La sorpresa de que Allan es la gallina de los huevos de oro, no me la esperaba venir. Sin embargo, tiene algo de razón en que Amadeus y Dariel lo crean un problema para sus planes. Lo mejor para ellos es que nunca hubiera vuelto, porque eso quiere decir que Roland ya había previsto que esto sucediera, y no se involucra mostrando empatía por el accidente de Allan, porque eso solo lo perjudicaría.
Albert me acompaña hasta la clínica y cuando pensé que iba a seguir escondiéndose, decide mostrarse. Por supuesto, todos los que están en la sala se quedan pasmados. En especial, nuestras madres.
―¿Cómo te atreves a aparecerte por aquí?
Quien le reclama es mi madre. Pongo los ojos en blanco.
―Tengo derecho a venir a ver a mi hermanito moribundo, ¿o no? ―Albert responde.
Mi madre se retrae como si se sintiera amenazada. Arnold se acerca y va con él y yo con Alaska, quien está al lado de Anabella y Alanna que también está allí. Ahora solo me interesa saber qué sucede con Allan.
―¿Cómo está? ―pregunto.
Anabella baja su rostro. Alanna se la lleva y Alaska viene conmigo.
―Allan salió bien del último procedimiento ―me dice, sin embargo, ¿Por qué no parece una buena noticia?―, pero, parece que después de la intervención tenga algunas secuelas que podrían ser temporales ―añade y eso me desconcierta un poco.
―Creo que es hora de que vaya a verlo.
―Lou, espera ―Alaska me toma de la mano―, le ha quitado la sedación y están sometiéndole a algunos estudios, y después lo trasladarán a una habitación para que recobre la consciencia por sí solo, pero eso sucederá hasta mañana cuando los fármacos dejen de tener efecto ―continúa.
Me enojo porque esperaba tener mejores noticias.
―Supongo que tengo que esperar.
―Así es, y lo mejor será que no te muevas de aquí ―me dice dirigiendo su mirada hacia esa mujer que aún sigue allí.
―Me pregunto por qué no se ha ido ―mascullo.
Debido al último reporte del médico y al aislamiento de Allan por el seguimiento que le están haciendo, Arnold le pide a Alanna y a Albert que se lleve a su madre y vuelvan mañana. Ella no quiere, pero no tiene sentido que se queden allí. Mi madre como buena samaritana la convence y dice que se queda conmigo. Arnold y Alaska también se van, así como el trío de preocupados.
―¿Por qué no te vas también? ―increpo a mi madre cuando nos quedamos solas y nos sentamos en una cafetería.
―Sabes que no puedo dejarte sola en estos momentos, ¿Qué clase de madre sería?
―Supongo que de las que necesita asegurarse de que su hija tomo por fin la decisión correcta. No crees que te ves un poco hipócrita manifestando empatía por la familia a la que quieren destruir.
―Podrías dejar el sarcasmo de lado, y pensar un poco en lo conveniente de la situación. Además, ¿Qué hacías con Albert?
―¿Te preocupa que haya vuelto? O, ¿teme que hable con él y me entere de cuál fue la verdadera razón para que rompiera nuestro compromiso?
―Louisiana.
―Mamá, aun si Allan se muriera, no voy a separarme de él, y si lo que les preocupa es que con mi decisión ponga en peligro el futuro de la familia, tranquila, ustedes ya saben que Roland les salió adelante con sus planes.
―¿De qué hablas?
―No te hagas la desentendida, que conociéndote, sé que empezaste a instigarme contra Allan porque se enteraron de que Roland modificó su testamento. Así que lo mejor que podría pasar es que él se muera, ¿verdad?
―No puedo creer que insinúes eso de tu familia. ¿Acaso nos acusas de asesinos?
―Para nada, solo especulo. De todos modos, no pueden proceder debido a la incierta situación de Allan. Así que espero que no vuelvas a mencionarme nunca más que me divorcie ―declaro poniéndome en pie.
―¿Por qué defiendes algo que Ambos acordaron hacer?
―¿Y qué si hicimos un acuerdo? ¿O es que van a usarlo para chantajearme? ―espeto molesta, yéndome de allí.
Regreso a la sala de espera con los pensamientos revueltos y casi provocándome un dolor de cabeza. Me acomodo en uno de los sofás para calmarme, y aunque siento que debo quedarme vigilante, no puedo evitar cabecear por el cansancio y quedarme dormida...
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―Luisi despierta, ¿no te quedes allí?
¿Allan?
Me despierto, porque creo que he escuchado su voz, pero al abrir mis ojos no hay nadie, solo los mismos dos familiares de algún paciente quienes también se quedaron; no obstante, eso que pasó me llena de escalofríos. Miro la hora en mi teléfono y son las seis de la mañana. Veo a una enfermera que sale del pabellón donde está internado Allan y voy de inmediato a preguntarle, pero me dice que el doctor dará su reporte a las siete.
Me dirijo al baño y me aseo para despabilarme un poco. Después voy por un café a la cafetería. Sigo pensando en la voz que escuché y me río a desgano recordando que Allan me amenazaba con asustarme si llegaba a morirse primero que yo.
Aparte de un café no como más nada y debería hacerlo porque llevo varias horas casi en ayunas; no obstante, no puedo digerir nada, por lo menos no, hasta que se deshaga el nudo que tengo en la garganta con toda esta situación.