Míster arrogante✓

16. Cambio inesperado

Cielos, ¿por qué ahora me pongo nerviosa? Es estúpido.

―¿Ha pensado que hacer al respecto con el asunto del señor Catcher? ―Elijah pregunta y nuevamente tengo que espabilarme.

Hemos subido a su auto, y ahora me siento estúpida pegándome a la puerta; sin embargo, no es raro que lo pregunte. Estoy en la mira de un hombre de reputación dudosa y que ha estado implicado en múltiples problemas de los que no se le ha probado nada.

―Ya lo he rechazado y aparte de ignorarlo, no sé qué más debería hacer.

―¿Sí sabe en la situación que está? ―inquiere

Supongo que la más peligrosa; sin embargo, no creo que me haga nada raro.

―Es mi madre quien me ha puesto allí. Ella cree que es el hombre que más me conviene y da por hecho que yo debería estar a sus pies adorándole.

―¿Y usted que piensa de ello?

―¡Que es una soberana locura! ―exclamo y luego me doy cuenta que estoy hablando con mi jefe―, lo siento ―me disculpo.

―¿Por qué se disculpa? ―pregunta y eso me hace resoplar.

―¿Ser su favorita me permite alzarle la voz? ―pregunto ladeándome para mirarle, con algo de risa nerviosa.

―No.

―Entonces, es por eso por lo que me disculpo ―repongo―, la… verdad es que ni siquiera sé cuál es el alcance de todo esto para mí.

―¿Cree que haberla elegido la pone a mí mismo nivel?

―¡No! Por supuesto que no.

―Entonces no pregunte tonterías.

―No es una tontería; además, si cree que estoy feliz con Judah casi que obligándome a que le preste atención, está equivocado.

―Debe estar obsesionado con usted.

―Creo que es usted, quien debería de dejar de decir tonterías, ni siquiera creo que es eso.

¡Mierda! Solo cuando termino de hablar, es que me fijo que he vuelto a meter la pata. Vuelvo mi mirada al frente avergonzada. Nunca había dicho tantas tonterías juntas, ¿y por qué le estoy contando mis problemas? Supongo que me paso de ser sincera.

Hago silencio una abrumadora tensión llena la cabina. No sería raro que me pidiera que baje de su auto y adiós chica privilegiada. Mi teléfono suena y aprovecho para respirar un poco. Es un mensaje de Meryl.

“Llegamos hace un rato, ¿dónde estás?”.

El mensaje de Mer me da una idea, y tal vez no sea necesario que me deje tirada.

―Podría dejarme aquí.

―¿Dejarla dónde?

―Aquí, mi amiga acaba de avisar que ha ido a recogerme, puedo esperarla. No demora.

―¿Y por qué cree que la dejaría tirada en la vía? ―su pregunta me deja boquiabierta.

―Debe ser porque, si sigo hablando, va a querer a hacerlo ―respondo y él entorna la mirada.

En ella hay una expresión que lejos de parecer irritada o molesta, parece un poco divertida.

―En eso se equivoca, ya lo habría hecho si en verdad me irritara.

―¿Eso quiere decir que le agrado?

―Eso quiere decir que no tiente a su suerte. Ahora, dígame donde vive. La llevaré para que recoja sus cosas, vendrá conmigo.

―Con usted, ¿A dónde?

―A mi casa, por supuesto.

―Debe estás bromeando.

―¿Me ve que bromeo?, señorita Fisher ―cuestiona haciendo que trague con dificultad el nudo que se me hace en la garganta por lo que resulta un inesperado cambio de domicilio.

―N-No… ¿pero por qué tengo que hacer eso?

―Porque parece que no se ha dado cuenta lo que significa estar en la mira de ese Judah, Como mi elegida debo asegurarme de cuidar que no se meta con usted.

―No tiene por qué cuidarme. Puedo mantenerlo a raya yo sola.

―No puede, además, no es la primera chica con la que él se obsesiona. Y créame que no se detendrá hasta que la tenga en sus manos, o en su cama, a menos que quiera estar allí.

―¡Claro que no! ―exclamo indignada.

―Perfecto, ahora, no le costará nada ser obediente y hacer lo que le digo. ―¡Diantres! No quiero estar en la cama de Judah, pero ¿Qué hay de la suya? La idea de estar en su casa me sofoca―, que espera, su dirección ―agrega espantándome.

―Sí digo que no es necesario, lo que me queda es renunciar, ¿verdad? ―expongo.

―No, ya no tiene esa chance.

―¿Como qué no?

―Es lo que he dicho, ahora deme su dirección. Le aseguro que le hará bien cambiar de domicilio, la próxima vez quizás encuentre al mismo Judah esperándola afuera de su casa ―repone.

Largo un suspiro y a pesar de mi reticencia por lo abrupto que es esto, de momento no me queda más que hacer lo que dice. Anoto la dirección en el mapa de su auto y él sigue la ruta, luego busco el teléfono para responderle a Meryl y avisarle que voy de camino, sin embargo, mientras escribo el mensaje no puedo evitar pensar en eso que ha dicho sobre que no soy la primera chica, no es algo que dude, no obstante, ¿por qué lo sabe?




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