Míster arrogante✓

11. Su favorita

¿Su favorita?

Me pregunto qué querrá decir con eso. Especulo con algo de diversión en mi cabeza, sin embargo, las chicas siempre han hablado de eso y como anhelaban ser convertidas en una. En realidad, debería preguntarme que tiene eso de especial o que conlleva. Aunque si aumenta mis utilidades, con gusto ejerceré mi cargo adicional con mucho orgullo. La verdad tengo muchas expectativas sobre lo que eso significa, también, los problemas que me traerá a cambio. Sacando a Cara y Jules de ese saco, lo digo por las demás y en especial las tres.

Cuando llegué al auto toda apurada por haberme demorado en salir, pensé que estarían enojados, pero no fue así, al contrario, parecían contentos de que me tomara mi tiempo como si se lo hubieran pasado muy bien en el auto. Después cuando Bill no se quedó con Mer imaginé que algo había pasado y no pude ir a dormir sin preguntarle que sucedía, entonces ella me confesó que no sé ha quedado para no molestarme, y eso lejos de alegrarme me hizo sentir un poco mal.  Es muy considerado de su parte, pero tampoco pretendo estropearles su intimidad o imponer mis gustos en su casa. Puedo soportarlo. No es que piense que eso sea lo más esencial, pero sí creo que complementa una buena relación. Y ellos se complementan muy bien.

—No quiero que eches a Bill solo por mi culpa.

—Sel, ya te dije que no estoy haciendo eso, además, ya sabes que estamos en proceso de acoplarnos juntos y quizás dentro de poco me vaya a vivir con él —Mer dice y mis ojos se abren con mucha emoción y sorpresa.

—Eso quiere decir.

—Que sí, que no tengo mucho que pensar si quiero vivir el resto de mi vida con él —repone cortando mis palabras con su buena noticia acompañada de un chillido. 

Lo siguiente que hace es mostrarme su mano y descubrir el bonito anillo que lleva en el dedo, razón por la que estaba nerviosa y escondiéndolo bajo la mesa. Ahora se ve a punto del desmayo.

—¿Estás contenta? —pregunto poniendo un granito de serenidad a la euforia.

Sé que sobra, pero estoy segura de que ella espera que se lo pregunte.

—¡Sí! —estalla de alegría—. Y muy nerviosa por todo lo que viene. Aún no quiero ni pensar en los preparativos.

Me acerco a ella y le tomo de las manos apresándolas con cariño para que se calme.

—Todo va a ir bien, ya verás.

—Asegurármelo porque de verdad estoy muy nerviosa.

—Sí —repito alargando la i y luego riendo con ella.

Reconozco que no soy la mejor para entablar relaciones, pero puedo reconocer cuando una lo es verdad. Conozco a Meryl desde hace dos años, cuando llegué pidiendo trabajo en el bar de Pete y todos me miraban como a un bicho raro, y luego su relación con Bill, y sé que son muy especiales. Están enamorados y eso se nota a leguas. No sé si un día encuentre a alguien para mí así. Alguien que no me vea como un objeto al que adornar como Judah.

—Sí, vamos a ir despacio con ello —Meryl dice sacándome de esos pensamientos que antes no tenía, aunque debe ser el efecto Mer y Bill—, tenemos tiempo.

—Más te vale, tienes que esperar hasta que tenga mi piano de vuelta. Porque seré yo quien ejecute tu entrada nupcial.

—Guau, la verdad quiero escucharte tocarla. A Bill le encantará tener una pianista.

—Voy a ir a anticuario, ¿quieres acompañarme a verlo?

—Por supuesto que sí, ¿crees que podrás comprarlo pronto?

—Eso espero, ya no tengo que gastar en mi madre, ahora puedo ahorrar todo para mí. Y ya tengo mis primeras propinas y con esto de que seré la favorita, espero tener ganancias extras y comprárselo en un mes.

—¿Te has preguntado que significa eso? —pregunta con algo de contrariedad en el rostro.

—Si, pero no me hago una idea.

—Bueno, tal y como suena podría ser que tengas que hacerle alguna clase de favor especial.

Mer casi que arrastra las palabras para no ser tan expedita en lo que insinúa, pero aun así puedo captarlo y nos hace gracia.

—¿Favor... especial? —pregunto como si apenas lo estuviera entendiendo.

—Vamos, Sel, no podría ser difícil de adivinar.

—¿Te refieres a eso? —prosigo un poco aturdida. Ella asiente algo nerviosa—, no lo había tomado por ese lado.

La verdad que no imagino al señor arrogante dándome órdenes con un látigo para que le complazca. 

¡Cielos! En qué estoy pensando.

—Y si fuera eso, ¿qué harías? —su pregunta se escucha por encima de mis pensamientos y eso me pone incómoda.

Borro esos malos pensamientos.

—¿Crees que esa sea su intención?

—No lo sé —repone encogiéndose de hombros—, pero creo que vas a tener que averiguarlo —añade y no puedo evitar reír con la idea de cómo podría "averiguar" eso.

Luego ambas reímos como tontas, y después nos espabilamos porque tenemos que salir. La ventaja de trabajar de noche es que al día siguiente no tienes que levantarte temprano y te queda todo el día para descansar. Por mi parte lo uso para retomar las cosas que me gustan, porque mamá se equivoca si cree que no tengo planes. Uno de ellos es volver a retomar mis clases de piano, que son de las pocas cosas que le agradezco haberme dado, aunque por su parte no era más que un requisito sobre las cualidades que debería tener para conquistar a un hombre.  




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