Cielos, casi no puedo salir de la cama esta mañana, e incluso he llegado un poco tarde porque pidió el desayuno a la habitación. O lo que consideraría fuera de lugar para mí, que estoy acostumbrada a ser muy puntual. Al salir del ascensor me encuentro con la secretaria que me estaba esperando.
―¿Alguna otra novedad? ―pregunto mientras camino hacia mi oficina.
―Además de la reunión, ninguna otra de momento. Las reuniones con los proveedores están asignadas para la tarde, como pidió.
―De acuerdo, ¿preparaste los documentos para la reunión? ―pregunto y ella asiente.
―La información ya fue distribuida en cada puesto. También dejé una copia sobre su escritorio.
―Muchas gracias por esa eficiencia ―le digo. Me mira con extrañeza y de seguro es porque no suelo decirle esas palabras muy seguido―, sigue en lo tuyo y avísame cuando sea momento de ir a la sala ―agrego.
Ella asiente medio escaqueado y la verdad es que está viendo el resultado del efecto Allan en mi vida, y hablando de él. Mi teléfono suena con una llamada suya.
―¿Llegando? ―pregunta cuando contesto en lo que entro en la oficina.
―Gracias a ti, casi no lo hago ―rechisto y como es característica de él, se carcajea.
―No creo que nadie te regañe por llegar tarde, además, yo ofrecí la alternativa y tú pediste más.
―¡Oye!
―Creí que ya se te había quitado lo mojigata.
―Eres imposible de corregir, ¿no?
―Bueno, sigo siendo bastante problemático; gracias por contarme, pero no te llamo para eso.
―Ya sé por qué, pero aún no empieza.
―Lo sé, solo quería advertirte algo.
―¿Vas a decirme de qué lado ponerme?
―No, eso ya lo debes tener claro u olvidaste que en cuestión de negocios no se titubea. Solo quería decirte que tal vez te lleves una sorpresa, pero no debes olvidar lo que te dije.
―Tengo claro lo que debo hacer, no se me ha olvidado nada.
―¿Qué no debería olvidar?
―Que te amo Luisi,
―¿Me estás chantajeando? Creí que te importaba muy poco el enfrentamiento.
―¿Crees que lo digo para que apoyes a mi padre?
―Eres su hijo, ¿no?
―Por desgracia, pero no es por eso, ya lo sabrás ―responde y me cuelga.
Suspiro recordando un poco lo que dijo, no sé si eso venga al caso para los demás, pero sin duda no lo olvidaré. Allan hace que sonría a desgano, y luego me sacuda porque todo este comportamiento sigue siendo impropio de mí, no obstante, me hace sentir ligera y menos cargada. Lo cierto es que, en medio de todo, no se siente mal salir de la zona de confort en la que estaba.
Me fijo que hay un mensaje de mamá que dice:
Recuerda cuál es tu lugar, no dejes quedar mal a tu padre.
Pongo los ojos en blanco y lo borro, cansada de intento por seguir dirigiendo mi vida. Después de que termino de revisar los documentos que me dejó mi secretaria, medito en que todo es parte del protocolo. Aún no sé a ciencia cierta lo que ocurrirá en esa reunión, peor debo estar preparada.
Mi secretaria me llama por el privado para avisarme que ya debemos dirigirnos a la sala de reuniones. Esa misma donde Roland me esperara en una visita imprevista. Antes de salir me arreglo un poco, después voy con ella y juntas nos dirigimos a la sala.
Al ser la encargada de esta sucursal administrativa, soy quien debe presidir el recibimiento. Roland Woods es el presidente senior de todo el conglomerado, y junto a mi padre son los accionistas mayoritarios. Amadeus forma parte de los minoritarios junto a cinco más. Pensando en ello, medito en que, si mi padre se pone del lado del tío de Allan, serían siete contra uno si su argumento es sólido. La premisa es cuál será este y cuánto peso tendrá. Llegamos y nos colocamos a la entrada. El primero que llega es Arnold.
Viene algo apurado.
―Hola ―dice saludándome luego de hacer un asentimiento amistoso a mi secretaria.
―¿Cómo estás, Arnold?
―Creo que un poco apurado.
―Tranquilo, llegas a tiempo.
―¿Podemos hablar antes? ―me pregunta y quisiera decirle que no se preocupe porque conozco mis prioridades.
Le digo que sí, porque le veo algo agitado y le pido que entremos a la sala adjunta, luego de darle la instrucción a la secretaria de que reciba a los invitados y se encargue del catering de bienvenida mientras volvemos.
Es una sala más pequeña, y es para proyecciones. Arnie no se sienta solo de la vuelta y me mira.
―Debía hablar esto contigo antes, pero me contuve porque Allan me lo exigió.
―¿Quieres que esté del lado de tu padre?
―No, sabes que jamás te pediría eso, pero sea cual fuere la posición que tomes, asegúrate de que no está influenciada por nada que no sean tus propias convicciones, ni siquiera por tu cariño por Alaska.