Míster problemático

Capítulo 64

Definitivamente, estoy loca, loca por Adam. Si no fuese así, no me dejaría llevar de esa manera, que cuando sales de la ensoñación y despiertas a la realidad solo te quedan ganas de gritar por dentro.

¡Dios santo!

Siempre estoy en contra de las frívolas insinuaciones de Suzanne diciéndome y solo para escandalizarme que esas cosas alegran a los hombres y he aquí poniéndolas en prácticas. Me he dejado corromper, y, sin embargo, eso no es lo que me preocupa. Me avergüenza dejarme llevar por esa vena pervertida, pero no me molesta porque estoy empezando a tener las cosas un poco más claras y, por extraño que parezca eso, me entusiasma bastante.

Por otro lado, Allan no me ha confirmado si intercederá por su padre, pero algo me dice que no dejará que el barco se hunda solo. Si eso pasa, será un cambio de planes para todos. Si bien aceptaron mi matrimonio, el punto es que él debía permanecer al margen, aunque en parte ese era su deseo, y que quiera involucrarse creará algunos inconvenientes; sin embargo, ahora lo deseo, porque así veremos cuál es la postura de Dariel y su padre. Para él está claro que no voy a dejar a Allan, y lo cierto es, que no lo haré.

Esta noche es la cena con mi familia y la verdad es que voy a aprovechar ese momento para dejar clara mi postura. Miro la hora, siete y media. Suspiro con fuerza porque ese tonto quedó de recogerme para llegar juntos, porque por ningún motivo íbamos a llegar separados.

Ya he entrado tres veces al baño del primer piso para revisar que estoy presentable porque empiezo a ponerme nerviosa. No quería que pasara esto. El teléfono suena y, al igual que otras veces, lo he mirado con ansias, pero siempre son mensajes o llamadas de clientes; sin embargo, por fin es la llamada de Allan.

―¿¡Dónde carajos estás!? ―le increpo cuando contesto.

―Abajo esperándote, cariño. Acabo de llegar, ¿me perdonas por la demora?

―¡Faltan veinte minutos para que estemos en casa!

―Sí, sí, así que sal para que no perdamos mal tiempo.

Este tonto me hace enojar, así que me apresuro en salir casi que corriendo con mis tacones para encontrarme con él esperándome en la acera montado en su moto.

―Te prometo que llegaremos a tiempo ―me dice, riéndose con su casco puesto y extendiéndome el otro.

Luego junta sus cejas cuando ve que lo que me he puesto parece una larga falda, pero cuando se abre se nota que es un pantalón.

―Me preparé por si acaso ―digo engreída.

―Bien pensado ―aduce cuando me subo y pone en marcha la moto.

A diferencia de otras veces, esta vez en serio me preparé. Allan siempre me sale al paso para molestarme, pero no voy a permitírselo, y en vez de eso voy a relajarme porque no tiene sentido intentar ir a contracorriente con él.

―Ya ves que sí uso pantalones.

―Me gustan tus engañosos pantalones, pero prefiero las faldas.

―¿Por qué mejor no te apresuras?

―Como digas ―repone poniéndose en marcha.

Me agarro fuerte a su cintura y no me despego, porque en serio no mintió cuando dijo que llegaríamos a tiempo y es que el muy malvado no deja de conducir como un loco. Cada vez que le digo más despacio, acelera a fondo, así que me contengo y cierro los ojos hasta que nos detenemos frente a mi antigua casa y esperamos el ingreso.

No me hice ningún moño en la cabeza porque sabía que me despeinaría, por lo que me dejé el cabello suelto. Al entrar y estacionar, mi hermano es quien va a recibirnos.

―Papá me mandó a ver si se había metido un ladrón ―dice muy socarrón.

―Ja y ja ―rechisto mientras me arreglo.

No me pasa por alto que él va con Allan y le susurra algo, y seguro creen que no me lo pillo.

―¿Entramos? ―pregunto observando que debajo de la chaqueta de cuero Allan trae puesto un jersey.

―Claro ―responde viniendo hacia mí.

Dennis se adelanta y ya lo encontramos en la sala donde están mamá y papá que se acercan a saludar.

―Hola cariño, me alegra ver que sigues manteniendo tu esencia ―me dice mamá cuando me saluda.

―¿Y por qué la perdería? ―la increpo y ella medio me sonríe.

No dice nada más cuando se acerca papá y, por cortesía, saluda a Allan.

―Querida ―expresa tomándome de las manos.

―Hola papá ―digo saludándole con un beso en la mejilla.

Luego del saludo hospitalario, Dennis se disculpa con una llamada, papá se lleva a Allan a su despacho para hablar alguna cosa con él mientras se sirve la cena y mamá me invita a ir con ella a la cocina. No me extraña encontrar allí a Martens, me había dicho que mi madre le había pedido que viniese para ayudar con la cena.

Sin embargo, la expresión que tiene me resulta intrigante, no porque luzca enojada, sino todo lo contrario porque parece mirarme con pena.

―Gracias por prestármela, ha sido de gran ayuda esta noche.

―No tienes que agradecerme, ella trabaja más para ti que para mí.

―Vamos, cariño, por lo menos necesitas a alguien que mantenga un poco el orden que tenías.




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