Trato, pero no logro contener mi enojo. Mi secretaria aparece para recordarme la agenda de la tarde y a fuerza tengo que serenarme porque no puedo negar que esa mujer crea muchas inseguridades en mi parte anímica y sentimental, recordándome que la única persona que lograba desestabilizarme era Allan. La razón siempre ha sido clara, porque lo sigue haciendo.
Me sacudo esos pensamientos de la cabeza porque no puedo desconcentrarme; sin embargo, la reunión con los proveedores no sale como esperaba, porque por alguna extraña razón, no están conformes con el trato que se les está dando, por lo que luego de discutir sobre precios y llegar a un medio acuerdo, la posponemos para dentro de una semana.
Lo cierto es que la forma en la que exigen un aumento en la valoración monetaria de los servicios que han ofrecido por años, parece que tiene una figura detrás. No quiero hacerme ideas, pero algo me dice que Amadeus quiere asegurarse de obtener la presidencia bajo el costo que sea.
Termino de revisar una parte y dejo lo otro para cuando llegue a casa. Pensar en ello me recuerda lo que dijo esa mujer, y es gracioso porque había imaginado que sería más discreta con sus presunciones.
Allan y yo tenemos historia.
Tengo que admitir que es cierto porque en ese lapso de su vida, yo no estuve presente y, aunque algunas veces pensaba en él y en qué estaría haciendo, estaba enfocada en otras cosas, por lo que no puedo criticarle el que haya buscado a otra persona; sin embargo, solo fue una historia pasajera.
Recojo todo y, luego de pedirle a mi secretaria que me envíe toda la información relacionada con los proveedores, saco el teléfono y llamo a Allan.
―Esto debe ser un milagro ―dice haciendo que resople.
―Gracioso, no es la primera vez que te llamo.
―Para mí sí.
―Bien, ¿estás en la oficina?
―Ya casi voy saliendo, ¿y tú?
―También, te espero en casa ―digo.
―Vale ―repone y cuelga.
Al llegar, Martens me recibe y lo primero que me informa es que él no ha llegado.
―Gracias, señora Martens, y por favor suba la cena a la habitación de Allan ―ordeno y ella me mira sorprendida.
No digo nada más y me adelanto. Voy primero a la mía y tomo un baño para quitarme todo el cansancio del día. Después de que termino me pongo un camisón y, con mi computadora, la tableta y el teléfono, me voy a la otra habitación.
Me acomodo en el sillón y empiezo a revisar los documentos que le pedí a mi secretaria que me enviara. Martens llega al rato y le pido que deje la cena sobre el escritorio. Pensé que objetaría ese cambio tan inusual, pero no dice nada y deja todo como le pedí. Justo cuando ella va a salir, Allan se asoma a la puerta y se queda mirándome en la posición en que estoy.
―Recoja todo en la mañana, ya puede ir a descansar ―le digo a Martens que solo mira de reojo a Allan y luego de asentir se marcha.
Allan se acerca luego de que cierra la puerta y se arrodilla frente a mí.
―Luisi, esperándome en un lindo y corto camisón y con la cena en mi habitación, ¿a qué se debe esta grata sorpresa?
―No tiene nada de especial, solo quería aprovechar el tiempo porque hay algo de lo que quiero hablarte ―respondo poniéndome en pie, dejando la laptop en el sillón.
Él me toma de la mano, jalándome hacia él.
―Para mí sí, ahora dime qué sucedió hoy para que estés tratando de seducirme.
―¡No hago tal cosa!
―Yo creo que sí ―repone rodeando mi cintura con su brazo, pegándome a él―, deja y me aseo un poco ―agrega manoseándome el trasero.
Arrugo la cara juntando las cejas y él me da un besito cariñoso en los labios. Después me suelta y se va al baño. Trago con fuerza, porque Allan siempre parece ir un paso por delante de mí; no obstante, no hago esto con la intención de seducirlo, eso me ha salido bastante espontáneo.
Voy hasta el escritorio y destapo los platos y sirvo un poco de vino. Allan sale al rato del baño en calzoncillos y con apariencia de haberle lavado un poco. Verle así hace que se me crispe la piel.
―¿Te gusta lo que ves? ―pregunta jocoso al tiempo que saca un pantalón a cuadros de pijama y una camiseta negra.
Luego de que se la pone, viene hasta el escritorio.
―Gracioso.
Allan se ríe burlándose de mí y luego toma la otra silla y la coloca a mi lado.
―No se ve tan mal, pero aún tengo mis reservas sobre si la vieja Martens me quiere envenenar.
―No creo que sea capaz de eso, así que deja de decir tonterías.
―Vale, pero por si las moscas, prueba tú primero la comida ―me dice acercándose a mi oído, ruborizándome con la acción.
―Basta con eso ―espeto empujándole.
Como siempre, se ríe.
―¿Vas a contarme cómo salió todo en esa reunión? ―pregunta siendo el primero que empieza a comer como si nada.
Lanzo un bufido.
―Tu tío Amadeus ha logrado lo que quería, poner a todos en contra de tu padre.