Míster problemático

Capítulo 14

No diría que Allan viste con el mismo tono de elegancia de sus hermanos, su padre o Dariel, pero lo que se ha puesto difiere mucho de lo que ha estado vistiendo desde que le vi. Los pantalones negros le ajustan bien a sus largas piernas, la camisa azul claro con los puños bien anudados, una chaqueta a juego negra, pero no lleva corbata, y, sin embargo, la falta no lo desluce.

Debo admitir que Su tiene razón en que tiene su atractivo, pero no voy a admitírselo porque me ha engañado y me la ha hecho pasar bastante mal.

―¿Y esta es tu manera de conseguirlo? Sobornando a mi amiga ―mascullo, sacudiéndome de todos esos pensamientos sobre su indudable atractiva indumentaria y de los que no quiero llenarme la cabeza.

―Ella estuvo muy dispuesta a colaborar conmigo, pero no la odies, por eso ―repone con cara de inocencia.

Desde siempre y gracias a su buena cara, el idiota puede verse adorable si se lo propone.

―Y tú parece que también estás dispuesto a sacrificarte ―expongo mirándole con altivez.

―Ya ves, ahora estoy a tono contigo ―dice sonriendo―. ¿Pasamos a la mesa?

Su pedido me hace resoplar como si pensara que con ello haré lo que pide.

―No he dicho que cenaré contigo.

Me mantengo en mi línea. En serio quiero ahorcar a Su por esta emboscada, pero ya lo haré más tarde.

―Podemos discutirlo de forma más civilizada.

Allan me hace bufar cuando alza sus cejas esperando mi reacción. Después hace un gesto con su mano señalando hacia una de las mesas junto a la ventana. Le miro achinando un poco la mirada. Lo cierto es que no me molesta del todo, su arbitrariedad para hacer las cosas, sí, pero aun así esperaba que aprendiera a comportarse.

Como sé que no dejará de insistir, lo mejor es que pongamos los puntos sobre las íes para que cambie sus modales, por lo que de inmediato me muevo hasta allá, sin embargo, parece decidido a mostrarse en extremo caballeroso porque gracias a su larga zancada llega más rápido que yo y saca la silla donde voy a sentarme. Le miro arrugando el entrecejo antes de sentarme.

―También te queda perfecto eso que traes puesto ―dice luego de sentarse y por alguna razón me pone algo incómoda, haciéndome consiente de mis hombros desnudos.

No de forma desagradable, sino que se siente extraño la forma en que me lo dice porque no es algo que use de forma habitual, como si fuera una mezcla ente la burla y el elogio, aunque parece prevalecer más lo segundo.

―¿Quieres ganar puntos halagándome? ―pregunto a la defensiva.

―Bueno, eres la única chica por aquí a la que quiero echarle flores.

―Ah, ¿sí? ¿Y qué hay de la de ese club?

Sí, que hay de ella. No la he olvidado ni lo familiar que se veían.

¡Dios santo! ¿Por qué siquiera estoy molestándome por ello?

Por la forma en que me mira puedo notar que eso le divierte y por ende me enoja más que la haya mencionado, como si ella me molestara, puesto que no tendría por qué, dado que él ya no me importa.

―¿Sigues celosa de Beth?

―¿¡Qué!?

¡Diantres!

―Mi amiga ―resalta.

―¡Ni al caso! ―exclamo. El mesero llega justo con la carta de bebidas y se queda atento a nuestra orden―. ¿No vas a elegir de beber? ―pregunto para cambiar de tema.

―No, preferiría que lo hagas tú, ya sabes que no estoy acostumbrado a tanto glamour.

―Para ti no debería ser un problema, los Woods se caracterizan por tener el mejor gusto en vinos ―expreso para molestarle.

―Tienes razón, y ya sabes que no fui tan buen portado, así que en mi caso preferiría una cerveza bien fría, pero sería muy bizarro para ti, por eso quiero que me sorprendas con tu buen gusto, Luisi.

Quería repostarle, pero el mesero estaba atento a nuestro pedido y la conversación, así que tengo que aguantarme.

―¿Me muestras la cata? ―le pregunto al hombre para que deje de estar allí como un fisgón.

―Con mucho gusto, señorita ―responde el hombre entregándome la carta de vinos.

Me pongo a hojearla y mientras lo hago Allan no tiene a donde más mirar que a mí. En el fondo sé que también está retándome, era así cuando éramos adolescentes, siempre burlándose de mí porque todos admiraban lo perfecta y educada que era en todo. Además de inteligente.

Allan siempre fue pésimo en matemáticas y aunque estaba un curso más adelantado, su madre me pedía que le ayudara a resolver los ejercicios, también era así con dibujo porque solo sabía hacer garabatos. Sin embargo, él no era tan retardado como aparentaba y, por el contrario, reconozco que si muy inteligente, solo que se hacía el inútil, y cuando Annabella llamaba a mi madre rogándole para que ayudara al pobre bruto de su hijo yo no podía negarme por lo cercana que siempre fueron nuestras familias.

Sin embargo, había esperado que ella me llamara para interceder por él, pero hasta el momento no lo ha hecho y en el fondo no sé cómo tomar eso. Aunque tal vez se debe a que es consciente de lo mal que nos llevamos los últimos años, antes de que renegara de ellos y desapareciera.




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