―¿Si está interesado en ello significa que estás pensando en la posibilidad de unirte a padre? ―pregunto y él levanta su cabeza mirándome con extrañeza.
Es cierto que no me gusta la idea; pero oponerme a ella, solo me haría ver como una mujer insegura y no debo estarlo.
―¿Eso es lo que piensas? ―cuestiona frunciendo el gesto.
―¿Y tú?
―Yo hice la pregunta.
―Tal vez ―respondo alzándome de hombros―, si no fuese así, no veo por qué interesarte en lo que pase con ello, además, estoy convencida de que esto es más que una opinión de tu parte ―añado y él hace un gesto de sorpresa.
―Me pregunto si estás pensándolo como una más de los Woods, o solo Louisiana Peters.
―Si me casé contigo, obvio debo pensar como una más de la familia. Aparte no quiero que esto perjudique a Alaska y mis sobrinos.
―También lo son míos.
―¿Entonces cuál es tu respuesta?
―¿Quieres saberla? ―me increpa colocando sus manos en mis muslos.
―Allan ―llamo su atención cuando estas me sujetan al ponerse de pie impulsándome hacia arriba.
Me deja sentada en el escritorio y de inmediato los recuerdos bastante frescos y latentes de lo que hicimos en el de su cuarto, acuden como ráfagas que calientan la sangre de mis venas.
―O…ye.
―Shh, contesta ―me chista colocando su dedo en mis labios al tiempo que se inclina para igualar la altura de nuestros rostros.
Pongo los ojos en blanco, ladeando mi mirada hacia el costado derecho.
―Pensaría que sí ―mascullo la respuesta.
Allan pone sus dedos en mi mentón obligándome a verle la cara.
―Lo piensas, peor no te gusta la idea, ¿es porque está involucrada mi ex? ―pregunta diáfano y directo.
Abro los ojos.
―No soy tan infantil ―barboto y él se echa a reír.
―La presencia de Rebeca seguro que no es agradable para ti, pero a mí sí me agrada que te ponga celosa.
―¿Ganas algo con ello?
―Quizás no, pero me deja claro que cumplirás tu palabra de matarme si te llegara a dejar por ella.
Allan me hace resoplar, tanto que quiero abofetearlo, pero me besa antes de que pueda hacer una cosa o la otra, y tan apasionado que termino abrazándome a su cuello, atrayéndolo hacia mí, profundizando el beso, hasta que nos quedamos sin aire.
―No olvides que estamos en mi oficina ―me dice tocando nuestras narices.
―Fuiste tú quien comenzó ―farfullo.
―Solo probaba que ya puedo sonsacarte con mucha facilidad.
―¡Odioso!
―Ordené pizza y no debe demorar en llegar ―dice.
Al instante de ello suena el teléfono ubicado al lado de donde estoy sentada y él lo levanta enseguida dando la orden para que el repartidor pueda subir.
―¿Dijiste pizza?
―Sí.
―No como ese tipo de comidas.
―¿Y? Tampoco querías casarte con un problemático como yo y mira que te calientas bien rápido conmigo ―arguye. Frunzo el entrecejo resoplando y él me da un besito―, no te muevas, voy por la comida ―agrega yéndose a buscarla.
Al rato regresa con una caja grande y dos latas de Coca-Cola, me entrega la que no tiene calorías después de que la abre y el vapor que emana con la mezcla de los distintos ingredientes nos inunda las narices. Y no es que nuca haya comido una, solo que no forma parte de mi dieta regular. No es por ser elitista, pero siempre me acostumbré a que todo fuese comida nutritiva, fuese hecha en casa o de restaurantes.
Aunque por lo menos no pidió perros calientes o hamburguesas. De todos modos, no se ve tan mal y creo que puedo comer un pedazo. Allan trae otra silla para mí y convertimos su escritorio de trabajo en nuestra mesa de comedor.
―¿Y los cubiertos? ―pregunto por qué no los veo por ningún lado, luego que ha puesto una porción y me la extiende.
―La gracia es comerla con las manos ―duce poniéndola en las mías.
Él toma otra y sin demora le da un gran mordisco, levantándome un pulgar.
―¿Esto es lo que comías allá?
―Por lo general cualquier cosa que fuera comestible.
―Esto lo es, pero no nutre.
―Da igual, lo importante es que está deliciosa.
―¿Es así como clasificas todo en tu vida?
―De ningún modo, ni siquiera cuando estaba en casa solía regirme por tanto protocolo ―aduce y seguimos comiendo.
Y mientras yo sigo comiéndome de a mordisquitos mi porción, él parece que se los come de dos en dos. Suspiro relajándome un poco porque ya es claro para mí que mi vida con Allan no es nada de lo que había planificado, y ni si intentara que lo hiciéramos a mi manera lo lograría. Entonces solo queda ir adaptándose.
―Hoy he pasado un buen rato con tu madre y tu hermana ―le digo luego de tomar un sorbo de mi lata de gaseosa.