―¿Qué piensas hacer? ―Suzanne me pregunta.
Le observo y la verdad es que me causa algo de zozobra porque ni siquiera he pensado en eso. Las palabras de Allan todavía resuenan en mi cabeza, impidiéndome hilar un plan coherente. En el pasado siempre tenía uno para reponerme a sus desplantes infantiles, para hacerle ver que nada de lo que hiciera o dijera me afectaba, pero ahora que somos adultos, todo es diferente.
Quizás es que he madurado en ese aspecto, o tal vez la convivencia con él me ha vuelto tonta; sin embargo, hay un precedente.
No me habría casado contigo.
Quisiera decir que no, pero me duelen sus palabras porque esa era mi postura. Se supone que era yo quien estaba renuente a casarme con él.
―¿Qué crees que debería hacer? ―Dirijo mi pregunta hacia ella y la condenada se echa a reír enojándome―, ¿he dicho algo gracioso? ―inquiero y ella deja de reír.
―¿Has olvidado por qué nos conocimos?
―Sería porque eras una tonta ―repongo con una mueca sarcástica.
―¡Exacto! ―festeja y yo le miro aburrida.
―¿Cuál es el punto?
Hago una expresión de aburrimiento.
―Que Allan te trae tan loquita que ya olvidaste tu esencia.
―¡Vamos, Su! No estoy para chistes.
―Pues sí, porque parece que has perdido tu propio raciocinio ―aduce y yo arrugo la cara.
―Créeme que, si fuera por tu ego más alto que una palmera, jamás habría sido tu amiga, pero si hubo algo que admiré de ti era tu entereza tanto para ser amable como una maldita frívola, entonces, no lo pierdas, además, Allan no dijo que estaba arrepentido de casarse contigo y sería lógico si las circunstancias fueran reales.
―Si fuera su hijo, eso dijo…
―¿Y? ―repone haciendo que trague con fuerza.
Agarro mi bebida y la aprieto con fuerza, han pasado tres días desde eso, y lo cierto es que tal vez me he comportado como una niña odiosa, evitando hablar de la situación. Quizás sea porque en el fondo tengo miedo de que esto fracase como auguran muchos.
Largo un suspiro mientras ella mira de reojo su teléfono y lo vuelve a dejar sobre la mesa. Algo que ha hecho desde que nos acomodamos. Me tiento a preguntarle, pero suele hacerlo cuando sigue alguna publicación en las que suele perder el tiempo por su trabajo.
―¿Vas a divorciarte de él?
Pregunta de repente tomándome por sorpresa. No debería porque sería lógico pensarlo si ese niño resulta ser su hijo, y todos se enteren. Quizás ni siquiera tenga que hacer el trámite yo misma porque no habría manera de que siga habiendo un sustento válido para este matrimonio frente a mis padres.
Mi madre dirá que tenía razones con sus reservas con Allan y que sería un insulto que me convirtiera en madrastra. En sí, no sería por el niño, sino por el hecho de haberse convertido en padre por otra mujer.
Suspiro de nuevo sacudiendo mi cabeza.
―Por primera vez en mi vida, no sé qué hacer ―admito.
―Entonces no hagas nada.
Se me hace reír a desgano.
―De verdad que quisiera ser como tú y ver todo color de rosa.
―No necesitas ser como nadie más, solo compórtate como una adulta y deja de ser una chiquilla o Allan en serio te dejará.
Frunzo el ceño con expresión de enojo, pero tiene razón.
―Él no puede dejarme ―mascullo enfurruñada.
―Entonces no dejes que esa fulana te lo quite. ―Su me hace abrir los ojos―, y ya que estamos depre mejor disfrutemos de la noche y olvídate por un momento de ello, ¿no lo crees? ―propone.
La verdad no tenía ánimos para beber, tampoco es algo que suelo hacer. No es propio de mí andar en bares, pero, no quiero llegar a casa.
―Está bien, solo esta noche. Tampoco quiero llegar temprano a casa.
―¡Quién lo diría! ―festeja dicharachera.
Pongo los ojos en blanco.
―Tampoco exageres ―refunfuño.
―Vamos, anímate y cambia esa cara de amargadita por esta noche ―se mofa de mí bebiendo su trago. Ella pidió uno fuerte, yo me conformo con una mimosa sin alcohol―, creo que voy a ir por otro ―añade poniéndose en pie.
―¿Por qué no se lo pides al mesero?
―Porque ya me cansé de estar sentada ―responde exhibiendo sus largas piernas.
A diferencia de mí, Suzanne no se coacciona con cómo actúa o viste. Sin nada de moldes, es auténtica y eso lo admiro de ella. En cambio, yo nací en uno y últimamente siento que quiero salir de él.
―Está bien, ve, pero no te pongas a coquetear con el barman ―le advierto y ella se ríe.
―No lo haré, pero por una razón ―responde.
―¿No me digas que ya tienes a alguien?
―No, apenas nos estamos conociendo.
―Vaya, ¿y quién es?
―Te lo diré cuando regrese, o cuando lleguen ―contesta y eso último hace clic en mi cabeza, pero no alcanzo a detenerla porque luego de hacer poses de modelo se marcha rápido hasta la barra.