¡No está!
No. Está.
«Como pude ser tan descuidada con eso», me recrimino a mí misma. Llamo a Allan varias veces, pero no contesta y eso me preocupa. No sé a dónde fue, pero si se refería a alguien tal vez se trate de ella.
¿Por qué ella?
¡Diantres!
Espero que regrese pronto, pero por ahora tengo que resolver este asunto así que llamo a mamá porque eso es lo que espera que haga, y así sabré que es lo que planea. Le marco y como es de esperar ella contesta bastante rápido.
―Querida, ¿ocurrió algún percance al llegar a casa?
―Sabes muy bien lo que está pasando así que no te hagas la desentendida ―espeto.
―No sé de que hablas, pero deseo que todo vaya bien.
―¿Vas a decirme cual es el propósito de todo esto?
―El propósito siempre es algo beneficioso, lo sabes.
―Usaste a Martens solo para que robara algo mío ―la acuso.
Estoy segura de que eso era lo que esperaba.
¡Cielos!
―Ella solo encontró algo muy interesante por casualidad, así que no la culpes.
―Mi tabla electrónica, eso se llevó. ¿No crees que cometió un delito al hurtarla?
Me enoja decir eso, pero de verdad que confiaba en ella a pesar de las reticencias de Allan, porque siempre estuvo en casa cuidándome y pensé que ella no estaría involucrada en los planes de mamá, y todo porque había pensado que lo había hecho de buena voluntad.
Con los abuelos, sé que ellos no lo soportaban; sin embargo, Martens se supone que se mantendría al margen. Ya veo que él tenía razón y no he sido más que una tonta que aun cree en las personas, porque en medio de todo creo en Allan.
―Dime que piensas hacer con ello.
Le exijo, sé que ya debieron quitarle la contraseña y esculcarla.
―Nosotros no haremos nada, eres tú quien debe hacerlo.
―Mamá ―gruño enojada.
―Pídele el divorcio a Allan ―dice con una tranquilidad que me hace rabiar.
―No voy a hacer eso y él tampoco.
―Igual tienen un trato, solo deben adelantar la fecha.
―¡Dije que no haré eso! ―exclamó molesta con su insistencia.
―Lo harás, cariño. Solo será cuestión de tiempo y acabaremos con este dolor de cabeza ―arguye.
―¿Por qué estás tan segura de eso? Acaso dudas de mi determinación.
―De la tuya no, mi hija siempre ha sido de pensamientos firmes.
―¿Entonces dudas de Allan?
―Es tan problemático que quien no lo haría ―contesta.
Reflexiono un poco en su postura, y ya es claro que mamá encontró el contrato que hicimos entre Allan y yo en los documentos de mi tableta; pero, aunque es algo que pareciese que hemos firmado no es definitivo.
«No voy a separarme», y si eso va en contra de sus planes, en primer lugar, no debieron permitir que me casara con él. No obstante, eso me hace recordar que estuvo hablando con papá y ella debe saberlo.
―De que le habló papá a Allan ―inquiero y ella hace silencio.
―¿No te lo ha dicho?
―Debe pensar que no tiene importancia ―repongo.
―No lo creo, además estoy segura de que te ha dejado sola y se ha ido a constatar la información.
―¿¡Qué clase de información!?
―Por qué no dejas que te la cuente el mismo ―contesta haciéndome resoplar porque hasta su reacción cuando volvimos parece que estaba planificada.
Le cuelgo porque me siento bastante irritada. Llamo a Allan otra vez, pero no me contesta.
Idiota, a donde fuiste.
Ahora necesito que hagamos esto juntos, porque presiento que todos los problemas que estoy teniendo con los proveedores está relacionado con este asunto. Está bastante claro que no solo Amadeus quiere derrocar a Roland, sino mi padre. Me preguntó por qué están empecinados en apoyar eso si a la final no habrá más ganancias para ninguno, y todo seguiría igual.
A menos que haya algo escondido de lo que aún no me he enterado. Esa realidad hace que repase todos los hechos que han estado ocurriendo. El por qué Albert jamás mencionó o dio indicios de que tenía una amante y decidió hacerlo de la noche a la mañana desapareciendo para no casarse conmigo.
Además, se supone que casarme con Allan no incidía para nada en como se ha estado manejando todo hasta ahora. Ahora no me cabe duda de que hay algo más. Intento llamarlo de nuevo y me alivio cuando esta vez contesta o es lo que creo porque no dice nada al otro lado.
―Allan, ¿dónde cuernos estás? ―le increpo, aunque después de lo que mamá dijo acerca de dejarme sola e ir a constatar, es seguro que fue a ver a alguien en particular.
Solo no quiero pensar que es ella.
―Ah, eres tú, lo siento, no había podido responderte.
Mi pecho se agita al escuchar la voz de esa mujer contestando el teléfono de Allan. Solo corrobora mis sospechas.