Aún sigo preguntándome que diantres pasa con ella; sin embargo, tengo que admitir que el cambio ha sido radical en ella. Pasó de ser una chica que parecía corriente a algo parecido a la dueña del lugar.
Elijah a la final no dijo nada sobre ello. Creí que me explicaría el por qué Aliah está implicada en eso de ser su favorita, aunque meditándolo bien, no me gusta mucho esta situación donde me siento como si fuera un juguete con el que puede jugar a su antojo.
Creo que no es la mejor comparación, pero no puedo evitar sentir que me hace hacer lo que le da la gana. Ese pensamiento me causa gracia, porque quizás no está alejado de lo que pensé alguna vez cuando las chicas mencionaban eso de convertirse de favorita, solo que de momento no he notado que tenga un carácter más morboso.
Así que Elijah y su látigo están erradicados de mi cabeza.
―Así que lo conseguiste ―Cara dice poniéndose a mi lado.
No dudaba que ese rumor se corriera, pero no parece enojada por el hecho, y sí divertida.
―No me recuerdes eso.
―¿Entonces es cierto?
Cielos, no debí decir nada. Jules también se nos une y parece en la misma sintonía del chisme que Cara. Largo un hondo suspiro.
―Supongo que todas deben pensarlo ―manifiesto sin más remedio.
Mi intención era no confirmar ni afirmar nada, pero es imposible que no se hagan ideas si él mismo fue a sacarme de la sala de descanso.
―La verdad, sí, y créeme que más de una está ardida.
―Cara tiene razón ―secunda Jules con diversión.
Eso me hace poner los ojos en blanco.
―Pues lo hacen en vano.
―No lo creo, así que tienes que contarnos, si quieres ―Cara dice y su último condicionamiento no parece muy espontáneo.
Es obvio que quieren saber de qué trata el asunto y de seguro no mentían cuando dijeron que ninguna decía nada en concreto. No me extraña, Elijah no es que me haya dicho muchas cosas en concreto. Solo sé que ser su favorita es un privilegio con el cual tengo que estar agradecida.
¡Y un cuerno!
―No hay nada que decir ―digo alzándome de hombros.
―Te ha traído, ya lo han comentado, así que es seguro que pasaste la tarde con él.
―Cielos, no diré nada, porque no ha pasado nada, además, ni siquiera sé en qué consiste todo, más que ha dicho que me ha elegido ―comento y ellas casi que chillan en mi oído como si las hubiese escogido a ellas.
―Chicas ―exclamo y me adelanto porque favorita privilegiada o no, en ningún momento dijo que estaba eximida del trabajo.
Me apresuro y ellas vienen cuchicheando divertidas detrás de mí. Al llegar al vestidor, la mayoría ya está allí arreglándose y colocándose sus uniformes. Largo otro suspiro y entro. Voy directo a mi casilla y al abrir mi caseta y sacar mi uniforme, me encuentro que la camisa blanca está sucia, como si no lo hubiesen lavado.
Dejar los uniformes limpios para los turnos, es algo de lo que se encargan las chicas de la lavandería. Sin embargo, no parece que se les haya olvidado, más que sucia está manchada, como si lo hubieran hecho a propósito.
―Qué mal, parece que esta noche no podrás usar tu uniforme.
Quien lo dice es esa Catalyn. Ella se posa toda arrogante mirando con cínica diversión mi uniforme. Cara y Jules vienen conmigo y se llevan las manos a la boca.
―¡Alguien tuvo que ensuciarlo a propósito!, y seguro fuiste tú bruja envidiosa ―Cara le acusa y ella se muestra ofendida y luego respaldada cuando sus dos escoltas se ponen tras ella.
―¿¡A quien llamas bruja!? ―exclama una de sus escoltas.
―Cuida tus palabras ―farfulla la otra y yo solo quiero desaparecer.
Eso hace que mi casillero se convierta en la convención de todas, y no sé si para apoyarme o ponerse de lado de Catalyn. Elijah ni siquiera ha dicho nada oficial y todo se basa en rumores.
―¿Qué está sucediendo aquí? ―la pregunta con la voz inconfundible de la señora Foster se alza por encima de los murmullos y todas se vuelven hacia ella.
Por extraño que parezca, me alivia verla otra vez. La señora Foster se hace paso entre todas y llega hasta dónde estamos y repara con bastante aprehensión el estado de la blusa de mi uniforme.
―Lo he encontrado así cuando he abierto mi casillero ―hablo antes de que pregunte lo evidente.
Ella entorna la mirada y da un rodeo hasta ponerse frente a las otras.
―¿Quién lo ha hecho? ―inquiere y el silencio se asienta en todo el grupo que empieza a mirarse los pies.
―Es obvio que ella. Seguro que es una excusa para no trabajar ahora que goza de los privilegios del jefe. ―La que habla es Catalyn, y me pregunto de dónde saca esas conclusiones.
―¿En qué se basa para afirmar eso? ―pegunta Charleen y ella retrocede un poco.
No tan altanera como al comienzo.
―Es lo que se dice.