Míster problemático

Capítulo 27

Decir que me duele todo, no es exagerar porque en serio me duele todo. Sacudo mi cabeza para no pensar en ello. Miro a mi lado y Allan sigue durmiendo. Intento salir de la cama lo más silenciosa posible, pero es imposible. Creo que ni siquiera me puede sentar bien.

¡Que cuernos!

A mi espalda siento que se remueve y me vuelvo para ver que se ha levantado.

―¿A dónde vas? ―pregunta luciendo su melena despeinada y cara de somnoliento―. ¿No pensarás dejarme solo en la cama?

Allan me hace resoplar con su deducción.

―¡Necesito ir al baño! ―exclamo y esta vez me pongo en pie por impulso, pero termino quejándome del dolor en la cara interior de mis muslos.

Jalo la sábana para taparme y empiezo a caminar un poco maltrecha porque no puedo evitar quejarme con cada paso.

―Te lo advertí.

Le escucho mofarse de mí, me vuelvo solo para mostrarle mi dedo medio haciéndole pistola. Allan sigue riéndose, pero después se baja de la cama y luego de ponerse el pantalón del pijama viene hasta donde estoy y me carga.

―¡Oye!

―Te dije que no ibas a poder caminar ―sigue mofándose, haciendo que resople.

―Gracioso.

―Es normal que se resientan tus músculos. Lo harán menos con la práctica ―aduce y yo resoplo de nuevo.

―No he dicho que se vaya a repetir.

―¿Lo dice la que suplicaba por más y más? ―pregunta ladino y yo le palmeo el hombro frunciendo el entrecejo.

―No estaba pensando con claridad, pero ya puedo hacerlo ―repongo alzándome de hombros.

―Lo que tu digas, mi adorable Luisi ―dice y luego camina hasta el baño.

Este es el de fuera de la habitación.

―Aquí no están mis cosas ―digo luego que entramos.

―Dime lo que necesitas y lo traeré.

―No harás eso.

―¿Vergüenzas conmigo ahora? ―cuestiona levantando una de sus cejas.

Exhalo con fuerza.

―¡Bien! ―farfullo. Allan me deja allí de pie y se dirige hasta la bañera y empieza a llenarla―, ¿Qué haces?

―Haz lo tuyo, yo prepararé la bañera.

―No es necesario.

―Claro que sí, te ayudará a relajar los músculos ―aduce, siguiendo con lo que se propone.

Entonces me planteo que él esté allí mientras hago pipí.

¡Diantres!

Por suerte se ocupa de lo suyo y yo termino con lo mío sintiendo mucha vergüenza, porque es la primera vez que comparto cosas tan personales con alguien, y supongo que a él le resulte de lo más trivial, hace que sea llevadero. No sé si me acostumbraré a esto, pero con el todo lo complicado para ser irrelevante.

―Ya está ―anuncia poniéndose en pie.

Miro hacia la bañera y lo cierto es que si necesito relajarme. Camino casi que cojeando hasta la bañera.

―Date la vuelta ―le exijo y él arruga la cara con una sonrisa―, si, es tonto que te lo pida, pero ¿puedes hacerlo? ―agrego y él deja de reír.

―Adelante ―dice dándome la espalda.

Me deshago de la sábana y me meto despacio en la bañera, sumergiéndome en el agua tibia que me hace muy bien, y el aroma de la esencia que le echó al agua también relaja mis sentidos. Me recojo el cabello en un moño alto y cierro los ojos cuando me recuesto exhalando con lentitud.

No sé qué hora es, pero debe ser muy de madrugada.

―¿Mejor? ―pregunta.

Abro los ojos y está recostado en la bañera.

―¿Por qué solo yo me siento como si me hubiera atropellado un camión? ―pregunto y él ríe de soslayo.

―Te dije que es la falta de práctica, es lo mismo como cuando empiezas a entrenar en un gimnasio.

―Yo hago ejercicio ―me quejo.

―Pero al principio debieron dolerte los músculos mientras te acostumbrabas a la rutina.

―Entonces debes hacerlo mucho para que no te resientas nada ―expongo y él hace silencio.

―¿Quieres saber con cuantas mujeres me he acostado? ―inquiere de repente causando que trague con fuerza.

―No ―mascullo.

―Tampoco iba a decírtelo.

―Supongo que es porque han sido muchas.

―No tantas como te imaginas, y aunque no lo creas, no suelo acostarme con cualquiera.

―De todos modos, no me interesa saberlo. Eso forma parte de la vida que quisiste hacer lejos de todos nosotros.

―Puede que sí, sin embargo, nunca hubo nada serio.

―Te dije que no me interesa.

―Siempre guardé la esperanza de que ese espacio en mi vida lo ocuparas tú.

―Ya deja de hacerte el romántico.

―Nunca he sido un romántico; pero admito que estuve usando la peor estrategia para que te fijaras en mí ―expone.




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