Míster problemático

Capítulo 32

Saddie Burns

En el pasado encontrarme con ella no era una sorpresa, debido a mi cercanía a Allan. Y no solo a él, sino a los Woods, que solían ser el trío de chicos codiciables. Ahora no me extraña que hubiese sido Albert y no Allan quien se acostó con ella aquella noche.

―Me pregunto si lo es ―digo y ella sonríe más amplio.

―¿Crees que los estoy persiguiendo? ¡Por Dios!

―En el pasado perseguías a Allan ―comento muy intencional.

Entonces su risa cesa y pasa a poner una cara un poco más seria.

―No lo negaré, pero no creerás lo que descubrí de tu bombón y estoy segura de que puede interesarte.

―Si es así, ¿por qué no me lo dices de una vez? ―inquiero impacientándome un poco.

―No, porque esa debe ser una conversación solo de chicas ―aduce poniendo cara de picardía justo cuando Allan vuelve con dos barquillos de helado y se le queda mirando―, ha sido un placer verlos de nuevo y cuando quieras podemos tener una tarde de viejas amigas ―agrega poniendo sobre la mesa una tarjeta de presentación y se marcha luego de despedirse haciéndole ojitos.

Allan me mira con curiosidad y yo pongo los ojos en blanco.

―De casualidad andaba por allí ―digo.

Él toma asiento y me muestra los dos barquillos.

―Y bien, ¿fresa o chocolate? ―pregunta y cuando va a ponerle la lengua al de chocolate, se lo quito.

―A la niña fresa le gusta el chocolate, buen punto.

―No soy una niña fresa ―me quejo.

―¿En serio? Lo niega la distinguida señorita Louisiana Peters, a quien había que colocarle alfombras para que caminara como una princesa.

―¡Eso no es cierto! ―exclamo arrugando el ceño, luego rio negando porque sé que está molestándome.

En realidad, siempre lo estaba haciendo, sacándome de mi zona de confort.

―¿Vas a aceptar su invitación? ―pregunta sobre la tarjeta que dejó sobre la mesa.

La agarro y leo la información. Saddie Jewels & Accesories y su número de contacto.

―No lo sé, ¿te preocuparía que lo hiciera? ―digo guardándola en mi bolsillo.

―¿Por qué había de preocuparme?

―A lo mejor aún hay secretos que guarda sobre ti.

―Creo que nada era secreto en mis tiempos de adolescentes.

―¿Y qué hay después de que te fuiste? ―pregunto.

Él se detiene de comer su helado.

―¿Eso te interesaría saberlo? Que hice todo ese tiempo.

―Lo menciono porque era muy poco lo que se sabía de ti, y lo que ha salido a flote sobre tu vida ha sido luego del compromiso.

―Bueno, eso es porque no tengo culpa de tener una cara tallada por los mismos dioses.

―Ya veo que sigues siendo un engreído.

―Lo sería si te hubiera conquistado con eso, pero ni así me prestaste atención y eso que hice lo imposible porque me miraras ―expresa poniendo cara de aburrido.

Lo cierto es que los brotes espontáneos de sinceridad de Allan a veces suelen calarme bastante.

―Me pregunto si estabas celoso de Albert por eso.

―Siempre estuve celoso de mi hermano ―admite volviendo a comer su helado tranquilamente.

―Si sabías que estaba con Saddie, ¿por qué no lo dijiste?

―Había servido de algo. Con su elegante y limpia fachada nadie me hubiera creído. A la final estoy seguro de que no te importaba a cuantas chicas se tirara porque ninguna de ellas se quedaría con él. La única manera de que eso no ocurriera es que él mismo tuviera los pantalones para dejarte, y parece que siempre sí los tuvo.

―¿Esperabas que lo hiciera? Por eso… volviste.

―No ―responde poniéndose en pie―, ahora vamos, o tu abuela me regañará por regresar tarde para el almuerzo ―agrega.

Pensé que me daría una explicación a su negativa respuesta, pero no lo volvió a mencionar. Antes de tomar el camino de vuelta pude ver a Saddie en una de las barras al aire libre, en compañía de una pareja y dos hombres. Ella reía con todos ellos hasta que su mirada se encuentra con la mía. Luego de hacer un gesto como de recordatorio vuelve a centrarse en sus amigos.

No conversamos mucho en el camino de vuelta porque yo estaba tratando de comerme todo el helado.

―Creo que la abuela se dará cuenta ―dice deteniéndose frente a mí.

―¿De quién es la culpa?

―Yo no te obligué a comerlo ―aduce haciendo que refunfuñe―, pero te ves linda comiendo helado ―agrega colocando su mano en mi mejilla y pasando su pulgar por mis labios, acariciándolos.

Después sin previo aviso me besa haciendo que mi corazón lata con fuerza. Seguido me quita el helado y agarra mi mano y empieza a comerse lo que queda del barquillo tirando de mi mano para seguir caminando.

Cuando llegamos la abuela está disponiendo todo para el almuerzo. Allan va con el abuelo que lo llama, apenas lo ve entrar y yo voy hasta la abuela.




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