Míster problemático

Capítulo 16

―¿Hasta cuando vas a estar enojada conmigo? Mira que lo he hecho por tu propio bien ―Suzanne dice mientras yo le observo achinando la mirada.

Lo cierto es que lo que pasó esa noche con Allan fue toda una emboscada para la que ni dudo que se prestara. A la final no estoy enojada al cien con ella, porque de alguna manera ese tiempo sirvió para que tuviéramos una mediana conversación civilizada, porque con Allan nunca se sabe. Siempre está lleno de sorpresas y a veces no tan agradables; sin embargo, debo reconocer que tiene un punto bastante fuerte en toda esta cuestión.

Con él quizás sé a qué me enfrento al casarme con él, pero con Dariel aparte de que parecemos cortados con la misma tijera de egocentrismo y perfección, no tenemos en común ninguna otra cosa. En cambio, Allan se destaca más por ser un tipo más hedonista.

―¿Allan es mi propio bien? ―pregunto con sarcasmo.

Ella pone los ojos en blanco.

―No diría que es la perfección, bueno sí, es más que perfecto ―dice y parece que distrayéndose con su propia argumentación.

Suspiro.

―Bien, ya basta, me queda claro que te volviste devota a él.

―Ay, Lou, deberías dejar de ser tan inflexible, pero vamos, si no lo quieres y ya te decidiste por el engreído de Dariel, dame permiso para conquistarlo ―emite poniendo una cara tan pícara que me causa molestia.

―Estás loca.

―¿Puedo? ―pregunta y por alguna razón se me pasa la imagen de ellos dos por la cabeza y eso me enoja.

―¡Dije que basta! ―exclamo irascible―. Mejor me voy ―agrego recogiendo mi bolso porque hoy es la dichosa cena en casa de Amadeus Woods y la verdad es que tengo cero expectativas al respecto.

Entonces cuando le doy la espalda se echa a reír a carcajadas haciendo que me vuelva hacia ella ofuscada.

―Caíste tonta, seguro que no te gusta la idea que nadie más te lo arrebate. Así que tranquila es todo tuyo ―dice haciéndome respirar con fuerza.

―Muy graciosa.

―Lo hice Lou ―sigue diciendo―, traté de seducirlo con mis encantos cuando me pidió que nos viéramos en la recepción, pero me dijo que él era exclusivo, tuyo y que solo tú podías ponerle las manos encima ―añade haciendo que resople con fuerza.

―¡Me voy! ―mascullo sacudiendo de mi cabeza para no recordar todo aquello que me ha dicho.

Sin embargo, es imposible no pensar en eso de las grandes proporciones.

¡Qué cuernos!

Hoy es la cena, pero he evitado ir a casa por lo que me he quedado en el loft de Su. Mi teléfono suena y es una llamada de mamá. Cuando le informé sobre ello dijo que Camelia recién se lo había informado y no le gustó que estuviese demasiado contenta. En fin, mi madre no me ha dicho por quién debo inclinarme porque no se le está permitido, pero algo me dice que prefiere al problemático de Allan.

―Hola, mamá ―digo al contestar.

―Imagino que vas de camino a casa de los segundos Woods.

―Sí, es correcto. ¿Algo para decirme o recriminarme?

―¡Lou! Solo quiero que no vayas a pasar un mal rato, ya sabes cómo es el temperamento de Amadeus.

―Mamá, soy una adulta, nada puede intimidarme. Además, deja de preocuparte, es solo una cena.

―Cena de la que Camelia está siendo alarde.

―Bueno, en ese caso a quien debería molestarle es a Anabella, no a ti.

―¿Desde cuándo mi hija se ha vuelto tan sarcástica?

―Vale, mamá, voy a colgar. Te veo en casa ―digo y le cuelgo.

Sigo conduciendo hacia Bloomington Park, es la zona exclusiva donde vive Amadeus y bastante lejos de su hermano Roland. La verdad es que para nadie es un secreto que al ser relegado al segundo lugar siempre le ha guardado algo de recelos a su hermano mayor, e inclinarme por Dariel no dudo que le pongan en extremo contento.

No obstante, pese a todo lo que he dicho, no es algo que tenga cien por ciento decidido, digamos que Allan está en su diez por ciento de posibilidad, sin embargo, pensarlo hace que quiera volverme loca.

Finalmente, llego a la mansión de Amadeus Woods, una propiedad que ocupa bastantes acres a la redonda, demostrando su grandeza. Si bien están en el segundo puesto de mando, ellos también son dueños de una enorme fortuna.

Después de anunciarme y estacionar en la zona de aparcamientos, un empleado viene a recibirme para guiarme hasta el recibidor donde me espera la despampanante Camelia Woods. Viéndola bien, la historia de esa mujer es bastante particular, siendo que no es la primera esposa, sino la segunda, después de que la primera mujer de Amadeus muriera.

―Querida, no sabes lo expectante que estaba por tu visita ―me dice Camelia al recibirme y ponerse a mi lado para guiarme hasta la sala luego de entregarle mi abrigo a su empleado.

Se dice que era una actriz, pero nada más. De ahí que sea una mujer de actuaciones exageradas.

―Gracias, señora Woods.

―Nada de señora Woods, Camelia, puesto que ya estamos en confianza ―aduce mientras transitamos por el largo pasillo del vestíbulo hasta que salimos a la sala.




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