarme con ese asunto―, yo he perdido el mío, alguna me lo prestaría para sacarle copia ―digo y ambas me miran.
―Sí, claro ―responde Cara alzando sus hombros y yo agradezco que no lo tome como una tragedia de importancia―, pero ¿por qué no pides uno nuevo?
―No sé si me lo darán y tampoco quiero ganarme un regaño por ello.
―Tienes razón ―dice Jules―. La cosa aquí es bastante estricta, nada que ver con la cafetería donde trabajaba.
―Pienso igual ―me uno a su comentario.
Mientras las tres terminamos de arreglarnos, en el otro costado las chicas empiezan a murmurar, y unas reducidas voces a festejar como si de repente hubiera un gran acontecimiento. Alguien ha entrado y causado revuelo. Nosotras tres procedemos a unirnos al grupo. Efectivamente en la puerta está Aliah y para mi desgracia también esa Catalyn, y las que han gritado de felicidad son sus dos amigas.
―Todas presten atención ―Aliah habla―. La señorita French ha sido restaurada en su puesto. Recíbanla con agrado y todas a su lugar ―añade y se va, sin dar más explicaciones.
Miro como esa mujer se regodea de lo que parece su triunfo, pero para su desdicha las únicas que están contentas con su regreso son solo sus amigas. No me aguanto a pesar de la intención de Cara de detenerme y voy tras Aliah.
―Espera ―grito deteniendo su paso.
Ella se vuelve hacia mí y voy rápido hacia ella.
―¿Vienes a discutir mi decisión?
―Eh no…
―Perfecto.
―Pero el señor…
―Elijah, no puede ocuparse de estas cosas, y tu vuelve a tu lugar y trata de no meterte con nadie para no crear más problemas ―advierte.
―Pero… ―insisto y ella se muestra adusta.
―Elijah salió de viaje y yo estoy a cargo en su ausencia ―añade dejándome muda y con mucha rabia.
Ella se va y yo tengo que volver a cambiarme la camisa y el lazo. Cara y Jules, están igual de confundidas que yo. Sin más remedio vuelvo a ponerme mi uniforme de camisa azul mientras las otras tres están que no caben de dicha.