Míster problemático

Capítulo 34

―¿Y esa mujer? ―pregunto a Allan cuando regreso a la mesa con la abuela, luego de ir al baño.

Quería que por fin se fuera, pero ahora no me siento satisfecha, y más bien intrigada porque no dudo que esté buscando entablar alguna conversación con Allan y derramarle su miel como en el pasado, solo que no lo hace frente a mí.

―Creo que se largó ―responde con algo de sequedad aumentando mi intriga―, ¿nos vamos?

Abuela nos mira a ambos. Puedo notar la perspicacia en su mirada.

―Dijiste que tenías hambre, ¿por qué no vas a comer con Allan y disfrutan un poco más del ambiente? Por estas épocas siempre es más animada la isla ―dice la abuela y me sorprende que lo proponga.

Si dije que tenía hambre, pero era para deshacerme de la lapa de Saddie, que resultó ser parte fundamental del evento, ya que su marca de joyas estaba patrocinándolo. Y esa es la razón por la que está hospedada en la isla, porque quien iba a pensar que se volvería toda una famosa empresaria de las joyas de lujo. Dirijo mi mirada hacia Allan.

―Mi Val tiene razón, no queremos acapararlos demasiado, así que disfruten del resto de la noche ―interviene mi abuelo con quien no tengo tantas reticencias como con la abuela porque parece más tolerante con Allan―, deberías ir al restaurante en la playa que te gusta ir cuando vienes ―propone, pero no me mira, sino a Allan que de repente luce algo sombrío.

―¿Por qué no me llevas, Luisi? ―me pregunta intentando parecer jocoso como siempre, transformándose en el Allan de siempre.

―Está bien ―respondo mirándolo con recelo.

―Entonces pásenlo bien ―dice la abuela quitándome las bolsas con las compras que hicimos para regalar.

El abuelo le deja las llaves de su Jeep a Allan, que lo ha dejado estacionado en el parking de visitantes y dice que tomarán un taxi hasta la casa. Quiero decirles que preferiría que los lleváramos, pero se marchan antes de que lo haga al detener un taxi de un conductor conocido. Lo bueno de una isla pequeña, es que la mayoría se conocen con todos, lo malo, es que también todo se sabe, por lo que con cada conocido suyo que nos hemos encontrado, no han dudado en indagar quién es el hombre guapo que acompaña a su nieta.

―Y bien, ¿me llevas? ―dice Allan cuando quedamos solos.

No creo que la abuela lo haya hecho de buena gana, y más bien creo que notó la tensión que de repente se ha generado entre los dos, y que por alguna razón me molesta que el significado lo tenga esa Saddie.

―Por aquí ―le señalo cambiando la dirección hacia la parte baja de la plaza. Hay que cruzarla para llegar a la zona del muelle que bordea las cercanías de la playa donde se encuentra ese lugar. No es mi favorito, como mencionó el abuelo, pero me gusta porque te puedes tomar un suave y delicioso coctel afrutado junto a una exquisita preparación de camarones empanizados con salsa agridulce, mientras te arrullas con la brisa que proviene del mar―. Había pensado que esa mujer vino a la isla siguiéndote, pero al parecer tiene negocios aquí ―comento mientras caminamos.

Esperaba que me agarrara la mano, pero no lo ha intentado, además que lleva las manos en los bolsillos de su pantalón.

―Eso parece.

―¿Hablaste con ella? ―pregunto sin tapujos.

―Solo cruzamos unas palabras ―contesta con indiferencia haciéndome suspirar con fuerza.

Muchas veces me pregunté si a él le gustaba Saddie. Ella siempre alardeaba de él, permaneciendo pegada como una sanguijuela a su costado y admito que cuando eso sucedió ya habíamos empezado a distanciarnos. Aunque, en realidad, fue quien lo hizo primero.

Por mi parte no hice nada para retenerlo, porque llegado ese momento nuestros futuros ya estaban definiéndose.

―¿Unas? ―enfatizo.

―¿Quieres que te cuente de que hablamos? ―pregunta con mucha presunción, volviendo a tener su genuino talante de chico odioso.

Suspiro de nuevo.

―No me interesa ―exclamo con rapidez, adelantándome.

O eso, intento porque me detiene de mi intento agarrando mi mano haciendo que frene en seco y por efecto del tirón le mire de frente.

―¿Tienes celos de Saddie? ―cuestiona con burla―. O mejor aún, ¿alguna vez estuviste celosa de ella?

―¡Por supuesto que no!

―¿Entonces por qué el interés? ―pregunta siendo él quien ahora tome la delantera y me lleve de la mano.

Camino casi que trastabillando con los tacones.

―No es eso, solo me pregunto si te dijo algo que te preocupara.

―Así que es eso, ¿crees que podría decirme algo que me descoloque? Eso es adorable por tu parte.

Allan me hace resoplar poniendo los ojos en blanco.

―No lo sé, pero la abuela nos ha dejado solos porque cree que discutiremos por esa mujer. Ella observó cómo te miraba, como si te quisiera comer entero con los ojos.

―Entonces deberías imitarla.

Allan me hace resoplar otra vez.

―¿Puedes dejar de bromear?

―Contigo, no puedo ―repone volviendo a verse un poco como el Allan jocoso y arbitrario de siempre. Frunzo el ceño mirándole y él se ríe de mí.




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