Míster problemático

Capítulo 20

―¿Cuándo pensabas decírmelo? ―pregunto a Alaska de sopetón, luego que la he acompañado para constatar que sus hijos estén durmiendo.

Suele hacerlo para evitar que hagan trampas y se queden despiertos jugando con sus teléfonos o tabletas. Ella suspira yendo a sentarse en el sofá de la sala de estar del segundo piso cuando termina de hacerlo. Allan y Arnie están todavía en el despacho.

―Y no me digas que no lo sabes porque tú y tu marido no se guardan secretos.

Lo cierto es que ellos tienen un grado de confianza que asusta, pero debe ser por eso que resultaron el uno para el otro y o tuvieron problemas al casarse. Ella palmea a su lado en el sofá para que vaya a sentarme.

―¿Allan te lo dijo?

―Sí ―respondo yendo hacia allá y dejándome caer en el cómodo sofá―, ¿pensabas contármelo? ―continúo cuestionándola.

―No ―contesta haciendo que arrugue la mirada.

―Se supone que eres mi hermana.

―Antes de que lo digas, no se trata de lealtad hacia mi marido, solo que no era necesario, o, ¿acaso, eso influye en algo tu elección? ―pregunta y la verdad es que no cambia en nada.

Tampoco es que lo vea como un gran problema porque al fin y al cabo que haya sido Roland o Arnie quien haya hecho volver a Allan, no cambia en nada lo que sucede porque a la final su padre está respaldándolo. Sin embargo, sí creo que influye en Allan, quien es obvio que tiene una mala relación con su padre desde que se fuera de casa.

En inicios desde que se fue a vivir a Montreal a casa de sus abuelos maternos. Acción que no le gustó para nada a Roland, puesto que esperaba que se mudara a Boston, de donde son originarios los Woods. Todo porque considera que la familia de Anabella es demasiado conformista y mundana, ya que solo se habían acomodado a vivir bien. De allí que pensara que le dejarían hacer lo que le diera la gana y tal vez no se equivocó.

―No ―niego relajando mi espalda sobre el abullonado respaldar.

―Entonces, si eso no es un problema, ¿vas a decirme por qué le elegiste?

―¿¡No es lo que esperabas!?

Su pregunta me toma por sorpresa, y eso se suma a la actitud de mamá.

―Por supuesto que no. Era tu decisión y fuera cual fuese lo que eligieras, lo íbamos a respetar.

―¿Lo dices en serio? Pensé que me estaban recordando que debía pensar en mi Dennis.

―No sé por qué lo piensas, de todos modos, se trata de que halles tu propia felicidad.

Felicidad, ella menciona esa palabra y ahora mismo no le encuentro mucho significado porque no es preciso lo que ambos buscamos con este acuerdo temporal. Medito en sí contarlo a Alaska, pero me contengo. Sé que ella no me delataría, pero es mejor no involucrarla para que después no digan que hizo parte de esto.

Podría ser un problema grande si Amadeus se entera.

―¿Crees que puedo hallar la felicidad con Allan?

―Considerando lo mal que se llevaron en el pasado, no; no obstante, creo que ambos ya maduraron, ¿verdad?

―Admito que estuve muy resentida, pero tienes razón, eso es pasado.

―De todos modos, debes admitir que, frente al pedante de Dariel, Allan es una mejor opción.

―Lo sé ―acepto, riendo un poco a desgano.

La verdad es que también conozco a Dariel y de alguna forma es igual que yo.

―Supongo que eso hará más divertido todo esto, que Allan y yo no seamos iguales.

―Así es, pero en esencia él es un Woods, y una característica propia de ellos es que son competitivos. Estoy segura de que Allan se esforzó para convencerte ―comenta y no puedo estar más de acuerdo con ella.

Lo hizo, y a diferencia de Dariel que es más elitista, fue más contundente porque tanto él como yo sabemos que las fallas de cálculo así se enmienden al final se convierten en un problema que podría perjudicarnos a ambos, porque, aunque reniegue de su relación con la familia y lo consideren el peor recurso, él está sacando la cara por ellos.

Debe ser eso lo que Roland no toleró y por ello fue Arnie quien tuvo que llamar a Allan.

―Supongo que a su modo.

―Lo sé, ya nos llegaron rumores de lugar a donde te llevó.

―¿Y qué piensas?

―Que deberías adaptarte a él si quieres que esto funcione de alguna manera.

―¿Y si no lo hago?

―Es porque no quieres.

―Muy graciosa ―rechisto y ella se mofa de mí.

―En fin, eso dependerá de los dos, pero en el fondo deseo que funcione y que te haga feliz.

―¿Crees que él quiere eso?

―No lo sé, pero de lo que sí estoy segura es que te quiere y eres la razón por la que ha aceptado todo esto ―aduce y yo suspiro con fuerza.

Ella se pone en pie.

―Será mejor que vayas a dormir, mamá te quiere temprano en casa.

―Ni me lo digas ―repongo incorporándome también.

―Bueno, mira tu matrimonio como una ventaja.




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