De forma subrepticia, y a grosso modo, podría decir que la reunión extraordinaria terminó como se esperaba. Con la puerta abierta a la reconsideración del puesto de presidencia, teniendo a Arnie y mi suegro en una esquina casi que acorralados, Amadeus, Dariel y los accionistas minoritarios en otra como ganadores y, por último, mi padre en el centro del meollo.
Supuse que sería así, y que por este pequeño desface es que no acabó siendo una victoria perfecta del todo para los detractores, puesto que el lugar de mi padre también es el mío, aunque él solo esté fingiéndolo.
―¿Vas a decirme qué sucede contigo? ―papá me increpa.
Luego de instaurar el acta, él me pidió que me quedara un momento con él, y por eso estamos aquí, solo los dos.
―Nada ―digo, revisando el itinerario en mi teléfono. Eso lo hace resoplar, por lo que lo coloco sobre la mesa y enfrento su furiosa mirada―, ¿Cuál es el problema? No veo que en serio tenga que tomar una posición.
―Y así es, porque lo único que tienes que hacer es estar de nuestro lado ―me espeta.
―Siempre lo he hecho ―aduzco con un alzamiento de hombros.
―No lo creo, Louisiana ―repone ironizando su voz.
Por lo general, mi padre es un hombre que siempre está de buen humor, pero cuando algo le enoja, es fácil de evidenciarlo.
―¿Y eso qué? Tengo derecho a decidir si quiero estar al margen.
―No lo haces, es obvio que apoyarás a Roland.
―¿Tendría algo de malo?, es mi suegro, y se supone que tu amigo.
―Roland y yo no somos amigos. Si no socios.
―¿Acaso ya no te convence su manejo? Si es así, ¿por qué seguiste adelante con la alianza?
―Porque era necesario.
―¡Bien! Siendo así, ¿a qué viene el reclamo? De todos modos, tú solo estás haciendo el papel de Judas, apoyando a Roland, pero hundiéndolo al mismo tiempo. ¿En qué te convierte eso, papá? ―expongo y él entorna la mirada.
―No debí permitir que te casaras con Allan ―dice como lamentándose, llevando su mano a su frente―, pero pensé que no te dejarías influir y parece que lo ha logrado con creces. Mi niña mimada jamás hizo nada que fuera incorrecto ―añade.
Medito por un momento en esas palabras y lo cierto es que papá está equivocado, porque él no me ha influenciado del todo. No en lo que respecta a mi lugar. Soy su hija, pero no por eso me han regalado lo que tengo.
A diferencia de Alaska, que prefirió dedicarse a su papel de madre y esposa abnegada, yo decidí desempeñar un rol diferente y todo lo que soy hoy es el resultado de mi esfuerzo. Ni Allan, e incluso Albert, habrían podido cambiar eso.
―Te equivocas, papá, y ya deberías aceptar que también puedo creer en mis propias convicciones.
―No me hagas reír, Louisiana, no quiero pensar que has perdido tus ambiciones.
―¿Y según tu lógica, el culpable es Allan?
―Por supuesto, por algo es la oveja negra de la familia.
―¿Vas a insistir con que me separe de él?
―No sería mala idea, así no tomarías decisiones tan sesgadas.
―No lo haré ―declaro y él ensancha la mirada.
―No me desafíes, cariño.
―No lo hago, papá, pero voy a proteger lo que es mío ahora.
―Piensa en todo lo que perderás si sigues haciéndolo ―me advierte.
―¿Lo dices, en caso de que Amadeus le quite la presidencia a Roland?
―Eso es un asunto familiar.
―Entonces vuelves a darme la razón, en fin, no me preocupa, pero me pregunto si eres quien temes más por ello. Se supone que nuestra posición está blindada, independientemente de quién se siente en el lugar más alto. ¿No deberíamos hacernos a un lado y dejar que ellos decidan cuál será su futuro? ―expongo.
Por un momento parece que va a repostarme, pero luego recompone su expresión.
―Tengo que admitir que sigues siendo una chica inteligente, pero quizás tu encomio tiende a ir mucho más allá de la fidelidad a la familia, y te conozco tanto que sé que no cambiarás de opinión porque para nosotros no existe el fracaso; sin embargo, es algo que habíamos contemplado.
―¿Dejaron que siguiera con esto porque dieron por hecho que me separaría a la semana de Allan?
―Es correcto ―admite incorporándose―; sin embargo, todo cae por su propio peso y espero que cuando suceda te des cuenta de ello.
―¿Están convencidos de que Allan va a traicionarme?
―Quiero pensar que no, pero lo conoces mejor que yo, lo impredecible que es ―arguye papá―, tu madre quiere que vayan a casa a cenar, así que dile que los esperamos el sábado ―añade saliendo de la sala.
Suspiro con fuerza, porque ultimadamente no sé si mi familia me apoya o me quiere ver en serio fracasar. Papá se va y yo me preparo mentalmente para la reunión que tengo en la tarde. Me pongo en pie y voy hasta la puerta, pero cuando la abro, me encuentro con esa mujer.
Había pensado que se había marchado, sin embargo, parece que esperaba por mí.