Míster problemático

Capítulo 1

―¿Qué te parece este? ―pregunto a mi mejor amiga, Suzanne.

Nos encontramos de tiendas porque mañana sábado en la noche será la cena donde mi familia y la de Albert sellaremos nuestro compromiso. Desde antaño, ambos han mantenido acuerdos de matrimonio para seguir siendo los líderes en la industria hotelera como Woods & Peters. Nunca me opuse a esto porque es algo que viene de generaciones, desde que mi tatarabuela Sonia Peters se enamoró de un Woods, y si bien, no es algo por demás obligatorio, siempre se busca que haya una unión para seguir manteniendo y fortaleciendo los lazos comerciales.

Albert es el hijo segundo de la familia Woods y, por ende, al ser yo también el número dos, casi que nos tocó la obligada lotería. Además, que nunca se ha hecho una ruptura de acuerdos, y aunque no puedo decir que estoy cien por ciento enamorada de él, sí le admiro mucho. Es un líder innato como su hermano mayor, Arnold, quien ya está casado con mi hermana Alaska. Y la verdad, esto me emociona porque, de algún modo, las chicas Peters nos preparamos para ser la esposa de un Woods, y a partir de aquí solo será una consolidación.

La próxima presidencia de la compañía estará a cargo de un Peters, pero debido a que mi hermano aún es joven, todavía estará a cargo de un Woods, y este será Albert en el nuevo cambio de cargo de presidente. Estoy emocionada por eso, aunque tengo muchos nervios, los mismos que mi hermana tenía cuando fue el turno de Arnold.

―¿Qué dices? ―sigo preguntando a Suzanne que arruga la cara ante el vestido que elegí color azul rey.

―¿No es demasiado serio?

Me devuelve su respuesta con otra pregunta. Arrugo la cara.

―Yo diría que es un color bastante sobrio.

―El color sí, pero mira esas mangas tan largas y ese talle hasta debajo de las rodillas, ¿por qué no algo un poco más escotado?

Suu me hace arrugar la cara de nuevo, y no es que yo sea anticuada y aburrida con mi firma de vestir, soy más bien conservadora.

―¡Olvídalo! ―bufo exasperada dejando el vestido en su lugar, porque ese es el problema de ir a tiendas con ella.

Su gusto es más, por así decirlo, escandaloso para los míos, que prefiero vestir recatada.

―Piénsalo, Lou. No querrás que Albert te deje a la primera.

―¿Y por qué va a dejarme? A él le gusta como soy.

―¿Y a ti?

―También ―afirmo yendo por otro pasillo de vestidos de coctel.

―No es por aguarte la fiesta, pero ¿en serio confías en Albert?

―Vamos a casarnos, y ambos estamos de acuerdo en eso.

―¿Te enamoraste de él? ―pregunta y yo me echo a reír.

―Oye, eso viene con la convivencia, Albert es muy atento, y no creo que sea muy difícil no enamorarse de él.

―Hablas como un robot ―me dice haciendo que resople.

―Oh, vamos, lo prefiero mil veces; sin embargo, estaría muy preocupada si me hubiese tocado con Allan, ese sí que es un demonio que no sabe ni lo que quiere ―expongo con un encogimiento de hombros y ella frunce el ceño.

―¿Por qué lo dices? Además, que ustedes fueron juntos a la escuela.

―Sí, pero fue un infierno, Allan estaba loco y no hacía más que dar problemas. La verdad estoy feliz de que le hayan dejado hacer su vida en otro lugar. Aunque hubiera preferido que fuera en otro planeta ―digo y ella se echa a reír.

―Vale, ya me queda claro que Allan es tu némesis, en cambio, a mí me parece que es más bonito que Albert.

―No lo creo. Mientras mi futuro marido es elegante y refinado, él es un idiota que ni siquiera sabe vestirse. La última vez que tuve a desgracia de verlo fue en la boda de Arnold y Alaska, ¿y adivina cómo llegó?

―Dímelo tú ―repone Suu.

―Todo vestido de cuero, parecía un matón. Lo único acorde con la ceremonia era la camisa y la corbata que se la hizo poner su madre a la fuerza, porque por increíble que parezca aún respeta a sus padres.

―Vaya, más que problemático, diría que es un rebelde.

―Y sin causa, como la peli esa vieja.

Suzanne no deja de reír, y lo cierto es que ella no tuvo la mala suerte de conocerlo porque Allan, se fue de casa una vez terminó la reparatoria. Ni sé qué hizo con su vida y tampoco me interesa, y fue bueno que mi madre no tuviera una tercera hija, porque ahí sí me hubiera opuesto.

―Estás de coña, Lou, pero ¿qué harías si te tocara esa suerte?

La pregunta de Suzanne me hace fruncir el entrecejo con mucha rabia, al recordar lo malvado que era conmigo cuando estábamos en la escuela, y solo porque nunca fui como sus amigas, que eran todas locas y atrevidas como él.

Solía llamarme amargada, solo porque no me reía de sus malos chistes, y aparte de eso, no hacía más que molestarme con sus bromas pesadas. Lo que hace que tenga razones de peso para preferirlo muy lejos.

―¡Jamás pasará eso! ―rechisto su cuestión y me apresuro en ir por un vestido que llama mi atención. Este es color verde bosque y el largo va hasta después de mis rodillas para malestar de mi amiga que lo desaprueba con la mirada. No tiene mangas, y el escote es bastante decente―, ¿Qué opinas? Me quedaría bien con la gargantilla de plata y diamantes que me obsequió Albert el año pasado por mi cumpleaños. Aún no la uso y creo que este es un buen momento ―agrego feliz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.