―Idiota, idiota ―mascullo cuando sus brazos me rodean y coloca su mentón sobre mi cabeza.
―¿En serio te preocupaste por mí? ―pregunta con burla.
―¡Basta! ―exclamo alejándome para verle a la cara―, ni siquiera en estas circunstancias dejas de bromear.
―No puedo, si te veo así, como si en realidad te doliera perderme. ―Arrugo la cara y frunzo los labios haciendo un mohín―, eso me hace muy feliz ―añade.
―¿En serio no has perdido un tornillo? ―increpo y él se echa a reír, después me toma de las mejillas y me besa.
―Bien, dejaré de bromear porque no tenemos mucho tiempo, así que presta atención ―murmura y yo abro los ojos―, el médico probablemente les dirá que no te recuerdo cómo temía que tuviera secuelas y eso es bueno.
―¡De qué vas!
―Por el momento es mejor que sea así.
―Allan ―protesto casi inaudible.
―Solo por el momento ―repite dándome otro beso cuando voy a replicar―, no puedo darte explicaciones ahora, pero puedes encontrar la mayoría de ellas con Heinz.
―¿A qué te refieres? ―inquiero.
El tono en el que hablamos es bajo.
―Él te lo explicará y debes hacer lo que dice.
―No entiendo.
―Ya debes saberlo, ¿no? La jugada que hizo mi padre.
―Me acabo de enterar ―gruño en voz baja.
―Bien, ve con Heinz y te guiará con lo que debes hacer.
―¿No vas a explicarme nada? ―me quejo.
―Entiende Luisi ―dice llamando mi atención―, había pensado que algo así sucedería cuando el tío Amadeus viera estropeado todos sus planes.
―¿Sabías que iba a intentar matarte?
―¿Era muy probable?
―¿Y esa mujer?
―Aunque no lo creas, están usándola por su cercanía conmigo ―responde bajando la voz haciéndome bufar―, por eso vamos a seguirle el juego.
―¿Y qué hay de mis padres?
―Ellos solo están preocupados porque terminaron envueltos en el plan de Amadeus. Es por eso por lo que quiero que vayas con Heinz.
―Pero Allan.
―Ve y no olvides confiar en mí ―ordena apretando sus dientes―. ¿Doctor, puede venir? ―lo llama sorprendiéndome. El médico vuelve acompañado de su madre y sus hermanos, no sé quién es esta mujer y solo está provocando que me duela la cabeza ―les dice actuando de una forma que me sorprende.
―Louisiana, querida, será mejor que no lo atosigues ―dice Anabella.
Arrugo la cara, porque odio tener que fingir.
―¿En serio no me recuerdas? ―le pregunto mirándole a los ojos.
―No ―responde.
Mamá me agarra del brazo.
―Vamos, sal de aquí. El médico nos explicó que no se pueden forzar los recuerdos.
―¡Déjame!
―Tu madre tiene razón ―me dice Anabella―, lo bueno es que está vivo, además es momentáneo y es probable que ocurra con todos, pero ya recuperará y podrás verlo.
―No quiero verla, solo me confunde ―habla Allan, irritándome con su buen desarrollo del papel.
―Está bien, vendré cuando estés más calmado ―digo saliendo de allí con mi madre. Me suelto de su agarre, pero va detrás de mí hasta que me detengo y le miro. No me extraña que haya un poco de felicidad en su semblante―, supongo que eso te pone muy feliz ―agrego con acritud.
―A ti no te parece que es lo mejor que puede sucederte.
―Mamá ―gruño y ella empieza a hacer señas de que va a comportarse.
―Cariño, lo más probable es que no recupere nunca esos recuerdos, lo ha dicho el doctor y quiero que lo sepas para qué no te ilusiones.
―¡Ya basta! ―espeto yéndome de allí.
Por dentro me alivia que lo que Allan propuso esté saliendo bien, pero también me molesta que ellos realmente crean, que tienen una posibilidad de conseguir su objetivo con la supuesta pérdida de memoria.
No quiero, pero tengo que ir con ese Heinz y escuchar lo que tiene que decirme para saber que tanto había anticipado Allan de todo este asunto.
―¿Qué te parece si vamos a casa y hablamos con más calma?
―Vete tú y cuéntale a papá que ya despertó y lo más probable es que nunca se acuerde de mí.
Eso digo observando cómo Arnie sale de la habitación y llama a alguien por teléfono. Me vuelvo hacia mamá y solo la miro de reojo antes de ir a la zona de aparcamientos por mi auto. Una vez estoy dentro, tomo aire y lo boto con fuerza antes de ponerme en camino hacia las oficinas de Allan.
Cuando llego, encuentro a esa chica en el mostrador. Ella sale de su puesto y se acerca a mí. Quiero enojarme, pero luce preocupada.
―¿Cómo está el jefe? ―me pregunta.
―Está vivo.
El socio de Allan sale de su oficina y viene hacia mí.
―Vamos a la oficina ―me dice y nos dirigimos hacia allá―, si estás aquí es porque él está fuera de peligro.